Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 4. El dificultoso camino de un libro, del Libro
Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.
Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden…
Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 5 de abril de 1944 al hijo citado arriba. Y decía, ahora, esto:
“Me he embarcado seriamente en un esfuerzo por acabar el libro y me he estado acostando más bien tarde: ha sido necesario reescribir e investigar mucho. Resulta bastante difícil adquirir de nuevo el ritmo. He vuelto a Sam y a Frodo, y estoy tratando de elaborar sus aventuras. Unas pocas páginas a cambio de mucho sudar; pero en este momento se encuentran con Gollum al borde de un precipicio. ¡Cuánto trabajo has puesto en la mecanografía y qué bellamente escritos están los capítulos! Me gustaría tener todavía cerca a mi amanuense y crítico. “
Para empezar, digamos que volvemos unos pocos días en el tiempo pues esta cara es, como ponemos arriba, del 5 de abril de 1944 y a la que nos referíamos en el artículo anterior era del 30 del mismo mes y año. Y es que aquí encontramos algo importante (al menos, a nuestro parecer) en la producción literaria de Tolkien padre.
Al respecto de las palabras de J.R.R., es cierto y verdad que, para quien se haya dado a la escritura, lo hiciera en el pasado y tenga idea de hacerlo en el futuro, nada hay más verdad que lo que nos dice nuestro autor: ¡qué dificultad tiene, a veces, escribir!
Es verdad que cada uno a su nivel tiene sus dificultades pero no podemos negar que las que recaían sobre el autor de “El Señor de los Anillos” eran bien grandes: su vida personal, su tarea como profesor, los hijos… en fin, que no podemos decir que el buen hombre tuviera mucho tiempo libre pues, según leemos en alguna carta, hasta de dar de comer a las gallinas y limpiarlas se ocupaba el hombre…
De todas formas, empecemos por el final de esta carta.
Sin duda que un padre echa de menos a un hijo y, más aún, cuando el mismo no es que se encuentre por trabajo lejos de donde vive habitualmente sino que el mismo se encuentra lejos por trabajo militar y, además, en todo el meollo de un conflicto mundial como fue la II Guerra Mundial. Y es lo que le pasaba a Tolkien padre al respecto de Tolkien hijo. Y es que, como sabemos, se había convertido en el ayudante perfecto para el escritor: lo conocía a la perfección, gozaba con lo mismo que su padre y, además, tenía el ímpetu necesario como para “soportar” algo tan dificultoso como era aquello que escribía su Padre.
Decimos, por tanto, que lo echa de menos: tanto al amanuense como al crítico pues seguro que Christopher no se limitaba a, eso, “echarle una mano” sino que no dejaría de pasar la oportunidad (como corresponde a todo atento ayudante) de decir esto o lo otro al respecto de lo que se estaba escribiendo. Y estamos seguros de que eso, tal labor, era muy agradecido por J.R.R., que le venía muy bien tener a alguien que hiciera eso…No podemos negar, porque lo dice él mismo, que la labor de escribir su obra cumbre, a saber, “El Señor de los Anillos”, debió ser hercúlea, por el esfuerzo de todo tipo que tuvo que hacer el hombre. Los años que tardó no lo fueron, digamos, por falta de intensidad en lo que hacía sino porque Tolkien padre era tan perfeccionista (“investigar mucho”, dice aquí) que no daría un paso en la escritura sin tener muy en cuenta hasta el más mínimo detalle. Por eso escribe que el resultado de obtener algunas nuevas páginas, pocas, fue a costa de “mucho sudar”. Y es verdad que, de tal labor, han/hemos salido beneficiados los lectores que, a lo largo de las décadas han agradecido que J.R.R. fuera como fue y que no se tomara lo que hacía a la ligera.
A lo mejor Tolkien padre pensó, cuando empezó a escribir este libro, que la cosa no iba a ser para tanto y que, al cabo de un tiempo (no tan largo, evidentemente) podía dar a la luz pública a lo que le habían pedido y que era, por decirlo así, una continuación de “El Hobbit” aunque él bien sabía que eso no podía ser y que Bilbo había dejado bien claro que lo suyo había llegado hasta allí, hasta al final del libro en el que es más que protagonista. Y por eso debió empeñarse el profesor de Oxford en, sí, tener en cuenta lo escrito en el otro libro y hacer uso, digamos, del “universo” de la Tierra Media que había subcreado sin olvidar, claro está, en su corazón, su Silmarillion que no pudo ver publicado en vida. Y es que, como de allí surgió todo, es claro que mucho de lo que iba a pasar (y que aún no sabía como también nos dice en alguna carta) debía tener relación con el Principio, con la Primera Edad y, en fin, con lo que fue el origen de todo aquello que lo traía por el camino del sudor y del esfuerzo literario.
Es verdad que, cuando se pierde el ritmo de la escritura es difícil volver a retomar la cosa pues pueden aparecer obstáculos en la cosa que el tiempo ha puesto por medio. Y eso es lo que le pasa a nuestro autor y por eso le dice a su hijo militar que le está costando bastante “adquirir de nuevo el ritmo” lo cual ha de querer decir que, en un tiempo pasado sí tenía adquirido tal ritmo y que las más diversas circunstancias que le habían afectado habían acabado por obligarle, digamos, a parar la cosa… Pero ahora, al parecer, se había vuelto a enganchar a su propia historia, a su propio cuento, y eso suponemos debía hacerlo feliz, a pesar de los pesares… Sí, esfuerzo; sí, trabajo pero, al menos, el camino recorrido estaba siendo desbrozado de realidades y circunstancias que le habían imposibilitado seguir recorriéndolo sin tener que pararse en el recorrido hacia el Monte del Destino.
El caso es que, como sabemos, con el tiempo (¡aún algunos años!) el barco llegaría a buen puerto que, como podemos imaginar, sería el de los Puertos Grises de donde partían las embarcaciones hacia mejores tierras…
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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