La Palabra para el Domingo - 1 de enero de 2023
Como es obvio, hoy no es domingo 1 de enero de 2023 sino sábado, 31 de diciembre de 2022. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.
También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta, pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.
Lc 2, 16-21
“16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; 18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. 19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. 20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. 21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.”
COMENTARIO
Y le dieron el nombre de Jesús
Muchas veces nos planteamos, ante esta fecha tan simbólica, un ánimo nuevo, con ganas de comienzo, con ganas de renovar aquello que creemos debemos eliminar de nuestro comportamiento y con ganas, al fin, de crecer en cuanto personas, conocedores de que nuestro amor crece con eso. Con este día, 1 de enero, puede ser, para nosotros, o trazar, así, un camino que seguir. Y María, Madre, nos acompañará, como entonces, para darnos cobijo como lo dio a su niño Dios y porque había sido elegida por el Todopoderoso para cumplir aquella gozosa y, luego, terrible misión.
Los pastores, sin embargo, venían de una pequeña tribulación. El Ángel del Señor, pensemos que, con toda su majestad y luz, se les apareció. Como dice Lucas (2,9) “ellos se asustaron”. Sin embargo, tras mencionarles lo que había sucedido: que esa esperanza tan soñada, el Mesías, el Señor, estaba ya entre ellos muy cerca, en Belén, ellos creyeron, mostraron claros síntomas de fe (al creer en lo que no había visto) y partieron en busca del pesebre.
He aquí un arquetipo de la entrega a Dios. Los más pobres, y seguramente despreciados de su pueblo, son los que reciben esa gran noticia de que Cristo ha nacido. Y ellos, sin dudarlo siquiera, partieron, raudos, ha contar lo que les había sucedido; “fueron de prisa”, dice el texto.
Y allí estaban, como el Ángel les dijo. En esa pobre morada se encontraban María, José y el niño. Este último acostado, descansando de su venida al mundo. Y comprendieron que lo que creyeron era cierto, que todo lo que se les había dicho se había cumplido.
Por otra parte, siempre nos imaginamos a María y a José en actitud admirativa hacia su hijo, y así los representamos en nuestros Belenes navideños; admirados de que ilustres personajes y pobres hombres, hubiesen ido hasta aquel lejano rincón del imperio, para agradecer a Dios su amor por los hombres.
Ya María, como bien dice el evangelista, “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,19), al igual que, luego, hiciera en la presentación del niño en el templo ante las palabras de Simeón y Ana que veían, en Jesús, al Mesías esperado.
Estaban, así, contemplando, mirando, siendo los bienaventurados que aceptaron esa misión tan comprometida de padres del Hijo de Dios, entregados por completo a la providencia del Padre.
Para que no pueda decirse que los padres de Jesús no cumplían con la Ley (diría más tarde el Salvador que no había venido a abolir la Ley sino a darle cumplimiento) cuando acuden al templo a circuncidar al niño han de cumplir, ahora, con la Ley y voluntad de Dios: “concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús” (Lc 1,31) le había dicho Gabriel a María que, ante el temor y arrobo de esta, le infunde confianza en su mandato. Así, aceptando lo dicho por el enviado de Dios; ponen ese nombre, Jesús, al que iba a ser siempre el Emmanuel (como, siglos antes, ya profetizara Isaías, en 7,14).
Confiados de este amor de María, Madre de Dios y Madre nuestra, hemos de aceptar la voluntad de Dios como ella la aceptó, guardando en nuestro corazón aquello que, con relación al Padre, y a su Hijo, y al Espíritu Santo, pueda acaecernos ya que es allí donde está su templo.
Y vayamos, de prisa, siempre, al encuentro de Cristo, como lo hicieron los pastores, sin miedo a lo que suceda, con una fe ilimitada porque nos espera el Hijo de Dios, Aquel que fue enviado al mundo porque el mundo, sin saberlo parece, lo necesitaba.
PRECES
Por todos aquellos que no confían en la venida del Cristo al mundo.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no tienen esperanza en Dios.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a aceptar la presencia de Cristo en nuestra vida.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Todo se cumplió como estaba escrito; todo.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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