Beato Manuel Lozano Garrido - “Lolo, libro a libro”- Ante una hogaza de pan
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Mesa redonda con Dios”.
Ante una hogaza de pan
“De cara a una hogaza de pan, te hago el propósito, Dios mío, de ahondar en esta lección del silencio y la alegría del pan. Como él oculta cuando está sobre el mantel el dolor de la germinación y la molienda, yo quiero que los demás nunca vean mis lágrimas ni mi sangre, sino sólo el perfil de los momentos felices. “ (Mesa redonda con Dios, p. 42)
Debemos reconocer que el Beato Manuel Lozano Garrido siempre acaba sorprendiéndonos cuando leemos algo de lo que dejó escrito. Y la prueba de que tuvo que estar inspirado por el Espíritu Santo (la ayuda de Dios, pues, la damos por supuesta) es que leamos las veces que leamos un texto siempre nos acaba sugiriendo algo nuevo.
Esto lo decimos porque para el día de hoy habíamos escogido una parte de un capítulo de su libro “Mesa redonda con Dios” de título “Ante una hogaza de pan” y, ¡miren ustedes!, creemos que debemos ponerles el capítulo entero porque, sólo así, se explica el final del mismo que era el texto puesto arriba, como para comentar aquí.
Y ahí va todo el dicho capítulo:
“-’Quiero pan’.
Ha tomado una hogaza, limpia y sin partir, y con el cuchillo ha hecho una cruz por en revés. La corteza tiene un color de oro puro y viejo y un aroma tibio y ancho se derrama por las palmas y se cuela hasta la hondura del corazón. El hombre apenas si cae en que las manos se le han puesto blandas, como cuando va a acariciar, pero está seguro de que nunca podrá gritar con ira mientras tenga una hogaza de pan entre las manos. Parte un trozo y se lo da a un niño; luego, a otro y a otro, mientras los pensamientos le van fluyendo en una oración:
-’Hay que ver lo que es el pan, lo que con nosotros hace en pan. No sabe a caviar, sobrasada o helado de vainilla, pero a todos nos gusta el pan, nos maravilla el pan, nos enriquece el pan. Y es que el pan es como una imagen de la limpia y dura sencillez del cariño de Dios que a todos nos llega y a todos satisface. Como el amor sincero, el pan siempre viene hasta nosotros bajo un signo de alegría: alegría musical de la corteza al quebrarse, que devuelve el daño que le hacen con un chasquido que es como un repique de campanas; alegría de la miga, que se da mansamente con un roce que es como el beso en la frente de un niño; alegría de su cara siempre dorada, reverberando el sol.
De cara a una hogaza de pan…
Hemos visto como a Lolo se hace la boca agua con el pan. Pero no se trata, como podríamos pensar, por lo que de alimento tiene (que suponemos también pero dadas sus circunstancias físicas…) sino por lo que tiene de simbólico el mismo.
Aprecia nuestro hermano en la fe las bondades del pan, en forma de hogaza, porque ve en el mismo algo así como la intervención de Dios. Y no se equivoca lo más mínimo porque gracias al Padre que todo lo creó y mantiene, el hombre ha sido capaz, precisamente y no por casualidad, de sembrar la semilla de cereal, cuidarla hasta que llega el momento de ser recogida, molido el mismo y, luego, aviado para ser, eso, pan. Y, como el cariño de Dios, el pan nos viene lo mismo que el que es del Creador: como alegría que llevamos al alma.
Pues bien, lo mismo que el pan, digamos, ha pasado por una serie de etapas para serlo y en ellas ha habido, entiéndase eso, dolor o sufrimiento (en la germinación y la molienda, por ejemplo) pero eso queda oculto en la figura misma de la hogaza de pan que alimenta al hombre, algo así quiere Lolo.
No es la primera ver, ni la segunda, que el Beato de Linares (Jaén, España) dice que quiere que su dolor no sea visto por los demás o, mejor, que no afecte en lo malo. A eso lo ha llamado tener “un dolor con escafandra”. Y eso es lo que ahora quiere.
Aquí podemos ver algo más que real: Lolo tuvo que llorar mucho por sus sufrimientos y dolores. Y es que por lo que nos dice que no quiere que vean sus “lágrimas” (el sufrimiento exterior) que es señal inequívoca de que las ha habido lo cual, por otra parte, no nos extraña nada para nada sino que son comprensibles y más que comprensibles. Tampoco quieren que vean su “sangre” (el sufrimiento del corazón) que es como decir que no vea nadie su dolor interior, aquello por lo que, en el fondo, está pasando.
Al fin y al cabo, lo que quiere el Beato Lolo es que su prójimo sólo vea de él, en él, lo que de alegría tiene (que era toda) por vivir y por agradecer a Dios ser un ejemplo así (esto lo decimos nosotros) y poder caminar derechito al definitivo Reino de Dios llamado Cielo siendo, para sus hermanos, una luz, un faro, un motivo para creer.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
EFG
Amén.
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