Una ventana a la Tierra Media - ¿Cómo ha de ser la vida de un discípulo del Mal?

Como es lógico pensar, aunque a lo mejor no todo el mundo está de acuerdo en esto, suele gustar más ser de los buenos que de los malos. Y sí, quizá eso pueda resultar un poco maniqueo pero a nosotros no nos gustan las medias tintas ni estar nadando en dos aguas a la vez o en medio de las mismas… Es decir, como sabemos que hay Bien y hay Mal… pues preferimos al primero y no al segundo. 

Eso vale, digamos, para la vida actual, la real, la que cada uno llevamos pero, para el caso, también nos vale para la propia de la Tierra Media. Y es que, en esto, la realidad puede trasplantarse a la ficción que es lo que muchas veces hizo J.R.R. Tolkien o, en realidad, es lo que hace todo el rato… 

Pues bien, el ser de la parte que no quiere el daño para la otra supone incardinarse en el mejor de los mundos pues es una buena forma y manera de vivir sin agriarse el corazón y sin pretender empuñar algo más que una pluma para escribir, si ustedes nos entienden. 

Para esto, podemos imaginar la vida en La Comarca antes de todo lo que sucedería con el tiempo. Y la existencia de sus habitantes, ¡cómo decirlo!, era plácida no sin esfuerzo pero gozosa en sí misma. Y ellos, allí mismo, eran felices en el exacto sentido de la palabra. Y trabajaban, a lo mejor sin saberlo, para el Bien. 

Pero luego está lo otro. Y lo otro es, como podemos imaginar, la otra cara de la moneda que echamos al aire: el Mal y todas sus consecuencias.

Sobre el Mal, así dicho en general, mucho se ha escrito y se escribirá, como es de suponer. Y es que es un campo rico en miserias y otras lindezas que cualquiera puede imaginar. 

Pero dentro de Mal hay, lo mismo que hay en el Bien como hemos citado arriba, sujetos activos del mismo. Y no hablamos de los malos de solemnidad (Melko o Morgoth, Saruman y toda la patulea que más manda) porque tales seres malignos son, de por sí, ejemplo de malignidad. Nosotros queremos referirnos a eso, a los que ejercen el mal porque son enviados por el Mal a perpetrarlo. 

Todas las criaturas (Orcos, Trasgos, Dragones, Arañas, Balrogs, Nazgúls y sus Bestias Aladas, Trolls, Tumularios, etc.) que, por sí mismas, están puestas ahí por el autor de nuestras obras literarias preferidas, también tenían una vida, por así decirlo.

De todas formas, no es aquí vayamos a defender la bondad de tales criaturas, algo así, como teniendo cierta compasión de ellas. Bueno, compasión hay que tenerles pues no lo pasan demasiado bien, queremos pensar, por mucho mal que infrinjan a los que lo reciben. Sin embargo, lo que queremos decir es que su existencia también consiste en existir… 

Lo que caracteriza sus vidas es la falta de esperanza. Es decir, un mundo tan cruel como el que defienden está totalmente exento de luz. Viven en la oscuridad y eso es lo que propagan. Y, se diga lo que se diga, vivir así y existir de tal manera debe producir cierto malestar que se refleja en la forma de ser de tales criaturas: siempre malhumoradas, siempre con ansia de sangre ajena, siempre buscando al que consideran enemigo porque hay quien les ha dicho que lo es. 

No es poca la sensación de esclavitud que debe recorrer sus seres. Y es que el saberse dependientes de alguien que aún es peor que ellas mismas, no debe tranquilizar nada sino deben vivir con la espada de Damocles perpetuamente sobre sus cabezas, sean estas como sean. Y es que, en realidad, de la única libertad de que gozan es la de matar, robar, incendiar, etc.

El que esto escribe, a este respecto, ha leído en alguna parte (son tantas las partes que uno, en fin, acaba por no saber dónde ha sido eso…) que, en realidad, los Orcos no es que sientan respeto por su señor sino que lo que sienten es verdadero pavor ante la posibilidad de desobedecerlo en alguna orden recibida de parte suya, directamente, o de alguno de sus jefecillos que tanto abundan en el mundo del Mal. Y no dirán ustedes que tal forma de vivir es algo bueno y mejor sino, al contrario, algo malo y más que peor.

Es verdad que nunca deben tener paz en el corazón aquellos que tanto mal causa. Y, aunque podamos pensar que no la merecen por ser como son, lo bien cierto es que uno desearía un cambio radical para ellos. Sin embargo, esto también es cierto, bien sabemos que eso no es posible porque las cosas ya quedaron dichas cuando tuvo que decirlas J.R.R. Tolkien. 

Pero es que, además, ¿qué perspectiva de vida puede tener quien su visión está cercenada o, en todo caso, sólo tiene un sentido y el mismo es tan maligno? Pues, en realidad, la única que tienen tal tipo de seres es la que tenga para ellos su amo, pues amo es quien ejerce así sobre los que considera propiedad suya. 

En fin… ciertamente, no nos negarán ustedes que contemplar una existencia como la que llevan los servidores del Mal no nos hace creer que estamos en el buen camino escogiendo el Bien.

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.