J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Los “Apéndices” son, en realidad, una gran pena
Hace muy poco tiempo escribimos sobre lo que podía suponer el final de El Señor de los Anillos. Sí, cuando Sam Sagaz dice eso de “Bueno, ya estoy aquí”. Y, como lo que creemos (al menos algo) sobre tal momento ha sido dicho hace muy pocos días, no vamos a abundar sobre eso. Causa, de todas formas, gran tristeza pero, como se dice hoy en día, lo de hoy no es triste sino… lo siguiente.
Sabemos que Tolkien tuvo no pocos problemas para poner los Apéndices donde debía hacerlo. Sin embargo, sea como fuere que fue la cosa… en fin, que el resultado de estos, en sí mismos considerados, es más bien terrible.
Es bien cierto que en los Apéndices se nos dicen cosas que no están contenidas en el libro al que hacen referencia. Es decir, amplían el contenido de este porque o no le dio tiempo a ponerlo todo en su sitio o, simplemente, no quiso ponerlo todo en su sitio. Y por eso están, para que sepamos algo más de lo mucho que quisiéramos saber.
Pero, en sí mismos considerados, los Apéndices sientan una base y algunas que otras consecuencias.
Así, como base suponen un “hasta aquí se ha llegado”. Pero no lo hace como lo hiciera Sam refiriéndose a sí mismo sino que se refieren a todo, en general: a un mundo, a una Tierra Media que, así, llega a su fin en cuanto algo que se ha contado a lo largo de muchas (pero, en el fondo, pocas…) páginas.
Y, por otro lado, en cuanto a las consecuencias de las que hablamos arriba, estos Apéndices, nos dicen, por ejemplo, que
-El ánimo del autor… pues sí, también tiene un final, ha de seguir adelante con su vida, digamos, de escritor.
-No volveremos a saber nada más, por ejemplo, de
Lo que fue de los reyes de Núménor, algo más …,
Lo que fue de los reinos en el exilio,
Lo que fue de los herederos de Isildur,
Lo que fue de Gondor,
Lo que fue de Arwen tras la muerte de Aragorn,
Lo que fue de los linajes de los Reyes de la Marca,
Etc., etc., y etc.
Todo esto es, verdadera, gigantesca y francamente triste. Y la desazón puede alcanzar cimas más elevadas que las más elevadas montañas de la Tierra Media. Y tal es así porque nosotros, aquellos que queremos saber más y vemos, sin embargo, que nada más vamos a saber pues ha sido establecido por Ilúvatar, nos preguntamos si es que el autor de este maremagnum y tormenta del corazón quería eso o, a lo mejor, sólo pretendía que nos adentrásemos en los Apéndices y allí nos quedáramos. Sería, algo así, como esperar que fuera de todo orden lógico o real, se ensanchara la narración y lo que ahora nos parece imposible se hiciera posible y todo lo que ahora es inalcanzable lo tuviésemos al alcance de un “gracias por haber querido llenar nuestros corazones con más aventuras inesperadas o, en fin, con más caminos que recorrer y metas imposibles de alcanzar.”
Al fin y al cabo, todo esto no es más, ni menos, que el simple porvenir de una ilusión.
Eleuterio Fernández Guzmán - Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.