Recensión de mi primera novela: Boanerges – El otro Evangelio de San Juan
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Título: Boanerges. El otro Evangelio de San Juan
Autor: Eleuterio Fernández Guzmán.
Editoriales: Lulu- CreateSpace (Amazon)
Páginas: 230
Precio aprox. Lulu: 9. 76€ en papel
ISBN Lulu: 9780244736743 papel
Precio aprox. Amazon: 6.72€ en papel – 3.99€ formato eléctronico (Kindle)
ISBN Amazon (papel):10:1727030397; 13:978-1727030396
ASIN (electrónico-Amazon): B07KY7FZ3B
Año edición: 2018
Lo puedes adquirir en Lulu y en Amazón.
Boanerges – El otro Evangelio de San Juan, de Eleuterio Fernández Guzmán
Recién ha terminado, primero, el tiempo de Adviento y, luego, la Nochebuena y la Navidad. Ha vuelto a nacer en nuestros corazones el Hijo de Dios y eso ha de suponer mucho para sus hermanos los hombres.
Sabemos que, como mucho conocemos de la vida del Jesucristo, es posible que se agolpen en nuestro corazón muchos acontecimientos. Es decir, nosotros no somos como aquellos que vivieron el nacimiento del hijo de María y, adoptivo, de José. No. Nosotros estamos al cabo de la calle de lo que entonces pasó y, sobre todo, de lo que pasaría luego, a lo largo de los años hasta que aquella nueva criatura venida al mundo muriera en la Cruz.
Con esto queremos decir que presentar ahora un libro, modelo novela, sobre lo que uno de los que serían discípulos suyos, Juan, el hermano de Santiago e hizo de Zebedeo, no debe resultar extraño. Y no debe resultar extraño porque Cristo está en nuestro corazón en todo tiempo. Aunque, para ser franco del todo, lo pongo aquí ahora porque no he querido enviárselo a nadie para ver si querían publicarlo porque ya sabemos cómo está la cosa de la publicación y, es bien cierto, que las editoriales sólo pueden ir, digamos, “a tiro fijo” y no se arriesgan con nadie que no sea conocido. De todas formas, vale para quien esto escribe que el tiempo litúrgico en el que nos encontremos no puede hacer impensable hablar de otras cosas que no correspondan con el mismo. Eso lo tengo más que claro.
Pues bien. El caso es que hace unos meses terminé algo que hacía algunos años que tenía en mente. De hecho, hace bastantes que había empezado algo así titulado como “Boanerges” que, como todo el que esto lea sabe, es, digamos, el mote que Jesucristo puso a Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo. Y es que eran muy impetuosos para ciertas cosas y eso, además de ser muchas veces imprudentes les ganó tal nombre que, no lo neguemos, tiene cierta gracia y salero…
La cosa quedó así y, después de escribir página a página de las más de doscientas que tiene este libro, a uno le queda la sensación de haber conocido algo más a Quien dio su vida por cada uno de nosotros para que nos salváramos.
Sobre la estructura del libro es bien sencilla: tiene 30 capítulos y está dividida en dos partes: la primera de ellas no lleva título alguno pero, para la segunda, tuve a bien creer que era bueno, según lo que iba a pasar, titularla “Así empezó la vida eterna” porque, en efecto, según lo que consta en ella y según fue lo histórico de la cosa, a partir de tal momento empezaron a abrirse las puertas del Cielo y, en tal sentido, empezó tal vida, la eterna para los hijos de Dios.
Tengo que decir que entre algunos capítulos he intercalado lo que son escritos propios de Juan, el Evangelista que escribe este, digo, “otro”, Evangelio. Y es como si, en tales momentos, se detuviera la narración y se dirigiera directamente a cada uno de los lectores de este libro.
Digo otra cosa. El Prólogo ha sido escrito por un discípulo muy aventajado de Juan Evangelista: Policarpo de Esmirna,Obispo. Y sí, es posible que alguien pueda decir que eso no es posible por el tiempo de que hablamos y todo eso. Pero ¡qué quieren que les diga”, esto es una novela y, en tal aspecto, a quien escribe le pueden salir al encuentro caminos por los que no creía que podía transitar. Y es que, quien escriba de forma, digamos, continuada, sabe que muchas veces los personajes y las circunstancias quieren caminar solos. Y eso es lo que aquí pasa.
De todas formas, les voy a poner uno de los escritos a los que me he referido antes en el que Juan, el autor de este otro Evangelio, se dirige a sus lectores de una forma más directa. Y dice lo que sigue:
“Muchos piensan que haber conocido a Jesús me debe de haber reportado algún tipo de beneficio para el cuerpo; que, quizá, podría hacer prodigios o que, en último caso, sería una persona especial, dotada de artes incomprensibles y de poderes fuera de lo normal, como si el contacto con el Cristo reportara ricos manjares para el uso caprichoso del que los recibiera.
El caso es que ese conocimiento no me ha influenciado en mi beneficio y, aunque así haya sido, lo ha hecho de cara a los demás, los que han esperado de mi vida un ejemplo que seguir en estos tiempos de difícil existencia para nosotros, los que confesamos nuestra fe en un Dios único, tan alejado de esta diversidad de divinidades que pululan por todos y cada uno de los rincones del Imperio. Porque no se ha tratado de llevar a cabo grandes actos, ni de, por presumir, convertir a miles de personas de una religión pagana a un seguimiento del Hijo de Dios que conocí y, aunque ya pocos, conocieron otros directamente. De lo que se ha tratado ha sido de vernos en sus acciones, influenciados por sus actos y aceptados por su corazón, mensajeros de un mensaje que aunque a veces no comprendiéramos nos veíamos obligados a transmitir, pues nos considerábamos obligados por esa obligación que nace de la amistad entre Cristo y nosotros.
Por eso digo tantas veces que os améis unos a otros como él nos amó, y como así nos enseñó porque yo, estando al pie de la Cruz con su madre, que entonces ya era nuestra y que ya está en su presencia, comprendí que su vida no había sido inútil, que su sufrimiento iba a servir para que otros sufrieran con alegría, que tantos otros iban a seguir sus mismos pasos para llegar a su mismo Reino, el que anunció e hizo ya presente entre nosotros. Entonces, triste por aquella situación por la que pasábamos pero con la seguridad de la certeza de sus palabras que entonces comprendí y muchos, de forma inmediata, comprendieron, fui capaz de ver claras tantas cosas que mi ceguera me impedía descubrir porque tenía, como diría… como ofuscados mis ojos por el barro del mundo. Y es que aquel sanguinolento pasar, lo que el Espíritu Santo nos entregaría días después, cuando Jesús mismo, sí, hermanos, Jesús mismo, exhaló sobre nosotros su aliento y, por primera vez, se nos abrió el entendimiento que, embotado como lo teníamos, no nos dejaba entender.”
En fin, que aquí les dejo con lo que es mi primera novela. Y, claro, digo la “primera” porque no quiero que sea la última.
¡Ah!, por cierto, que nadie piense o crea que este “otro” Evangelio quiera decir que no es válido el, digamos, original. No. Aquí, lo único que he procurado hacer es un, a modo, de ver las cosas de otra forma. Sólo eso.
¡Alabado sea Dios que me ha permitido haber llevado a buen puerto esta barca!
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillo de hoy:
San Juan Evangelista bien merece una novela, aunque sea humilde.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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