Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro" – Adán y Eva como paradigma de lo ciego que se puede llegar a estar
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.
Adán y Eva como paradigma de lo ciego que se puede llegar a estar
“La pantomima de la manzana planteó a Dios el suceso incuestionable del delito. La cosa quedó así: de un lado, el Autor del mundo en la cumbre de los valores; de otro, el hombre, punto minúsculo, en el fondo de una sima, con su posible acto de reparación desvalorizado por lo incompatible de las dos naturalezas. Junto a la situación formal, la santa ambición de Dios, frustrada y hecha añicos bajo una pareja de pies descalzos.” (El sillón de ruedas, p. 103)
Antes de empezar el comentario que solemos hacer de los textos del Beato Manuel Lozano Garrido, no podemos pasar un minuto sin decir que los santos son gentes tan especiales (ellos, claro, en vida, seguro que se sentían pecadores) que son capaces de captar determinada realidad espiritual con una finura de alma que ya quisiéramos los demás tal don de Dios. Pero por eso, y por otras muchas cosas, son, no por casualidad, santos y así son reconocidos.
Pues bien, esto lo decimos porque no es poco cierto que Lolo nos presenta a nuestros primeros padres de una manera, digamos, más que real y nos los presenta así para que nos demos cuenta de que las cosas se puede hacer bien o, claro, mal.
“El suceso incuestionable del delito”. Tal expresión viene a decirnos que Adán y Eva cometieron un acto tan pecaminoso al comer de donde no debían haber comido que aquello fue el primer delito de la historia de la humanidad. Y con él entró, además, el pecado al mundo. Y eso no podemos decir que sea poca cosa. Y no podemos porque no lo es sino, justamente, al contrario: grave y más que grave.
“Cumbre de los valores” y ser “minúsculo”. Así refiere el Beato de Linares (Jaén, España) la situación allí planteada. Y es que Dios, el Creador, su Creador y el nuestro, el Todopoderoso Señor, estaba y está ahora mismo, en la parte más alta del entendimiento de los positivos valores que conforman su corazón. El hombre, al contrario, demostró ser minúsculo (ya lo era pero no lo sabía) al pecar de aquella ridícula y absurda manera. Cada cual, por tanto, queda perfectamente retratado en esta imagen espiritual que hace nuestro hermano en la fe de aquella situación.
El ser humano, entonces sólo Adán e Eva, claro, cayó en una sima (sí, aquella fosa de la que tanto habla el salmista) de la que era muy difícil salir. Es más, sólo el Amor y la Misericordia de Dios hizo posible que salieran de ella, claro, a cambio de ser expulsados del Paraíso donde tan bien vivían, desnudos, sin darse cuenta de un detalle como ése porque aún no habían pecado…
Y, por otra parte, quedó Dios así, como nos dice Lolo: lo que quería, su Voluntad… por los suelos; su ansia de lo mejor para el hombre… derrumbada y, en fin, el sueño de un Padre que quiere lo bueno para su descendencia… tirado por el suelo como algo que no sirve…
Sí, nuestros Primeros Padres (lo escribimos con mayúscula porque eran y fueron muy importantes aunque pasara lo que pasó) quizá repararon el daño hecho, quizá pidieron perdón y, también, se arrepintieron de lo hecho. Pero nosotros sabemos quién se benefició de todo aquello. Y sí, es el mismo que nos tienta cada día para que caigamos en sus malignas redes. Y es que, por mucho que Adán y Eva no se dieran cuenta de lo que hacían había quien sí sabía lo que estaba haciendo.
Casi podemos imaginar al Creador llorando por aquella semejanza suya que no supo comprender, precisamente, lo que eso significaba(ser semejanza del Todopoderoso). Y eso, de todas formas, tampoco nos extraña nada porque hoy día es difícil darse cuenta de lo que eso significa y ser, por eso, consecuentes.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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