Una ventana a la Tierra Media – Versos, a su modo, para un genio
Es cierto y verdad que esto por mucho que lo digamos,
y pensemos y escribamos y queramos ser más que francos,
estamos más que seguros que cortos siempre quedamos.
Hagamos, de todas formas, un esfuerzo bien supremo,
midamos, pues, su luz, en nosotros, lo dejado.
Cuando uno mira de cerca aventuras denodadas,
batallas de sangre cierta, entregas de amigos y damas,
y sabe que los valores, los mejores que allí existen,
defiéndense con la vida, con la hacienda y con el alma,
sabe, a ciencia cierta, con seguridad no exagerada,
que es en la Tierra Media, donde se encuentra su espada,
pues no hay lugar conocido, ni inventado ni siquiera imaginado
que sostener sea capaz, con seguridad y sin exagerarlo
todo bien que vence a mal más allá de lo avistado.
Es cierto más que nada, y nos gusta por eso citarlo,
que nuestro Maestro, el de Oxford y otros lares,
ha sabido elaborar, y decimos subcreado,
una tierra do vivir no es labor de cobardes,
un lugar, un ser, una historia sin alarde
donde vence quien sabe, quien su alma pone en ello
y no se deja amedrentar, quien tiene en su haber un querer,
entre sus cejas un sino, algo así como saber
que allí tiene su destino, y en cumplirlo no hay desmayo,
obligación que sea otra o un pensamiento a desmano.
Tierra Media dibujada por las palabras bien ciertas,
por sílabas acertadas y con los acentos seguros,
donde el Hobbit dignifica todo el ser de una raza,
donde el Elfo nunca muere si no es bajo cierta amenaza
o bien pueda la tristeza encogerle corazón y alma,
donde el hombre, criatura limitada,
tiene el don de Ilúvatar que los Elfos envidiaban.
¿Puede acaso la muerte ser objeto de alabanza?
Decimos que hay algunos, poderosos en saberes,
centenarios en sus vidas, guías de otros vivientes,
que sobre tal realidad muchas horas pensaran
llegando a la conclusión, y más que mucho meditada,
que ver morir a los amigos por no ser razas de Cuivienen,
es cosa de pensar y no muy buena ganancia.
Genio donde los haya, escritor de horas largas,
definidor de los límites, de lo fantástico dueño,
camino para llegar hasta un mundo no pequeño,
subcreador que quiso, por encima de otras cosas,
certificar por su mano, dejar para siempre bien claro,
que el Bien ha de vencer, que lo malo hay que quemarlo,
que todo lo bueno es bueno y lo malo, siempre malo.
Maestro de los maestros escribidor de mundos nuevos,
subcreador sin medida, sugeridor de fantasías,
nos has llevado al mundo, uno, mejor, recreado,
y agradecidos lo alabamos y admirados nos gozamos.
Tu dirías que Amén, y nosotros rubricamos.
Gracias, dadas, siempre van a ser pocas pues muchas son las sugerencias que el corazón contiene, libre de desilusiones y repleto de lo mejor del mundo subcreado. Y gracias, siempre, merecidas, y pro eso las damos.
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond
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