Un amigo de Lolo – La relación de Lolo con el mundo
Estamos más que seguros que Manuel Lozano Garrido, Lolo, vivió a lo largo de su vida en un mundo dividido en dos mitades, a saber: uno antes de perder la vista y otro, claro está, después de pasar a engrosar el número de los ciegos que había en España. Y ya podemos imaginar que no era lo mismo ver que no ver y, dada su especial situación física… mucho menos que era eso. Sin embargo, podemos decir que el Beato de Linares (Jaén, España) puso al mal tiempo buena cara y, ante la adversidad, ni se arredró ni nada por el estilo sino que se comportó como un verdadero campeón de la vida y de la existencia o, vamos, como un superhéroe de la espiritualidad más profunda. Super Lolo, bien podríamos decir, ataviado con capa del corazón y con su arma (no tan secreta) de la fe.
Pero, claro, hubo un antes y un después…
El antes de quedarse ciego
Sabemos, por sus propios libros y por las personas que lo conocieron en el tiempo anterior a perder la visión fruto de la enfermedad degenerativa que padecía, que Lolo era una persona interesada, digamos así pronto, por todo. Es decir, que nuestro amigo, muy a pesar (o, mejor, por eso mismo) de la situación física por la que pasaba desde los primeros años de la década del 40 del siglo pasado, el XX, era una persona ávida de información sobre todo aquello que sucedía a su alrededor y, por ende, por todo lo que sucedía en el resto de España y en el mundo mismo y todo completo.
Ya podemos imaginar que Manuel Lozano Garrido se empapó de todo lo que contaba la prensa de su época (entendiendo a la misma como a los periódicos), supo todo lo que se decía en las revistas y, seguros estamos de ello, sería un fiel oyente de la radio de la que también formó parte durante un tiempo al trabajar para la misma de la manera que era requerida su intervención.
Lolo no dejaría sin tocar capa alguna de información porque así lo demuestran los muchos artículos que escribió y publicó en la prensa local y nacional sin olvidar para nada su labor con su creación de nombre “Sinaí” donde trabajó más que mucho (junto con otras personas) y a la que dedicó, como obra suya que era, muchas horas de su vida. Y por eso podemos decir, sin temor a equivocarnos, que antes de perder la vista Lolo era un verdadero entusiasmado de su trabajo.
Y, entonces, aquel hombre que vivía la vida desde su sillón de ruedas, mostró, ahora sí quedó bien demostrado, que quien quiere… puede.
El después de quedarse ciego
No es poco cierto que perder la vista ha de ser algo terrible, en sí misma considerada tan pérdida. Sin embargo, en el caso de Lolo la cosa era aún peor porque se añadió a sus padecimientos el no poder ver. Y sí, estamos seguros de que le tuvo que pesar mucho y más que mucho como, también estamos seguros de esto, nos pasaría a cualquiera de nosotros.
Lolo, sin embargo, no se arredró.
En realidad, no es que no se arredrara sino que casi todos los libros que publicó los escribió después de perder la vista…
Esto, dicho así, podría parecer raro pues… si no veía, ¿cómo podía publicar como lo hizo?
Es cierto que aquí entran en juego otras muchas personas que echaron una mano (vamos, muchas manos) al bueno de Manuel. Y, sin embargo, eso no disminuye para nada el valor de lo que hizo Lolo desde que perdió la vista hasta el día (casi el mismo) que subió a la casa del Padre, un 3 de noviembre de 1971.
Lolo escribió libros pero siguió publicando artículos en la prensa local y nacional, como hemos dicho antes, con un ritmo que es casi inimaginable para alguien que no ve y que, como es obvio, no puede tener acceso a lo escrito en los medios de comunicación como tenía antes de no poder ver nada. Sin embargo, eso a nuestro amigo parece que no le importó nada. Y cuál no sería su espíritu que lo contagió a muchas personas (empezando por su todo-todo Lucy, su hermana) que pusieron todo de su parte para que aquello que salía de la mente pero, sobre todo, del corazón de Lolo no quedara ahí, como no dicho o escrito sino que, al contrario, muchas personas pudieran gozar de eso. Y no sólo gozaron entonces, conforme iba publicando sino que hoy mismo, nosotros, tantos años después de su marcha al Cielo, seguimos gozando mucho y más que mucho.
Lolo, por tanto, al perder la vista, se agrandó como persona y se vino arriba, así de simple y sencillo. Y eso, se diga lo que se diga, sólo lo pueden hacer aquellos que están tocados por la mano de Dios. ¿o no?
En fin… hemos podido darnos cuenta de cómo era Lolo y de cómo, muy a pesar de todos los pesares que podamos atribuir a su vida, se relacionaba con el mundo y de cómo nos sirve de ejemplo ante todos nuestros quejidos y nuestros lamentos.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Entender el sufrimiento es un bien más que importante.
Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bienvenido, amor”
“La verdad, como el alba, nos trae la luz y la alegría; por eso Dios es así de infinitamente iluminante y jubiloso” (13)
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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