Serie tradición y conservadurismo – Ser conservador o progresista
“Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.“
G.K. Chesterton
Hay temas que dan, digamos, para establecer separaciones, así digamos, a lo bruto y sin anestesia. Así, solemos decir mucho eso de que “o es blanco o es negro” o, también, “estás conmigo o contra mí”. Y eso, en realidad, se hace por la sencilla razón de que a veces es necesario que las cosas estén claras para que nadie se lleve a engaño y, si es posible, no se den equivocaciones o malentendidos. Así, ya sabemos a qué atenernos si una cosa se lleva a cabo según se debe hacer o no se hace según le corresponde ser hecha o, también, si debemos confiar en alguien o lo debemos mirar más de una vez antes de darle la mano…
En realidad, esto es un simple mecanismo de defensa ante lo que pasa en el mundo porque, queramos ser buenistas o no, lo que hay es lo que hay y cuanto mejor quede todo dicho con claridad meridiana mejor caminaremos por el mundo en el que nos tocado vivir.
Pues bien, existen dos términos que definen más que más las cosas en general y, por decirlo pronto, encasillan (seguramente) a las personas en lugares distintos del espectro político, como suele decirse. Y nos estamos refiriendo a las palabras “conservador” y “progresista”. Y es que es cierto y verdad que se puede ser de un grupo o de otro pero de los dos… vamos, como que no. Y lo demás, aquellos que quieren situarse en el centro para pescar a río revuelto… en fin, que andan a verlas venir para ver a dónde arriman su sardina, al ascua que mejor les venga. Y eso, realmente, es una forma torticera de comportarse como fácilmente puede verse con tan sólo mirar atentamente lo que pasa en la política de hoy día.
Partimos, pues, de decir que existen personas que se dicen conservadoras y lo son; existen quienes dicen que son progresistas. Y así estamos.
Ciertamente, es posible que se sostenga que, de todas formas, no vamos a ser tan estrictos en la definición de la cosa y que, al fin y al cabo, a veces el sol calienta en un lugar y luego, en otro. Y así nos va, por decirlo de tal manera que se entienda lo que popularmente se da en llamar “cambio de chaqueta”. Y no. Nosotros preferimos la misma chaqueta, que es la conservadora, aunque pueda parecer que se ha quedado vieja porque sabemos que es voluntad de Dios que no se caiga a tiras por muchos remiendos que tengamos que hacer sin que por eso queramos decir que, a base de arreglos, se nos ha quedado una chaqueta totalmente distinta. Y es que eso sería cambiar de chaqueta haciéndolo peor que aquellos que, simplemente, se quitan una y se ponen otra como suponemos ustedes entienden.
Hasta hora, digamos, hemos establecido lo que podríamos denominar “generales de la ley” de la distinción existente entre conservadurismo y progresismo. Pero, como podemos suponer, hay mucho más.
Diera la impresión, para empezar, que ser conservador es algo así como manifestar un ser troglodita o muy pasado de moda y que, en realidad, lo que se pretende siéndolo es que nada avance y todo se quede atascado, ahí, en un lugar de la historia más que pasado. Resulta, de todas formas, curioso que siendo eso posible haya sido la Iglesia la que haya promocionado, nada más y nada menos, que la Universidad en siglos nacientes de la misma. Y que luego la misma se haya alejado de Dios es propio, eso sí, del progresismo al que tanto debemos, pero al revés.
Deberíamos decir, como no puede ser de otra forma, que en el espíritu del conservador no entra la palabra “antaño” como una especie de anquilosamiento sino, en todo caso, como lo que supone un aprendizaje de lo hecho hasta ahora y que, por tanto, nada de lo que haya sido bueno en el pasado puede ser malo ahora porque tiene la costumbre como instrumento de uso del ser humano y la misma le proporciona, por decirlo así, un ser que tiene verdadero fundamento humano, espiritual y material pues aquí no puede disociarse una realidad de la otra como se pretende hacer por parte del progresismo que ve, en tal separación, un instrumento de, se dice desde el mismo, superación del conservadurismo y, luego, de un avance, de un progreso hacia… ninguna parte que sea buena o mejor.
