Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher –7. Sobre lo que fue y lo que es

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Continuamos, por cierto, y ya terminamos, con la carta que envía el 30 de abril de 1944.Y decía, en un momento determinado (numerada con el número 20 desde que empezó a hacer eso), esto: 

“Aunque sin ti no tengo a nadie con quien dar voz a mi pensamiento. Primero empecé a escribir la ‘H. de los Gnomos’ en cabañas del ejército, atestadas, llenas de los ruidos de los gramófonos; y allí te encuentras tú, en la misma prisión. Que también tú puedas escapar… fortalecido. Cuídate en cuerpo y alma de todo modo adecuado y posible, por el amor que le tienes a tu padre.”

Claros paralelismos. Eso es lo que, al menos en un aspecto importante de la vida de Tolkien padre e hijo, podemos apreciar en esta última parte de la carta que aquel 30 de abril de 1944 escribió el autor de “El Hobbit” (tal obra sí la había publicado en aquel tiempo) para aquel que andaba en la guerra lejos, muy lejos de su hogar común. 

En realidad, el apoyo que tenía J.R.R. en su hijo Christopher debió ser más que grande. Y así debió ser porque le dice algo que es, sin bien lo pensamos, verdaderamente terrible y que expresa muy bien su situación personal al respecto de su obre: “Sin ti no tengo a nadie con quien dar voz a mi pensamiento”. 

Ciertamente, la unión entre padre e hijo era más que importante pues, de otra manera, podría decirle algo así como “no te preocupes pues de lo mío hablo con tal o cual persona y me apoyo en sus comentarios o auxilios…”. No, no es eso lo que dice sino que no podía disimular una realidad como ésa.

 

Es verdad que Tolkien padre era una persona más que adulta y madura en todos los sentidos. Sin embargo, eso no le impedía mostrar una dependencia así a su hijo que se encontraba en la guerra como él mismo lo había estado unos años antes. Es decir, el amor que sentía por Christopher no quería esconderlo debajo de ningún celemín y lo manifestaba así, a las claras. Lo quería con todas las fuerzas de su corazón y para nada quería que sufriese daño alguno y, en fin que se pudiera librar de la contienda, creemos nosotros, como le pasó a él mismo. 

El caso es que pulula por estas letras enviadas a Sudáfrica un ambiente, digamos, muy particular y, por eso mismo, personal: todo el mundo subcreado por Tolkien padre tiene un origen en el tiempo, empezó a escribirse en un momento determinado y que no fue otro que la I Guerra Mundial. Allí, en las trincheras, como nos dice J.R.R (bueno, él habla de cabañas que sería donde escribiría pero nos podemos imaginar el ambiente de aquella guerra, precisamente, “de trincheras”) fue donde un mundo más que especial, uno alejado pero no tanto del que vivía personalmente allí puesto por las circunstancias de la vida, nació. 

Allí, en aquel ambiente que no era nada sano para el cuerpo (enfermó en tales circunstancias, no precisamente, de una bala de fusil o de cañón sino por un muy oportuno bichito…) ni para el alma fue donde la imaginación de aquel portento intelectual llamado John Ronald Reuel supuso una tabla de salvación que pudo consolarlo del ambiente infernal en el que vivía y que tanto reflejo tuvo en su obra de título “El Señor de los Anillos” e, incluso, por ser anterior en el tiempo, en “El Hobbit”. 

Eso es lo que “fue”, lo que le aconteció a nuestro escritor favorito y preferido pero también “es” lo mismo para su hijo Christopher que tanta unión tenía con su padre y al que, por decirlo así, sustituyó (en lo que eso sea posible) tras su muerte en la labor difusora de la obra del primero de los dos. 

Por otra parte, la consideración que tenía J.R.R. Tolkien de la guerra no era la mejor pues, incluso, aunque creyera que pudiera considerarse justa, no lo consideraba sino una “prisión” o, lo que es mismo, un lugar en el que lo han puesto y no puede escabullirse. Por eso ansía que Christopher se cuide y que salga con bien, en el cuerpo y en el alma, de todo aquello. 

Bueno, ya que hemos nombrado al “alma” como necesitada también de cuidado, no es nada extraño que el padre diga al hijo que no sólo debe cuidarse de cuerpo pues, de lo contrario, habría ignorado la otra parte, por decirlo así, que forma al ser humano creado por Dios. 

Que Tolkien padre pida al hijo que cuide su alma sólo podía querer decir que no dejase que las circunstancias la corrompiesen y la hicieran de menos y pudiera sucumbir a todo lo que en una guerra se puede llegar a sucumbir. Y es que si el cuerpo es crucial para la vida del hombre, no podemos decir que su alma sea cosa baladí o de poca importancia sino, justamente lo contrario: sin alma limpia no puede haber ni presente limpio ni, sobre todo, futuro provechoso. 

Acude el padre a demandar, por decirlo así, o, mejor, a recordar, el amor que Christopher tiene por él. Y es que como está seguro del mismo no duda en decirle que se apoye en él para poder salir bien parado de las ocasiones en las que no tuviera apoyo o similar. Y es que, se diga lo que se diga, en la distancia (más aún) el amor sabe a qué atenerse, a dónde echar mano y cómo ayudar a sobrevivir.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

1 comentario

  
Ronin
Llevo unos días reflexionando sobre esta carta que estás subiendo y un poco las circunstancias vitales que tuvieron que vivir los Tolkien.

Todo lo que estamos viviendo ahora me preocupa. La terrible guerra en Ucrania y todos los que están sufriendo por ella. Y egoístamente el momento económico tan malo que vivimos. Y no parece que vaya a cambiar a corto plazo.

Pero luego pienso en los Tolkien, que sufrieron unas guerras terribles en verdad. Y en primera fila, no de refilón. O mis abuelos, que sufrieron la Guerra Civil y los duros años de la postguerra y pienso que soy un blando.

Muchas veces los arboles no nos dejan ver el bosque, si usted me entiende.



EFG

Le entiendo perfectamente y estoy totalmente de acuerdo con usted.
12/03/22 8:25 AM

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