Noviembre de Santos y Difuntos - A mitad de camino está
“Es algo así como quedarse mirando
a mitad de camino,
entre lo que fue y lo que será”
Andrés Matx, El ansia y el gozo
Es bien cierto y verdad que el tema del Purgatorio-Purificatorio es causa de discusiones (no tantas como merece el mismo) entre aquellos que creen que existe y los que creen lo contrario. Y es que en esto, como en la viña del Señor, hay de todo y, sobre todo, hay quien creyendo que basta con negar su existencia, va a dejar de ir allí su alma si es que tiene que ir…; también que es algo más que misterioso porque de las cosas espirituales no podemos tener, digamos, pruebas palpables porque por eso son como son y, por eso, hay que creer y basta con creer.
Muchas veces hemos dicho aquí (y siempre serán pocas dado que poco de habla de esto que aquí traemos lo mismo que del Infierno o, incluso, del Cielo…) lo que sostenemos y es que el Purgatorio-Purificatorio es un lugar-estado intermedio entre el mundo, el que habitamos y en el que nos movemos y existimos y el Cielo. Y eso ha de suponer algo que nunca deberíamos olvidar.
Por tanto, partimos de eso y, entonces, nos queda ver qué supone que haya, en tal caso, un “antes” y, luego, un “después”, pues de lo que pasa “entonces” ya hemos dicho algo aquí en otros lugares dentro de esta misma serie de artículos sobre este novísimo (sí, lo del fuego que purifica al alma)
En primer lugar, “antes” del lugar-estado intermedio nosotros vivimos en el mundo, nos movemos por sus calles o paisajes y, en fin, hacemos muchas veces de nuestra capa un sayo con lo que no en pocas ocasiones metemos la pata bien metida y nos resulta, otras tantas veces, difícil sacarla de donde la hayamos metido.
Meter la pata de tal manera no es otra que pecar pues no es poca cosa ser tan necios como para manifestarnos de tal manera contra Dios y su santísima Voluntad cuando sabemos (¡además lo sabemos!) qué consecuencias puede tener eso.
¡Sí!, es bien cierto que podemos confesarnos pero siempre puede quedar algo por limpiar…
Nos corresponde, por tanto, procurar que nuestra alma no se ensucie con el pecado de tal forma que cuando seamos llamados al Tribunal de Dios (vamos, cuando muramos) podamos presentarla limpia de tal forma que Dios, que es bueno y es justo, tenga por bueno nuestro expediente y envíe al alma al Cielo donde se encuentra su santísimo Rostro y donde podamos gozar de la Bienaventuranza y de la Visión Beatífica.
Ciertamente, eso es fácil de decir pero no siempre estamos dispuestos a hacerlo y, claro, luego pasa lo que pasa y el Purgatorio-Purificatorio (según visiones reconocidas por la Iglesia Católica) está como está lleno de almas…
Luego está el “después” del Purgatorio-Purificatorio.
Después está el Cielo.
Decir esto suena, así, más que bueno y es verdad que el Cielo es el anhelo de todo aquel que crea en Dios y tenga por lo mejor habitar alguna de las estancias que su Hijo nos está preparando. Y el lugar-estado del que aquí hablamos es aquel en el que nos estamos preparando para alcanzar el destino que ansía todo aquel que sepa lo que le conviene.
Después está el Cielo.
Después… el Cielo. Pensémoslo bien.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Un mes para orar porque nos conviene.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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