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11.06.17

La Palabra del Domingo - Domingo, 11 de junio de 2017

 


Jn 3, 16-18

 

16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,  sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

        

 

COMENTARIO

 

Un claro aviso acerca de Cristo

 

 

Cuando Dios actúa no lo hace porque no tenga otra cosa que hacer sino porque, en verdad, lo que quiere lo hace porque quiere lo que hace. Y eso ha hecho, hizo, con Cristo, Hijo Suyo y hermano nuestro y por eso todo lo que luego sucedió estaba puesto para bien de la humanidad entera pero, sobre todo, para la que creyese en el Enviado de Dios Padre Todopoderoso. 

La bondad de Dios, por otra parte, para su semejanza, no tiene límite. Además, a diferencia de la misma, cumple simple lo que promete y eso, precisamente eso, hizo, con Cristo, Hijo Suyo y hermano nuestro. Lo prometido, pues, para el Creador, era deuda. 

Cuando Dios creó al hombre le dio libertad. Y eso quiere decir que podía hacer, al respecto del Creador, lo que quisiese: amarlo u olvidarlo. Y, muchas veces optó el hombre por lo segundo frente a lo primero. Y se perdió. 

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10.06.17

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Para que nadie se lleve a engaño

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.


Para que nadie se lleve a engaño

Resultado de imagen de porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado

 

Y Jesús dijo… (Jn 12, 44-50)

“Jesús gritó y dijo: ‘El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;  y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.’”

“Jesús gritó”. Eso nos dice este texto del Evangelio de San Juan. Y pudo gritar porque había mucha gente a su alrededor y era difícil escucharlo o, simplemente, porque quería, con tal forma de expresarse, que se le escuchara con atención.

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9.06.17

Libro: Emilia la Canastera, gitana mártir

 

Título: Emilia la Canastera, gitana mártir

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona

Precio aprox.: 2,71€ (2,60 € 5% Dto)

ISBN: 978-84-9165-021-8

Año edición: 2017

Lo puedes adquirir en el Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona. 

Sin duda alguna, la fe de quien se sabe hijo de Dios, se manifiesta en los momentos difíciles de la vida de una forma que, a veces, es expresión de hasta dónde ha podido llegar la misma. Y el caso de la Beata Emilia Fernández Rodríguez, más conocida como Emilia la Canastera, es ejemplo de eso. 

El Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona (CPL), en su colección “Santos y santas”  ha publicado una biografía de la primera gitana mártir que en el mundo ha sido así calificada y ascendida al Libro de los Santos. Su nombre lo hemos citado arriba y, digamos, su profesión, también. Y es que la Beata Emilia era canastera de profesión y, de ahí, el sobrenombre de “La Canastera”

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8.06.17

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Dejarse llevar por Dios

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” - Dejarse llevar por Dios

“Lo mejor es cerrar los ojos y dejarse llevar por Él, que Él sabe lo que nos conviene.”

La confianza en Dios tiene tanta importancia que pensar lo contrario denota poca fe o, mejor, nada de fe.

Nosotros los hombres solemos creer que nos valemos por nosotros mismos. Algo así como que la gracia de Dios no nos hace falta para nada, que, vamos, el camino por el mundo podemos hacerlo sin el auxilio de Quien nos ha creado.

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7.06.17

No, Aida, no han quemado todas las Iglesias porque eso no era lo que querías decir

Captura de pantalla del Facebook de Aida Ginestar

Lo que ha dicho, seguramente, a estas alturas de la semana, ya lo sabe todo el mundo pero, en esencia, ha dicho esto:

 

“Jajajaja jajajaja!!!! ¿Pero todavía quedan Iglesias? ¿No las han quemado todas?”

De todas formas, al parecer (según varios comentarios) todo parece que resulta que es un malentendido porque su comentario respondía a otro en el que se decía que, según el Partido Popular, de gobernar partidos como el de Aida, se volverían a quemar Iglesias. Y ella, luego, respondió que si es que no se habían quemado todas

Los católicos debemos diferenciarnos de los que no lo son siendo justos. Y la justicia, digamos, espiritual, supone poner las cosas en su sitio.

Tengo que reconocer que, para hoy, había escrito un artículo más que duro. Sin embargo, no era justo que así fuera porque no había leído comentarios en los que se hacía referencia al origen de tan desafortunadas (aunque irónicas) palabras. Por eso, me ha parecido mejor sustituir el citado artículo por estas pocas palabras que, para quien esto escribe, son mucho mejores que lo que había preparado para hoy.

Resultado de imagen de Dios es justo

Alguno habrá que me afee la conducta y, hasta es posible, que los que piensen como Aida Ginestar Pau piensen que soy idiota si no he aprovechado una ocasión como esta para darle mandobles hasta en el carnet de identidad. Sin embargo, quien así piense no se ha dado cuenta de la catadura moral que tiene quien eso crea y, menos aún, que los católicos, como dijo nuestro Maestro, debemos decir sí donde es sí y no donde es no. Y creo que ahora es no: no a la manipulación y no a las malas palabras. 

Pido, de todas formas (y por obligación) oraciones por las personas que puedan pensar (y creer) que lo mejor que se podría hacer con las Iglesias es quemarlas como en el 36. Oraciones… y muchas.

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

Para entrar en la Liga de Defensa Católica

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Lo justo siempre es justo aunque hayamos olido la sangre y queramos responder a ella. 

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Para leer Fe y Obras.

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