J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media - Teoría y práctica del camino
Esperamos que no se nos tilde de exagerados si decimos que aquí todo es camino; tampoco que nos llame ignorantes (aunque un poco sí, a decir verdad, somos) si hay quien ha escrito, mejor seguro, del tema que traemos hoy al blog porque cada uno hace lo que buenamente puede. Buena intención, eso es seguro, sí hay en lo nuestro.
Cuando decimos que todo es camino estamos más que seguros de que acertamos en esto. Y es que (en El Hobbit también) en El Señor de los Anillos cada paso que se da se da dentro de un camino y el mismo tiene mucho que decir en el fondo del asunto y del tema que trata tal obra literaria.
De todas formas, aunque sea en la segunda obra literaria en la que el camino se manifiesta con toda su crudeza, dureza y esperanza, ya en El Hobbit se percibe el mismo como algo importante. Es decir, desde que Bilbo Bolsón recibe a los enanos en su casa y, luego, al día siguiente, sale corriendo sin saber exactamente dónde ni qué va a pasar, el camino se abre ante nuestro buen amigo mediano como algo inesperado pero, también, gozoso.
Podemos decir que, a nivel general, el camino, en estas dos emblemáticas obras de J.R.R. Tolkien, tiene un origen y, también, un destino porque no se entendería el primero sin el segundo o éste sin haber tenido la cosa un comienzo, un inicio, una voluntad: el origen es una aventura que seguir; el destino, un bien que se persigue porque afecta a toda la Tierra Media.
Es bien cierto que el propio camino es un personaje muy importante en la obra del profesor de Oxford. Y lo es porque, se podría decir que tiene vida propia y la misma se manifiesta a lo largo de las páginas que tanto amamos y a las que tantas veces volvemos. El camino, así, es un ente vivo que es recorrido pero que, también, recorre los corazones de aquellos que por él pasan. Y por eso mismo marca la vida de aquellos que lo recorren porque, a través del mismo van pasando los años y, antes, los siglos, y es allí donde personajes como el mismo Bilbo citado arriba, su sobrino Frodo, Gimli el enano, Gandalf el mago, Legolas el Elfo, Aragorn el dúnadan Boromir, el “simple” hombre o, en fin, cualquiera que camine por sus sendas se va formando como ser viviente que anhela llegar al final del mismo porque tiene una misión que cumplir y la quiere cumplir.
Es allí, en el camino, donde se encuentran amigos que mucho tiempo hacía que no se veían; también que es lugar donde muchas veces se encuentran enemigos y es donde se dan muerte o la vida surge de tal encuentro. Terribles son los caminos donde la sangre sabe a derrota del Bien y (mala) victoria del Mal.
Podemos decir, a tal respecto, que el camino, la misma senda que tantas veces es recorrida como única salida a un mal previsible, mueve los corazones de nuestros querido personajes. Incluso, al pan élfico que tanto bien hace se le llama, no por casualidad, el “pan del camino” porque es de suponer que tiene un objeto claro y un destino bien determinado: un camino que se recorre cuando el mismo es duro y largo…
El camino también es un símbolo. Y lo es porque, espiritualmente hablando, es un espacio que se recorre porque se quiere alcanzar un bien, el Bien y por el que se transita a modo de salvación esperanzada y esperada. Es, pues, simbólico y, para nosotros, es la mejor forma de trazar una superficie que lleva a un lugar donde puede resultar victorioso el honor, la misericordia y, en fin, todo lo bueno que pueda atesorar un corazón libre de la Tierra Media.
De todas formas, por muy simbólico que sea, aquí, el camino, es más que cierto que el mismo, en las obras de Tolkien padre está bien flanqueado por una vital naturaleza (a veces menos por acción de las tinieblas del Mal) que le da vida y que no lo deja solo. Y es que en la obra literaria de nuestro autor tanto los árboles como los ríos o, en fin, las montañas que tanta importancia tienen aquí acompañan al camino y con él forman un todo que es vital en el resultado benéfico que sabemos queremos que sea y, al fin, lo es.
El camino, camina, así, con nuestros preferidos personajes o, por arte de las cosas como son con el Mal, quiere equivocar los pasos de Orcos y demás secuaces de Saruman o de Morgoth. Pero, al fin y al cabo, cumple con la misión que le es otorgada por el subcreador de todo este mundo no ajeno al nuestro pero, por decirlo así, tan alejado como queramos que esté. El camino, pues, supone lo mejor que pueda haber entre las muchas letras que conforman tanto El Hobbit como El Señor de los Anillos. Y nos viene más que bien decir, del mismo, que gracias a sus sendas, sus subidas y bajadas, sus revueltas y vueltas, comprendemos algo mejor lo que cada personaje hizo a través de los muchos que hay en la Tierra Media.
El camino, ya por fin, es algo más que tierra, o piedra o hierba. Y lo es porque es aquello que une el principio y el final, el Alfa y el Omega.
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
Gracias por este post.
Me maravilla la enseñanza que transmiten ambos hobbits: tío y sobrino.
Tan apegados a su tierra y amigos como yo mismo y capaces de emprender camino hacia lo desconocido porque es lo correcto y para mejorar en todo.
Tolkien habla del camino.S. Josemaría de Camino.
Yo no creo en las coincidencias.
Saludos cordiales.
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Jesús.
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