J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – La Comarca de Tolkien – Microrrelatos V
Como es bueno ser perseverante en lo que consideramos bueno y mejor, estamos aquí de nuevo para aportar una nueva serie de microrrelatos después de que, como es fácil deducir del número del título del artículo, lo hayamos hecho en cuatro ocasiones. Y es que la cosa da para esto y para mucho más.
De nuevo, rogamos sepan disculpar los amables lectores los fallos que pudiera haber en ellos porque, al fin y al cabo, cada cual da lo que puede y sabe…
Eru estaba al Principio. Y lo creó todo porque quería una continuación de aquella primera forma de ser las cosas. Y todo lo hizo como quiso hacerlo.
Hubo quien, entonces, quiso hacer disonancia a través de la música. Y es que el Mal había empezado a dar dolores de cabeza al Subcreador.
Melko era, en definitiva, un pobre Valar. Quiso destruir todo lo bueno y quiso imponer su negrura de corazón a sus hermanos y hermanas subcreados. Y ya sabemos como todo terminó, luego, mucho después.
Fëanor creó y Fëanor perdió su creación. Hubo, entonces, mucha ira y mucha rabia encendida en su corazón. Incluso los cuentos dicen que huyó para no tener que volver a hacer lo que hizo.
Muchos Elfos siguieron la llamada del adiós a la tierra donde habían vivido con los inmortales. Y se marcharon porque quisieron su propia tierra, llamada entonces Media.
Beren y Lúthien eran algo más que dos seres que se amaron. Y lo eran porque demostraban, con su amor, que las barreras sólo las ponen los que no toleran sean saltadas.
En la Primera Edad, en los tiempos Antiguos, como contaban los cuentos, también se luchaba contra el Mal. Todo, sin embargo, era nuevo con la novedad de la subcreación.
Las Edades de la Tierra Media pasaron como las estrellas del Cielo en la noche. Y detrás de un anochecer de miles de años amanecía un nuevo tiempo para la esperanza.
La Guerra por el Anillo Único, según dicen los libros y los cuentos, dio por finalizada una Edad, la Tercera. Y muchos creyeron que el Mal había desaparecido para siempre. Y no.
No había Sol, todavía. Ellos vieron las estrellas y se enamoraron perdidamente de su luz, así, lejana, pero válida para soñar y cantar, con su aurea voz, de oro de Primeros nacidos.
Según dicen los cuentos, los Elfos eran los seres más bellos que habían salido de la mano y el corazón de Ilúvatar, como llamaban ellos a Eru. Y amaron a los seres vivientes, árboles incluidos.
Dicen los cuentos que había Elfos que no amaban la inmortalidad que casi tenían como donación de Ilúvatar. Y es que veían morir a muchos amigos suyos, hombres o enanos, y quedaban tristes y solos sus corazones.
Era un misterio para los Elfos que se considerara un regalo de Eru la mortalidad de los hombres. Y muchos la quisieron de tal manera que la prefirieron a seguir el destino de su raza.
El amor, en algunas Elfas, pudo más que su larga vida. Y ahí tenemos a Lúthien o a Arwen, vidas paralelas que siguieron el destino de sus amados hombres. Beren y Aragorn fueron, sin duda, agraciados por Eru.
No llegaron primero pero, como sabemos, los hombres llegaron para quedarse en la Tierra Media como agraciados herederos de Eru. No eran inmortales pero eran gran número. Y eso tuvo que acabar contando.
Cuando se encontraron con los Elfos supieron, de inmediato, que debía haber alguien que, muy por encima de sus vidas, hubiese querido crear una raza tan bella e inteligente. Y creyeron, así, en Ilúvatar.
Sin duda fue la envidia de no poder crear. Por eso Morgoth tergiversó la naturaleza de los Elfos capturados. Y, dado su corazón negro, sólo pudo salir del mismo el sanguinario orco. Hecho, pues, a su imagen y semejanza.
Es de todos sabido que los orcos, más que temer a su señor lo odiaban con todas sus fuerzas. Y es que había procurado para ellos no una vida sino, al contrario, un infierno.
No sabemos qué hubiera pasado si los orcos se hubieran desligado de su negro señor y se hubiesen integrado en la vida de otras razas. Y si sus negros corazones hubieran llegado a limpiarse aunque es cierto que muchos lo hubieran querido.
El traidor a su raza Saruman quiso ser rey desde una negra torre. No supo, sin embargo, defender tal poder porque era soberbio y egoísta y tuvo el final que se había ganado a pulso de abusos y temeridades.
Cuando imaginamos a Saruman, en su torre, contemplando sus ejércitos, casi podemos verlo satisfecho de su espíritu maquinador. De todas formas, preferimos imaginar a Lengua de serpiente asestar aquella puñalada liberadora…
Árboles, pastores… en fin. Todos ellos fueron dispuestos por Ilúvatar para desempeñar la labor impagable de mantener a raya de raíz al Mal que avanzaba. Y cumplieron, a rajatabla, tan especial misión.
Eleuterio Fernández Guzmán - Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
https://www.sociedadtolkien.org/premios-bilbo/
EFG
Francamente, he tenido algunas decepciones con eso de los premios. Por eso soy algo reacio a los mismos... De todas formas... A lo mejor me acabo presentando.
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