José, fiel trabajador de Dios
Cuando llega esta fecha, el primer día del mes de mayo, se celebran, se suelen celebrar, muchos homenajes a los trabajadores que en el mundo son. Y es que, no obstante, el día del trabajo es, digamos, muy propio para eso. Y es lo que se hace, por decirlo así, con la aprobación general.
Los creyentes católicos, además de hacer eso, tenemos un recuerdo muy especial para alguien que, en la historia de la salvación, tuvo y tiene más importancia que la que él mismo mostró quisiera ser mostrada. Es decir, que nada hizo para que su labor, su tan especial labor, fuera puesta blanco sobre negro. Y eso es buen síntoma de discreción, fidelidad y de estar, en suma, a lo suyo.
Nos referimos, como suponemos habrá sido adivinado por todos, por el día en el que estamos, a José, a San José.
Se suele decir que, a nivel espiritual, al menos católico, a San José se le tiene por el patrón del trabajo y a él nos acogemos, no sólo ahora sino siempre, pero ahora, hoy mismo, más si cabe, al menos, los fieles discípulos de Cristo que formamos parte de la única Iglesia verdadera, la fundada por Dios, la Católica.
Sí. San José es patrón del trabajo, digamos, ordinario, del común, el que da de comer pero, sobre todo, también lo es, demostró que lo es, patrón del trabajo espiritual. Y podemos decir que cumplió con su labor más que bien.
El trabajo de San José, a tal nivel, el espiritual, también da de comer, produce el sustento. Pero lo hace de una forma que tiene que ver, claro, no con el cuerpo (aunque, si bien lo miramos y vemos, también) sino con el alma. Es decir, la labor de este fiel hombre de Dios tiene sus consecuencias alimenticias de nuestro espíritu, de nuestro corazón.
Esto lo decimos no por ser originales sino, al contrario, por ser reales y nada imaginativos. Y es que, por ejemplo, San José, por ser como fue y por cumplir con la voluntad de Dios hasta, casi, desaparecer de la misma realidad en la que estaba y llevar a cabo su trabajo de la forma más anónima posible, nos alimenta:
-Con la buena palabra del silencio aunque eso pueda parecer una incongruencia cuando es, al contrario, la expresión más sonora de lo que hay que hacer la mayoría de las veces.
-Con la buena labor de la comprensión de la voluntad de Dios sean cuales sean las circunstancias en la que se encuentre quien la reciba y con el ejercicio práctico de la misma.
-Con el buen hacer de su trabajo de educador del Hijo de Dios enseñándole virtudes, por ejemplo, como la humildad.
-Con la práctica del buen discernimiento según se le había sido anunciado por el Ángel en aquel sueño que lo liberó de una carga casi insalvable.
-Con ser un ser sencillo que cumple con su deber sin buscarle tres pies al gato.
-Con ser justo como Dios quería que lo fuera.
Seguramente, cualquiera podría añadir a esta pequeña relación, muchas más realidades espirituales que San José tuvo a lo largo de su vida o, al menos, a lo largo de la que conocemos como tal junto a María y a Jesús, conformado la Sagrada Familia. Sin embargo, es bien cierto que las aquí traídas nos bastan y nos sobran para mostrar y demostrar que nuestro Santo, del que celebramos no su onomástica sino su labor como trabajador de Dios en el mundo, era todo un hombre de Dios, por así decirlo, un fiel cumplidor de lo que su Creador quería para aquel especial hijo a quien tuvo que decir que las cosas, con relación a María, no eran como parecían sino que tenían todo que ver con el Espíritu Santo.
San José, fiel obrero del Reino de Dios, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
San José es digno ejemplo de hijo fiel.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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