Ventana a la Tierra Media–Y de la música surgió todo - 5
Existía donde Ilúvatar y el Vacío exterior. Y Melkor tomó del Vacío la negritud y lo oscuro y lo trasladó junto a los demás Ainur. Y surgió una discordancia que fue el inicio de la existencia del Bien y del Mal, de la Creación y de la destrucción.
Hacía ya unas semanas que estaban escuchando aquel cuento aunque todos sabían que, en realidad, no era algo inventado para entretener a los niños antes de irse a dormir sino que era algo que había pasado hacía mucho, pero que mucho tiempo. Y, sin embargo, a todos gustaba escuchar lo que en el Principio había pasado porque era parte de su propia historia.
Pues bien, empezó diciendo quien era, al fin y al cabo, el narrador de todo lo que pasó, la semana pasada acabamos diciendo que Manwë y Ulmo fueron siempre muy buenos amigos. Y en tales estaban cuando de repente se hizo la oscuridad.
-¿Cómo que se hizo la oscuridad?, preguntó uno de los presentes.
Sí, de repente se hizo la oscuridad, como digo. Ellos no la conocían porque, si no es en su pensamiento, no sabían qué era en verdad. Y es que lo que habían visto no era más que una visión que Eru les había procurado para que vieran el resultado de su música. Y ellos se entristecieron porque amaban lo que habían visto.
Sin embargo, ellos quisieron que todo fuera real y conocer, de verdad, a los hijos de Ilúvatar pues es verdad que no pudieron conocer lo que pasaría después de todo aquello y, ni siquiera, lo que sería el fin del Mundo pero los Ainur quería saber más, poder encontrarse, incluso, con Elfos y Hombres…
Los Ainur se inquietaron y se preocuparon pues creyeron que todo aquello que, creían, habían hecho con su música, no era más que algo que veían en visión. E Ilúvatar, conociéndolos más que mucho quiso tranquilizarlos. Y entonces…
Y nuestro narrador quedó un momento en silencio y eso desconcertó a los que lo escuchaban. Y los desconcertó tanto que tampoco dijeron nada, expectantes como estaban, hasta que salió de su silencio y dijo:
Y entonces dijo Eru ¡Eä!
- ¿Y qué quería decir eso?, se oyó a varias voces preguntar.
Pues quería decir algo así como “Sea” y todo lo que los Ainur habían visto en visión se hizo realidad.
Pero hubo más porque Ilúvatar quiso que la Llama Imperecedera fura el corazón del mundo y la envió al Vacío… Y los Ainur vieron como una luz, lejana. Y les parecía un corazón en llamas. Y dejaron de mirarla para comprobar, con todos sus sentidos, que Eru había creado el Mundo y que aquel “Eä” había sido, en verdad, el Principio de su real existencia. Y todo se hizo según la voluntad de Ilúvatar, eterno entre los inmortales…
Entonces Eru les dijo a los Ainur que podía escoger entre quedarse con Él o morar en el Mundo. Y algunos descendieron a la creación de Ilúvatar.
-¿Quiénes fueron?, se escuchó al fondo de la sala.
Pues fueron Manwë, Aulë y Ulmo. Ellos quisieron morar en el Mundo porque se habían enamorado de sus criaturas. Y por eso los llamamos los Valar porque son los poderes del Mundo.
De todas formas, Eru les puso una condición que debían cumplir. Y es que, a partir del momento en el que ellos descendieran al Mundo los poderes que les habían sido otorgados por el Creador debían estar limitados al hacer en el Mundo y que el Mundo sería su vida y, a la vez, el Mundo la vida de ellos.
A lo mejor creéis que cuando aquellos Valar entraron en el mundo se lo encontraron todo hecho… Pues no, vieron que muchas cosas no estaban terminadas y que era algo así como que aún no todo había empezado…
En realidad, aquella música que ellos hicieron en los Palacios Intemporales había sido, sólo, algo como para que vieran lo que podían hacer con ella pero en el Mundo aún tenían muchos trabajos que llevar a cabo.
Aquellos que habían querido descender al Mundo comenzaron a llevar a cabo muchos trabajos. Y es que allí había muchos espacios desiertos y otros muchos que aún no habían sido explorados. Y ellos no perdieron el tiempo y dieron rienda suelta a las ansias que tenían de que todo estuviera terminado para goce de los hijos de Ilúvatar.
Y, entre aquellos trabajos, no fueron poco importantes los que estaban hechos para hacer las estancias de los hijos de Eru pues debían tener unas cuando vinieran al mundo.
Y sin embargo no todo era tranquilidad porque allí también estaba alguien que, como sabéis por lo que habéis escuchado, no quería el bien para nadie sino que siempre malmetía en contra de lo que hacían los Valar.
-¡Melkor, seguro que era Melkor!, se escuchó al unísono en aquella sala de cuentos.
En efecto, era aquel Ainur, tan poderoso que quiso desafiar el mismo Ilúvatar y ansió que todo aquello fuera suyo. Y no sólo lo pensó sino que, además, se lo dijo a los Valar. Y ellos, seguramente, supieron que sus problemas acababan de empezar. Y vaya si empezaron…
Y hasta aquí, niños, esta parte del cuento-verdad. ¡Ah!, y la semana que viene conoceréis el final de todo aquello, hasta dónde llegó la música.
(Continuará)
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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