Ventana a la Tierra Media - El todo de Tolkien: Presentación
Está más que claro que hay muchas personas infinitamente mejor preparadas que el que esto escribe para hacerlo sobre J.R.R.Tolkien y, en concreto, sobre su obra escrita. Y, es más, cada día o muchas veces, para ser exactos, somos agraciados con trabajos que muestran perfectamente lo que queremos decir.
Sin embargo, si hay algo que produce el autor de las obras inmortales que ya conocemos (no vamos a desgastar sus títulos tan pronto…) es la seguridad de que podemos decir lo que creamos de ellas y, seguramente, a lo mejor hasta aprovecha a alguien (primero, a nosotros) eso que digamos. Y es lo que vamos a hacer en las semanas que la cosa dé de sí.
Como siempre hemos creído en eso que dice que “excusa no pedida, acusación manifiesta” (“Excusatio non petita, acusatio manifesta”, en lengua de la Roma antigua) nos excusamos acerca de la profundidad de lo que vayamos a decir pues, aún sin saberlo (eso llega cuando llega) y como ya se habrán dado cuenta muchas personas que leen estos artículos sobre el profesor de Oxford (otra coletilla que nos viene la mar de bien…), no vamos más allá de rascar la superficie de lo que tratamos aunque a veces hacemos algún que otro agujero (tipo enano) y sacamos más provecho pero, en fin, esto es lo que hay y suponemos que también ha de venir bien que el pueblo llano diga lo que le parece pues es desde la sencillez de donde, muchas veces, se llega más lejos…
Pues bien, en la imagen puesta aquí al lado (que, como es de imaginar, son de la propiedad de quien esto escribe y así lo hacemos todo más personal…) podemos apreciar de qué va a ir la cosa. Y aunque nunca hemos estado de acuerdo con eso que dice que una imagen vale más que mil palabras (¡dónde estaría Tolkien sin explicar lo que pueda mostrar una imagen!) pues siempre ha de ser mejor ahondar en la imagen que quedarse mirando la misma, nos valga la que hemos puesto arriba, eso, para poder centrarnos en este especial, personal y universal asunto.
Por tanto, aquí vamos a tratar sobre esto que sigue:
El todo de Tolkien: 1. El Silmarillion
El todo de Tolkien: 2. El Hobbit
El todo de Tolkien: 3. El Señor de los Anillos
El todo de Tolkien: 4. Relatos Cortos
Podemos imaginar que el trabajo va a ser arduo pues, como hemos dicho antes y arriba hemos puesto, hay muchos especialistas sobre Tolkien que lo harían (y hacen) mucho mejor pero estamos en el derecho de hacer lo que vamos a hacer y que sea lo que Eru quiera…
En realidad, lo mismo que creemos que Dios lo es personal, también creemos que J.R.R. Tolkien es un escritor personal en el sentido de que cada lector hace una lectura de su obra que le produce una u otra emoción y que, incluso, si leemos muchas veces (que suele ser el caso y lo habitual) la misma obra es hasta posible que nuestra afectación (si se puede decir así) sea distinta según nos encontremos en tal momento.
Los lectores de Tolkien estamos en la seguridad de haber encontrado un tesoro mayor que el que pudieran haber encontrado en alguna cueva los caminantes de la Tierra Media y, si me apuran, hasta mayor que el que custodiaba el dragón en Erebor. Y es que, por decirlo pronto, nuestro tesoro no se contabiliza en monedas de oro o en artilugios de tal o cual valor sino en lo que más importa de todo que es el valor de la emoción y la ternura. Y así, se diga lo que se diga, a cada cual le da por verse concernido así o de otra manera. Y nosotros, como vamos a ver pronto, también somos de ésos, si ustedes nos entienden, como diría el simpar jardinero Sam Sagaz.
Vientos suaves nos llegan del Sur,
del este han venido los Elfos,
los Enanos de sus cuevas,
los Hombres en sus cabalgaduras
anhelan la gloria,
los Hobbits ansían vida tranquila,
una pipa, una buena cena,
una larga historia contada al fuego,
la existencia; en suma, la Tierra Media.
Y sí, hasta aquí llegó, como suele decirse, la riada del Brandivino que, como río, no está mal y además pasa por La Comarca. Y eso son palabras mayores…
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond