Serie tradición y conservadurismo – Resilientes por la fe
“Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.“
G.K. Chesterton
Pues sí. Resulta que hay una palabra que se ha puesto de moda y que supone, en verdad lo decimos, una forma de insuflar aliento en los corazones de aquellos que lo necesiten cuando lo necesiten. De todas formas, no es que antes lo que significa la misma no se llevara a cabo (ejemplos de eso los tenemos a lo largo de la historia de la cristiandad a porrillo) sino que ahora se le ha dado una forma concreta que, a qué negarlo, nos viene la mar de bien.
El título de este artículo pone negro sobre blanco a qué palabra nos referimos que no es otra que “resiliciencia” que, así dicha, parece un palabro que no se entiende por lo extraña que es la misma. Pero una vez veamos a que se refiere, a lo mejor (seguro) la vamos a utilizar más de una vez en lo sucesivo. Y no es que sea un descubrimiento la misma pero, dadas las circunstancias en las que nos movemos los cristianos nos viene, como se diría en la Sagrada Escritura, como miel sobre hojuelas que viene a ser lo más dulce que uno se pueda llevar a la boca, aquí, corazón, por lo útil de la cosa.
Digamos que resiliencia es la capacidad de optar por la superación antes que por dejarse vencer por las circunstancias que han de ser malas pues, de otra forma, no habría necesidad de superarse. Y, pues, resiliente es aquella persona que muestra tal capacidad que le he de venir de perlas para su vida si la misma es de tal forma que ha de superarse. Y si hablamos de un grupo grande de personas… pues lo mismo.
Cuando hablamos de un grupo grande de personas estamos pensando, sí, en el que formamos los discípulos de Cristo. Y aquí no se habla de algunas de las muchas divisiones que, por desgracia, existe. No. Hablamos, así, en general, de “todos” los cristianos que en el mundo somos y, como diría aquel, nos movemos y existimos. Y es que las circunstancias que, al respecto de nuestra fe, se están dando, no afectan a unos más y a otros menos sino a todos por igual. Y por eso lo del “grupo”.
Pues bien, sabemos muy bien lo que pasa:
-Desprecio de Dios,
-Ignorancia ante la fe,
-Aberraciones múltiples,
-Ataques a cristianos con sangre de por medio,
-Violaciones del derecho a la libertad religiosa,
-Imposición de ideología de género,
-Imposición del Nuevo Orden Mundial,-Imposición, por lo fáctico, del ultraindividualismo,
-Imposición de un globalismo excluyente,
-Existencia de grupos económicos prominentes que pretenden dominar el mundo,
-Existencia de un marxismo estructural que lo domina todo,
-Voluntad de implantar el reinado del Anticristo,
-Voluntad de mantener al mayor número de personas en la ignorancia al respecto de la voluntad dominadora de ciertas élites mundiales y,
-Establecimiento de medidas coercitivas y limitadoras de los derechos individuales bajo escusas varias (por ejemplo, el virus que asola al mundo)
Y así podríamos estar un largo rato pues es cierto y evidente, por lo que pasa, que, en efecto, hay esto y mucho más acerca de lo que se pretende imponer por mucho que se nos pueda tachar de conspiranóicos que es lo mismo que se hace desde el poder omnímodo cuando alguien se revela contra él y se le tacha de “loco” o algo por el estilo. Sin embargo, bien sabemos, que lo apenas dicho arriba, pasa y seguirá pasando. Y por eso nuestro comportamiento ha de ser el que es.
Entonces, en tales circunstancias (que no son producto de la imaginación ni nada por el estilo sino que son reales y bien reales que son…) es cuando entra, o debería entrar, el comportamiento resiliente que, de todas formas, no consideramos que siempre sea fácil hacerse cargo del mismo y llevarlo, desde nuestros corazones al exterior de los mismos y, en fin, que nos sirva, primero, para no venirnos abajo y, luego, si eso es posible, para plantar cara al Maligno que es quien, no lo dudemos, está detrás de todo esto.
Aquí decimos que nuestra resiliciencia ha de tener fundamento no en nada sicológico o algo por el estilo sino desde nuestra fe cristiana, verdadero azote del Mal si nos la tomamos en serio y no la tenemos como un adorno que nos venga en bien en según qué situaciones…
Al parecer, el concepto de resiliciencia ha pasado de ser considerado como algo individual a ser algo considerado como comunitario y, más allá, puramente cultural. Y es que, en realidad, debemos ser nosotros mismos los que manifestemos tal forma de ser para, luego, al formar parte del grupo de los discípulos de Cristo, conformar el que lo sea, también, resiliente que sería algo así como una barrera contra lo dicho arriba.
