J.R.R. Tolkien – Un amor propio de este día: Carta de Beren a Lúthien

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Antes de la carta, supuesta, que J.R.R. Tolkien (aquí Beren) escribe a su amada Edith, conocida como Lúthien, esto sobre el santo de hoy, el verdadero San Valentín, el de verdad y no el manipulado que tantos negocios, al parecer, ampara y cobija.

Valentín, sacerdote que vivía en Roma, tuvo que sufrir, también, aquella persecución.

Claudio II, emperador que, por entonces, gobernaba el Imperio, no gustaba de los matrimonios porque entendía que un hombre soltero era mejor soldado. Eso le llevó a prohibirlos con el consiguiente malestar, es de suponer, entre aquellos que ponían por encima de tan noble labor de soldado una vida familiar que, además, podían compatibilizar con tal trabajo.

Valentín no estaba de acuerdo con tal medida y seguía celebrando matrimonios aunque es de entender que en secreto. Eso era un desafío en toda regla a las órdenes del emperador y tal forma de actuar no iba a tardar en acarrearle malas consecuencias porque, además, el sacerdote díscolo a las normas imperiales gozaba de una muy reconocida fama en toda Roma.

Claudio II llamó a Valentín a que se presentase ante él y Dios, como suele suceder en muchos casos, le tenía reservada una sorpresa bastante grande.

Como es de creer que Valentín no diera a entender al emperador que haría lo que quería, el poderoso romano hizo que encarcelasen al sacerdote.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto de Roma (Calfurnio), Valentín afirmo que Jesucristo era “la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” lo que supuso, además, un gran desafío a los dioses paganos.

Y, entonces, aquel oficial quiso poner en ridículo a Valentín (a lo mejor como siglos antes hicieran aquellos romanos que pusieron un manto harapiento a Jesús y lo saludaran como rey de los gusanos) y le pidió que si tan grande era su poder (por haber estado predicando el cristianismo) que le ofrecía una gran posibilidad de demostrar lo que decía acerca de aquel Jesucristo.

¿Qué era lo que le proponía?

Algo tan difícil, según entendía Asterio, que devolver la vista a una hija suya. Así, le espetó “devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano”.

Y Valentín, como era de esperar, hizo lo que tenía que hacer un discípulo de Cristo e invocando a Dios dijo “Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva”. La hija de Asterio recobró, de inmediato, la vista y tanto el propio oficial como su esposa, conmovidos por lo que habían visto, le pidieron el Bautismo a Valentín y, con su familia, se convirtieron a la fe católica.

¿Qué haría el Claudio II ante esto?

Aquel hombre pagano y dado en sacrificar a sus dioses no podía negar lo que acababa de ver y, al igual que hiciera Pilato con Jesús quiso salvar a Valentín. Y, sin embargo, el mismo miedo que cayó sobre el Gobernador romano que hiciera azotar a Cristo hizo lo propio con el emperador y, no queriendo aparecer como sospechoso de ser amigo de cristianos se vio en la obligación maléfica de enviar a la muerte a Valentín.

Ordenó que fuera encarcelado y, cargado de cadenas, fue apaleado hasta que sus huesos se quebraron. Y, como solía suceder por aquel entonces y ya hemos visto en muchos mártires cristianos, fue la degollación lo que le llevó, de forma definitiva, a la Casa del Padre donde, con justicia, es tenido como patrón de los enamorados.

En fin… ya sabemos algo de la vida de aquel sacerdote santo tan nombrado en un día como hoy.

 

Y, ahora, como hemos dicho arriba, la carta, sin presuponer nada… sólo gozo y ansia de que así sea.

 

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Mi muy amada Lúthien, 

No me resulta nada difícil escribirte porque lo he hecho otras muchas veces. Y, en cada una de las cartas que te han llegado siempre he querido dejar bien claro que el amor incondicional que en ellas expreso no era nada artificioso sino real y más que real.

Ya sabes la oposición que el Padre Morgan manifestó en el comienzo de nuestra relación. Sabes, sin embargo, que lo hizo por amor y por ser consciente de que, a nuestra edad y, en concreto, a la mía, era más que posible que me distrajera en exceso con lo que conlleva empezar a enamorarse…

Mi amada Lúthien. Y bien sabes que te llamo así porque nosotros también pasamos por dificultades algo similares a las que pasaron aquellos otros amantes a pesar de sus circunstancias, Beren y Lúthien que, a pesar de las trabas que puso el padre de la elfa, pudo el hombre solventarlas con valor y dignidad sin olvidar el auxilio de su amada Tinúviel.

De todas formas, mantuve mi amor por ti como tuve ocasión de decirte el día que cumplí la mayoría de edad. Y, menos mal que tú también fuiste fiel lo suficiente como para no ceder ante las intenciones de aquel pretendiente que te salió, seguramente, aprovechando mi ausencia.

Hoy, en el Cielo, también celebramos a nuestro santo patrón. Y es que sabes que Valentín, que tanto tiempo hace que está aquí, intervino en todo aquello que nos pasó al principio y no dejó que se enfriase nuestro amor. Y es que el bueno del sacerdote sigue haciendo honor a la función que bien supo cumplir en su vida en el mundo, en aquel perseguidor mundo romano. Y así será, tengo entendido, para siempre, siempre, siempre.

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Mi querida Lúthien. Nosotros nos amamos todos los años que pudimos vivir juntos e, incluso, como sabes, antes. Y, a lo mejor, hasta podemos servir de ejemplo para aquellos que se vean en situación similar a la nuestra.

Puedo decir, y no me equivoco, que nuestro amor podría ser tenido en cuenta tanto como lo fue aquel de los personajes que nos dan nombre, nuestro segundo nombre por decirlo así. Al menos, tal fue mi intención al amarte y tú, al corresponderme.

Y, bueno, no tengo mucho más que decirte porque, a veces, hasta sobran las palabras cuando basta unos corazones tiernos que se acercan y se aman obviando todo aquello que pueda separarlos. Sabes, de todas formas, que ya nada podrá separarnos nunca y que esto, que ahora escribo, ya lo tienes ante tus ojos porque estás conmigo y aquí, para siempre, desde que nos separó la muerte, como prometimos en su momento…

Tu amado,

Beren

  

Eleuterio Fernández Guzmán Erkenbrand de Edhellond

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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