La Palabra del Domingo - 5 de junio de 2016

 

 

 Lc 7, 11-17              

 

11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12    Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. 13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: ‘No llores.’ 14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: ‘Joven, a ti te digo: Levántate.’ 15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él = se lo dio a su madre. =  16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta se ha levantado entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’.  17   Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.”

                             

COMENTARIO                  

El poder de  Dios

 

Era algo que Jesús no podía remediar. No le importaba si eso sucedía en sábado, en domingo o en cualquier otro día de la semana. Y es que si se encontraba con alguien que sufriera tenía que remediar aquella situación. 

Eso, como sabemos, le causó muchos problemas porque, como es de imaginar, la enfermedad no tiene en cuenta si es sábado para el enfermo y no deja de causar malestar también en tal día. Y Jesús, como en tantas ocasiones le sucedió, se vio en la obligación de ser misericordioso también en sábado. Y es que el Hijo de Dios no tenía respetos humanos ni quería ser, para nada, políticamente correcto (que se lo digan, por ejemplo, a los que echó del Templo con cajas destempladas). 

Pues bien, como Jesús iba caminando por aquellos caminos de  Dios no era extraño que se encontrara con una situación como la que nos trae el evangelio de San Lucas: un muerto que iba a ser enterrado. 

Eso era de lo más normal. Mucha gente moría, como ha pasado siempre, pero no todas las personas dejaban el mundo de igual forma o, por decirlo de otra manera, la familia que dejaban atrás no quedaban en las mismas circunstancias. 

El caso de aquella mujer era síntoma de una cierta enfermedad social. La mujer era viuda y, ahora, perdía al hijo que podía echarle una mano. Su desamparo iba a ser total y lo iba a pasar muy mal. Y Jesús sabía eso, no se le escapaba que aquella que tanto lloraba tenía muchas razones para hacerlo además, por supuesto, de haber perdido al hijo único. ¡Además, único! 

Y Jesús no podía pasar por allí y mirar aquello dando pasos hacia otro lado. Ni podía ni quería. Y lo mismo que pasaría con Lázaro, su amigo, lo devuelve a la vida, se lo devuelve a su madre. 

Lo que hacía Jesús era ser misericordioso. Seguramente alguno criticó aquello que hacía. Sus perseguidores no podían ver nada bueno en acciones como aquella. Pero muchos de los allí presentes alabaron a Dios por haber manifestado su poder a través de aquel Maestro del que tanto habían oído hablar. 

Unos lo tienen por profeta. En realidad, Cristo no fue profeta en el sentido que se tiene por tal sino que, siendo Dios hecho hombre, lo sabía todo en cuanto Dios. Y conocía, como hombre, el sufrimiento de aquella madre ante la muerte de su hijo y, luego, sobre lo que le iba a pasar a ella misma. 

La salvación extrema  y humana de aquel joven le trajo mucha fama de santidad a Jesús. También, seguramente, muchos enemigos se ganó con aquello. Y es que los que no eran misericordiosos para con sus prójimos no podían entender que hubiera quien lo fuera hasta tal punto que hiciera lo que hizo.

 

PRECES

Por todos aquellos que no estiman en buena cosa ser misericordiosos.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no creen en el poder absoluto de Dios.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a amar a nuestro prójimo.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa. 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

El poder de Dios está siempre dispuesto a ser bueno y misericordioso.

 

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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