Con esto queremos decir, en primer lugar, que debemos compensar el mal que se está causando en el mundo; luego protegernos del mismo y, al final, desafiar las realidades que ya están en acto y también las que pudieran permanecer tan sólo en potencia de parte de los poderes que rigen el mundo. No sin ocultar que todo esto puede tener graves consecuencias para los que así nos comportemos pues ya sabemos cómo son el mundo y sus mundanidades…
En realidad, los cristianos debemos manifestar esa capacidad resiliente porque, en verdad, nos va la vida en ello y no podemos negar que hacer otra cosa que no sea eso nos va a llevar, sin duda, a la fosa de la que tanto habla el salmista por no haber sido capaces de plantar cara a la opresión que se ejerce hoy día sobre los discípulos de Cristo si bien pueda tratarse de una que lo sea, más bien, disimulada. Sí, disimulada pero real.
En todo caso, en cuanto creyentes cristianos resilientes nosotros debemos:
1. Identificar qué es lo que pasa porque pasa y bien que pasa,
2. Debemos tener una visión certera sobre nuestra realidad para que nos engañen y,
3. Actuar contra lo que creemos es perjudicial para nuestra fe.
Seguramente, habrá quien crea que esto es demasiado y que, en realidad, nada se puede hacer contra un monstruo que, en la actualidad, tiene tan grandes dimensiones que es posible que no nos demos cuenta de que nos está tragando. Sin embargo, quien busque la comodidad en su vida de fe y opte por un dejar pasar, por un mirar para otro lado o, en fin, por un hacer como si nada, es más que seguro que cuando quiera darse cuenta… nada podrá hacer, entonces nada podrá hacer, y sucumbirá ante la bestia.
Nosotros debemos, por tanto:
- Darnos cuenta de que el riesgo al que está sometida nuestra fe es real y que no se trata, como pretenden hacernos creer, de alguna rara teoría de la conspiración con la que quieren callar bocas y corazones y,
- Adaptarnos con éxito frente a lo adverso sin querer decir eso que aceptemos lo adverso sino, justamente, lo contrario.
Seguramente, como es fácil deducir de lo apenas aquí dicho, lo que se trata siendo resilientes por la fe es que sea nuestra creencia cristiana la que facilite en nosotros una forma de ser que no tenga nada que ver con lo que se pretende imponernos. Y eso es tanto como sostener que la misma, aquello que constituye nuestra vida espiritual, tiene que ver mucho y todo con nuestra vida real.
En realidad, el término resiliciencia tiene que ver sobre todo, con aquello que somos y que nos puede venir muy bien a la hora de enfrentar las malas artes de los que pretenden, primero, que no actuemos como debemos, digamos, en la vida ordinaria y, luego, que olvidemos lo que somos con el daño que eso puede producir no sólo a nosotros sino al mundo mismo que se vería desprovisto de una serie de valores y principios que han demostrado, durante muchos siglos, que son perfectamente válidos y que no han sido puestos y desarrollados sin causa o razón sino, al contrario, con causas y razones no sólo defendibles sino necesarias.
Todo esto se resume en decir que el término latino del que proviene esta palabra es “resilio” y que el mismo nos dice que se puede volver atrás y, por tanto, que nos conviene que, ante aquello que se pretende imponer en el mundo a nuestra fe cristiana, nosotros debemos, eso, ser resilientes y no dar nuestro brazo a torcer pues tienen intención cierta y verdadera de torcerlo. Y nosotros no vamos a permitir, nos va la vida en ello (y no siempre sólo la espiritual), que haya quien crea que todos los cristianos vamos a seguir las indicaciones/imposiciones de ciertos poderes que en el mundo son si eso supone olvidar lo que somos que no es otra cosa que hijos de Dios. Sí, de Aquel que nos hizo a imagen y semejanza suya y que no puede estar, para nada, de acuerdo, en que olvidemos eso que es tan básico y esencial.
Artículo publicado en The Traditional Post.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Sólo lo bien hecho ha valido y vale la pena.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
"Con esto queremos decir, en primer lugar, que debemos compensar el mal que se está causando en el mundo; luego protegernos del mismo y, al final, desafiar las realidades que ya están en acto y también las que pudieran permanecer tan sólo en potencia de parte de los poderes que rigen el mundo. No sin ocultar que todo esto puede tener graves consecuencias para los que así nos comportemos pues ya sabemos cómo son el mundo y sus mundanidades…"
La verdad la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo. Y en darnos cuenta de estas verdades, hay católicos practicantes, como la Dra. Chinda Brandolini, y librepensadores, a quienes mucho agradecemos por abrirnos los ojos y explicarnos de qué va el mundo.
"... plantar cara a la opresión que se ejerce hoy día sobre los discípulos de Cristo si bien pueda tratarse de una que lo sea, más bien, disimulada. Sí, disimulada pero real."
Sabemos quien es el padre de la mentira y el engaño. El que fue vencido por Cristo en la Cruz.
¡Viva Cristo Rey!
EFG
Pues sí... ¡Viva Cristo Rey!
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