Beato Manuel Lozano Garrido – Amar el sufrimiento (y XII)
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.
Amar el sufrimiento (y XII)
“Ahora, sí, intentaré poner en el pórtico de esta mañana las palabras de siempre, vitalizadas ya con el nuevo borrador de tu inspiración: ‘Señor, que yo llegue a amarte en el sufrimiento” (El sillón de ruedas, p. 315)
Realmente, podemos decir que no hay mejor colofón a algo que se sostiene que terminar afirmando lo que se ha ido diciendo a lo largo de tantas y tantas palabras. Y el Beato Manuel Lozano Garrido lo consigue, una vez más, con lo que aquí traemos.
A lo largo de once semanas, a artículo por cada una de ellas, hemos traído lo que Lolo dejó escrito en el capítulo XIV de su libro “El sillón de ruedas”. Y es que el título muestra más de lo que dice: “Quiero amar el sufrimiento”, así, sin anestesia ni nada dicho por quien tanto, entonces ya (y luego) estaba sufriendo e iba a sufrir.
El Beato de Linares (Jaén, España), como escribió luego en el resto de sus libros, tenía la cosa espiritual más que clara: una cosa es sufrir y padecer (cosa, por cierto, propia de cada uno de nosotros) y otra, muy distinta, cómo se tiene en cuenta el sufrimiento. Y en eso, como tantas veces hemos dicho, Lolo (y es, si consideramos que sus escritos están plenamente vigentes) lo borda a la perfección quien, sufriendo tanto, tanto demuestra que ha amado.
El caso es que el amor de verdad (no el fingido, no el impostado) es así: no duda que ama independientemente de cuáles sean las circunstancias del amor o, mejor, más ama según sean las mismas malas o peores. Y eso es lo que hace nuestro hermano en la fe católica y, en general, en el más puro sentido común que pudiera haber en el mundo: reconocer lo que se es pero, así dicho podría parecer duro, saber estar a lo que hay que estar sin, a veces, poder estar…
“Ahora sí”. Lolo nos dice que, después de haber escrito lo que ha escrito sobre las diversas formas de entender el sufrimiento, ahora sí puede afirmar lo que afirma acerca del mismo.
Veamos, de todas formas, que su humildad que parece no tener límite. Y es que, a pesar de que ha llegado el momento de hacer lo que dice que va a hacer, en todo caso, lo va a “intentar” lo que nos hace ver que es posible, incluso en su caso, que no sea capaz de hacerlo.
Nosotros sabemos que sí, que es “ahora sí” y que tal “ahora sí” es que sí, que es capaz de hacer lo que dice y, ya de paso, hacernos ver a nosotros que eso no es imposible: sufrir y amar el sufrimiento.
Amar el sufrimiento, sí, pero…
Aquí ha de haber un pero muy grande. Y es el que establece la diferencia entre quien, al comprender, consigue conseguir y el que, al comprender, no quiere dar el subsiguiente paso. Y Lolo es de los primeros, como no podría esperarse otra cosa.
Es Dios, de todas formas, quien inspira a nuestro Beato lo que aquí dice y lo que sostiene tantas, tantas y tantas veces. No se sabe solo sino, al contrario, más que acompañado. Y es el Todopoderoso, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, quienes, también aquí, echan una mano grande a Lolo. Y es en tales Santísimas Personas en quienes se apoya nuestro hermano en la fe.
Quiere Lolo, nada más y nada menos, que amar a Dios en el sufrimiento. Y eso ha de suponer, por eso mismo, amar al propio sufrimiento porque, a través del mismo, ama a su Creador.
Y nosotros, que tantos años después de que Lolo escribiera esto, leemos esto, no podemos, ¡qué menos!, que darle las gracias. Y es que, gracias a su verbo escrito, gracias a su costumbre de amar lo que parece imposible de amar (pero él lo hace posible) podemos encontrarnos un poco más cerca del Cielo. Y sí, allí ya no hay sufrimiento, pero sigue habiendo amor, como el de Lolo.
Gracias, Lolo, por hacernos descubrir los caminos, a veces tan escondidos, que nos llevan a las puertas del definitivo Reino de Dios, llamado Cielo.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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