La Palabra para el Domingo - 19 de diciembre de 2020
Como es obvio, hoy no es domingo 20 sino sábado, 19 de diciembre de 2020. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.
Lc 1, 26-38
“26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.28 Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.’ 29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.30 El ángel le dijo: ’No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.’ 34 María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ 35 El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios.’ = 38 Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.’ Y el ángel dejándola se fue.
COMENTARIO
¡Hágase, Padre, Hágase!
Lo que escribe aquel médico llamado Lucas en su evangelio nos muestra hasta dónde puede llegar la confianza, la fe, de alguien que cree en Dios Todopoderoso y sabe que, como es bien cierto, es poco frente a Quien todo lo es y todo lo puede y se sabe, pues, humilde.
Él Ángel Gabriel tuvo mucho trabajo que llevar a cabo, muchas misiones que cumplir en poco tiempo. Ya se había aparecido a Zacarías, esposo de Isabel y padre de Juan el Bautista, para decirle lo que iba a pasar con aquella que llamaban estéril y para demostrar que, para Dios, nada hay imposible. Primero, pues, se debía sembrar para que naciera el Precursor y, luego, tendría que acudir a la casa de una joven virgen para anunciarle, entre otras cosas, que era la “llena de gracia”.
No podemos negar, a nadie se le ocurriría pensar otra cosa, que María, aquella joven a la que se dirigió el Ángel del Señor, estaba turbada. No es fácil saber qué es lo que le estaba pasando cuando le dice aquel enviado de Dios lo que le dice y que pensara, por ejemplo, que aquello no lo comprendía.
María, sin embargo, no hizo como hiciera meses antes (por lo menos seis) su pariente Zacarías. Él dudó de lo que le decía el Ángel y por eso, por su falta de confianza en Dios, quedó mudo hasta que nació quien llamaría Juan. No. María no duda ante lo que le dice Gabriel. María se extraña, eso sí, de que ella vaya a quedar embarazada sin haber conocido varón pues aún desposada con José no se había ido a vivir con quien se había prometido para ser su marido. Y aquella joven, entregada a Dios, en su virginidad, desde bien pequeña, sabía que no había conocido varón.
Pero María, pues, no duda. Decimos que ante lo que le dice Gabriel, ante aquel “llena de gracia” (liberada, por tanto, del pecado original por Dios Creador) podía haberse dicho, por ejemplo, “bien, creo en lo que dice el Ángel pero no me siento digna de cumplir con tal misión. Le diré que no puedo aceptar tal honor”.