Cuando el conservador dice que se atiene a mucho de lo hecho en el pasado lo hace porque sabe que es lo “natural” o, lo que es lo mismo, lo original. Y, por tanto, querer cambiar eso so capa de un supuesto progreso no es más que manifestar un ansia por darle la vuelta a la tortilla cuando, en realidad, aún no se ha hecho por un lado pues gusta más lo crudo (lo que cambia, lo mudable) que aquello que tiene verdadero fundamento.
Ser conservador supone, por otro lado, que se tienen las cosas muy claras. Y, por tanto, no resulta fácil cambiar aquello que ha dado buenos resultados a lo largo de la historia y que se sabe que puede ir, incluso, a mejor. Y cuando alguien hace caso (y no olvida) sus principios y no los muda (como aquella famosa frase de Groucho Marx que venía a decir que aquellos eran sus principios y que si no era del gusto de su interlocutor tenía otros…) es más que probable que su conducta de vida sea la que tiene que ser por parte de alguien que no tiene el pensamiento volandero y no se deja llevar por cualquier viento de doctrina, como quedó dicho en la Sagrada Escritura y como todo creyente cristiano sabe y más que sabe aunque no siempre lo demuestre en su vida ordinaria.
Ser conservador también supone tener unas raíces fuertes desde las que sustentar una existencia de la que se pueda predicar que tiene sentido y fundamento. Y no es por casualidad (la cual, por cierto no existe sino sólo la santísima Providencia de Dios) que sea la Roca que es Cristo sobre la que se ha de construir y, fuertemente arraigada la construcción de nuestra vida en tal Roca, sea nuestra vida una que lo sea acorde con la Voluntad de Dios que es, recordemos, a lo único que debemos atenernos aunque no sea, por desgracia, el más común de los comportamientos…
Ser conservador, término que repetimos para que se nos entienda, no es otra cosa que dejar las cosas que deben estar como deben estar… ahí, ni más ni menos. Y no es por falta de ambición o por algo así como no querer que las cosas vayan bien. Y es que, en realidad, las cosas van bien cuando se arriman al Bien y no se acercan más de la cuenta al Mal y a sus secuaces los cuales, como ha pasado tantas veces a lo largo de la historia de la humanidad, tienen la manía de dar al traste con todo lo bueno que pueda haber en el mundo porque tienen la mala costumbre (que aquí, en lenguaje antiguo pero válido, ¿ven ustedes?, podemos llamar “mala o desaguisada”) de imponer unas ideas que suelen ser más retrógradas de lo que pueden creer los que se postulan a su favor. Y eso lo vemos fácilmente con todo lo que suponga la muerte del prójimo en todas sus vertientes, sea el aborto, la eutanasia o lo que, malamente, pueda salir de sus nigérrimas mentes.
Y ser conservador, ya por último, supone mirar hacia el futuro teniendo en cuenta lo pasado hasta ahora. Y es que malamente podemos hacer que la humanidad siga el camino que le ha de llevar al definitivo Reino de Dios, llamado Cielo, si estamos a verlas venir y a permitir que nuestra existencia sea tipo “veleta” que se mueve según el viento que le venga. No. A nosotros nos viene la mar de bien tener las cosas claras y no hacer como si a cada momento se nos tuviera que asesorar, cuando no imponer, acerca de esto o lo otro como si no tuviéramos claro qué es lo que nos conviene y por dónde debemos caminar.
En realidad, aquellos que se hacen denominar progresistas ya sabemos lo que entienden por “progreso”. Y qué cosas que nunca tengan que ver con un desarrollo armónico del ser humano sobre unas bases fuertes se proponen desde ahí sino, al contrario, siempre tiene todo que ver con lo que resulte ahora, de ahora mismo y todo lo demás se tiene como no dicho, hecho o propuesto. Y eso, digan lo que quieran decir los adalides del progresismo, no es más que una forma moderna de caer en la fosa de la que tanto habla el salmista y no darse cuenta de que se está a un paso de caer en el precipicio.
Y sí, nosotros nos gozamos con el conservadurismo y creemos que el progresismo no es más que la forma que tiene Satanás de actualizarse. Vamos, de ser como siempre pero en ahora.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Sólo lo bien hecho ha valido y vale la pena.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
2 comentarios
Dejar un comentario