Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Saber que podemos ser santos e, incluso, cómo
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Saber que podemos ser santos e, incluso, cómo
“Mientras permanezcan los sentidos y por las venas fluya un venero de vida, resultará problemático colocar cierta aureola sobre la cabeza de un hombre. La santidad hay que hacerla minuto a minuto; es una reconstrucción incesante que sólo se ultima ante un certificado de defunción. Hay que creer al santo en forja cundo protesta de su indignidad. La virtud aporta un conocimiento detallado de nuestra miseria. Quien anda por buen camino lleva siempre sobre el paladar una sensación extraña de terruño desmenuzado. Es nuestra cosecha.” (Sillón de ruedas, 157)
Se dice, porque es verdad, que la santidad no es fácil de alcanzar. Y no lo es porque, siendo cómo somos los hijos de Dios, se requiere algo más que paciencia para alcanzar tal estado espiritual. Pero no, como pudiéramos pensar (como excusa, seguramente, para no buscarla) es imposible.
El Beato Manuel Lozano Garrido lo dice con toda claridad: para ser santos… primero debemos morir.
Aquí no nos referimos a dejar morir nuestro pasado y venir a ser otras mejores personas. No. Se refiere Lolo, y nos referimos nosotros, a morir físicamente. Y es que ya sabemos que para que la declaración de santidad se haga efectiva… en fin, debemos morir primero. Por eso nos dice el Beato de Linares (Jaén, España) que no suele ser fácil colocar la “aureola” de santidad sobre la cabeza de un mortal. Y no lo puede ser porque, como decimos arriba, es bien conocido por todos (y cada uno lo puede decir de sí mismo) cómo somos…
Esto, que es algo que conocemos más que bien, no es obstáculo, sin embargo, para lo otro.
¿Qué es lo otro?
Pues lo otro es que nosotros, con qué hacemos y cómo somos (en lo mejor, queremos decir) vamos forjando nuestra futura santidad.
Lolo quiere decirnos que ser santos no es algo que se haga así, al instante. No. La santidad se va haciendo, como nos dice él, “minuto a minuto”. Y eso ha de querer decir que se trata de algo que necesita, por parte de nosotros, de mucha perseverancia y que no va a ser un acto, así digamos, grandilocuente, para que se nos pueda considerar santos aunque, ciertamente, tampoco sabemos lo que, a tal respecto, de nosotros pueda pensar Dios…
En fin… El caso es que la santidad requiere de nuestra actitud y, sí, de nuestra acción. Y quiere decir eso, primero, que debemos querer ser santos y, luego, que debemos poner manos a la obra. Bueno, manos y corazón porque para eso todo auxilio va a ser poco y bien necesario, sin embargo.
Nos dice Lolo que es crucial, al menos así lo entendemos nosotros, conocer nuestra miseria. Y es que a veces nos creemos que somos más de lo que somos y eso, con toda seguridad, ha de causarnos males mayores que el sólo hecho de creer tamaña absurdez, si puede decirse así.
De todas formas, debemos tener bien claro que andar por buen camino sólo ha de querer decir que sí, que andamos por el mismo y que no nos equivocamos de senda. Por eso cuando Lolo nos dice lo del terruño desmenuzado nos quiere hacer ver que hacia el definitivo Reino de Dios vamos caminando, si lo hacemos firmemente, deshaciendo las asechanzas del Maligno con una fe arraigada en Dios. Entonces estaremos en el buen camino del que nos habla el Beato Lolo.
Y eso, en realidad, es lo que deberíamos hacer para ser considerados, algún día santos pero para, hoy mismo y cada día hasta que seamos llamados por Dios, al menos, que se tenga de nosotros cierta fama de santidad. Al menos, eso…
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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