Meditaciones de Adviento – Lunes III de Adviento. Valores de Adviento: el amor.
El amor ilumina la vida de los hijos
tras el venir al mundo el Hijo,
luz que ilumina el sendero
que lleva al de Dios definitivo Reino
La existencia de los hijos de Dios que, a sabiendas de Quién va a nacer en pocos días, deja la tiniebla en la que pudiera estar transitando.
No podemos negar que, por mucho que quiera verse la vida con optimismo, no hay momentos totalmente exultantes. Es decir, seguramente los tropiezos en los que caemos los hijos de Dios forman parte de un caminar, de un camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios. Sin embargo, momentos como los que, por ejemplo, recordamos en el tiempo de Adviento, nos advierten que todo lo que es noche puede devenir día.
No vaya a pensarse que esto se trata de un comportamiento infantiloide sino que se entronca en aquello que supone ser hijo de un tal Padre que ha querido que su descendencia vea la luz y que la luz sea causa y generación de esperanza.
Al definitivo Reino de Dios, el Cielo, sólo se puede llegar si vemos con toda claridad el camino y somos capaces de entrar por la puerta estrecha. Y, para eso, el nacimiento del Hijo de Dios, y lo que eso supone en este tiempo de espera de su venida, es instrumento espiritual más que importante. Es más, es el único del que podemos valernos si, de verdad, queremos que las praderas de la Casa del Padre nos acojan con júbilo.
Dulce sabor que el amor del Niño
al mundo ha de hacer infinito
La llegada el mundo del Emmanuel, Aquel que fue Enviado por Dios para que sus hermanos los hombres gozaran con la llegada de quien iba a salvarlos (aunque no todos llegaran a darse cuenta de un tan gran regalo y don) era la manifestación, fue, queremos decir, del Amor infinito que Dios tenía por sus criaturas humanas a quien había hecho a su imagen (de misericordia) y semejanza (de pura bondad).
Es más, el Amor de Dios es el origen de todo. Y todo, aquello que procura conocer el hombre para mejor servirse de ello, fue creado por el Todopoderoso porque quiso que su creatura, el hombre, habitara en un mundo alrededor del cual girara la total realidad universal. Es decir, que todo está hecho para el hombre. Por eso es tan necesario el amor del hombre y, para nosotros, el Amor del Padre que se refleja, que se manifiesta, en enviar a su Único Hijo no creado sino engendrado.
Decimos que el amor del Niño hace al mundo infinito porque sólo un Amor así, con la mayúscula de la entrega de la sangre vertida, puede hacer posible que la humanidad que crea en el Niño que pronto va a nacer se salve. Y es dulce porque sólo un corazón como el de Quien viene puede alcanzar un grado tan infinito de dulzura.
Cercanía de Dios en un cuerpo recién nacido
que viene a salvarnos, a darnos su ser divino
El Niño que sabemos va a nacer (¡Lo sabemos y eso no siempre nos impulsa a lo bueno y mejor todo el tiempo del que disponemos!) lo hace para que Dios se haga cercano al hombre. Y es que, a lo mejor, se le había considerado un Dios lejano y, lo que es peor, vengativo o perseguidor de su descendencia en cuanto la misma no se plegaba a su Voluntad.
No. Sabemos que el Dios que nace es tierno. Y que es tierno porque de Quien viene la ternura es su esencia, su primera instancia del corazón.
También sabemos que lo que viene a llevar a cabo es una tarea muy difícil. Y es que, como ya hemos dicho otras veces, estamos al cabo de la calle de lo que luego pasó. Pero ahora, ahora mismo, sólo esperamos que un Niño, el Niño-Dios, Dios hecho hombre, cumpla o haga efectiva su primera Epifanía, su primer momento de manifestación al mundo. ¿Podrá haber, entonces (siempre, pero entonces) un Dios más cercano? No. Primero porque bien estamos en la seguridad de la no existencia de ningún otro dios; en segundo lugar, porque Dios podrá ser tocado, besado, abrazado, acariciado por toda mano humana que pueda estar cerca cuando venga al mundo. Y es que podemos creer que no serían sólo María y José quienes quisieran mostrar su amor por el recién nacido sino que todo el que estuviera presente en tan (ignorado en cuanto a su fin, pero) magno momento, no pudo evitar pedir el favor grande de darle muestras de amor cariñoso y gozoso.
Sangre que engrandece el corazón del Padre
cuando el Hijo se manifiesta tras haber nacido
Con toda franqueza podemos decir, y sin temor a equivocarnos afirmar, que cuando Dios vio nacer, cuando vea nacer queremos decir según hablamos desde el día que es hoy, a su Hijo debió darle un vuelco el corazón o mejor, debió (si eso es posible o, en cuanto, sea posible) crecerle. Sí, porque cuando se da amor el corazón no se empequeñece sino, al contrario, crece hasta salirse del sitio que tiene reservado en el cuerpo y abarca a todo aquel que se le acerca y, en caso de Dios Padre, a todo el mundo y al universo entero por ser Todopoderoso y todo tenerlo a su santo alcance.
Por otra parte, La sangre del Niño no es una sangre cualquiera. Y es que es redentora, salvadora o, lo que es aún mejor, es la que Dios tiene, el mismo Creador nuestro. Y una sangre así sólo puede ser llevada por el más perfecto entre los perfectos, por el único que no es pecador y, en suma, por Aquel que tiene al Amor por santísimo aliado y signo de vida eterna.
Nosotros, aquellos que hemos querido ser discípulos de Cristo y (como diría San Juan acerca de nuestra filiación divina), lo somos, sólo podemos tener por bueno y mejor que el Amor se vaya a hacer presente entre los que creemos en Él. Por eso deberíamos pedir muchas veces por los que no creen en Dios y no quieren ser salvados porque, en su espiritual poco conocimiento o ignorancia, no saben lo que se les viene encima.
Pues para ellos, si quieren cambiar y convertir su corazón al Niño que pronto va a venir al mundo, también envío Dios al Emmanuel. Para ellos, también.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Esperamos que nazca el Hijo de Dios y esperamos porque creemos que ha de nacer en bien de quien crea en Él.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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