Algo sobre lo de Paris
Ciertamente nadie puede llevarse a engaño. A nadie extraña que haya pasado lo que ha pasado en Paris. Y es que los crímenes cometidos hace poco más de 10 días (el 13 del presente mes de noviembre) son el resultado de algo verdaderamente lamentable.
Tengo que decir algo que es cierto y que, a lo mejor, a alguno pudiera mover a preocupación. Y es que pudiera dar la impresión de que ante las muertes acaecidas según se produjeron sólo una cosa cabía: el odio.
Pues admito, tengo que admitir, que cuando tuve conocimiento de lo que había pasado no sentí odio, ni rabia. Ni siquiera el ánimo de venganza recorrió, desde mi corazón, todo el cuerpo y la mente. No. Pasó otra cosa muy distinta y que, tengo que reconocer, a mí mismo me sorprendió.
Digo ahora, y admito, que lo que sentí fue pena.
Alguno pensará que pena era debida al conocimiento y contemplación de una forma tan fuera de lugar de morir. Pero no era por eso. Y no lo era porque la consternación supera en mucho tal forma de pensar. La pena, aquí, se quedaba corta, había sido superada por la situación de las cosas que apenas hacía unas horas habían acabado de suceder.
La pena no era por aquellos muertos sino, sobre todo (digo sobre todo) por las personas que habían querido matar de una forma tan inhumana y tan alejada de Dios.
Digo que sentí pena porque unas personas que creen que matan en nombre de Dios diciendo que es el más grande, andan algo equivocadas.
Vamos a ver. En efecto, Dios es el más grande. Es decir no hay más Dios que Dios Todopoderoso. Eso es una verdad aceptada por todo aquel que tenga fe.
Sin embargo, el Dios verdadero (el Único Dios) nada tiene que ver con aquellos que decían matar en su nombre. Tal Dios no existe porque es falso atribuir protección del Creador para hacer según qué cosas.
Sentí pena, pues, porque unas personas que podían haber llevado una vida de fe musulmana y practicado la oración como suelen hacerlo quienes pertenecen a tal fe, dirigirse a Dios e, incluso, tener en cuenta en sus vidas (lo dice su libro sagrado, el Corán) tanto a Jesucristo como a su Inmaculada Madre, hubieran tomado el camino errado y equivocado de cogiendo el rábano por las hojas pretender defender su acción de forma tan alejada de lo que es el Todopoderoso.
Se equivocaban (¡Tantas veces lo han hecho y lo hacen!) desde todos los puntos de vista: ni Dios puede cobijar en su corazón acciones como las cometidas en Paris (o en otros lugares del mundo) ni ellos podían cobijarse en el Dios Único del que, dicen, Mahoma es su profeta.
Y pedí al Padre tanto por unos como por otros. No se trataba de permanecer equidistante (lo mismo para unos que para otros) sino de dirigirse al Creador Todopoderoso para que tuviera en su Seno a los que habían muerto de una forma tan inesperada pero tan terrible (muchos moriremos de forma inesperada pero no de una forma tan abominable) pero, también, que tuviera en su corazón a los que habían producido aquellas muertes. En realidad era una forma de rogar por su alma porque, aunque por fe pudiera creer que su destino era el Infierno (matar es un pecado de una índole bárbara) al menos que Dios les perdonase como Jesús pidió clemencia para aquellos que lo estaban matando.
No sentí odio, lo reconozco. Y no lo sentí porque la situación era tan terrible que había algo que estaba por encima de querer lo peor para quien hace lo que hicieron aquellos musulmanes, dicen, fieles a su fe: ansiar que Dios completase, con su Amor, mucho del que tantos iban a notar que les faltaba.
El Amor del Padre siempre abarca más que el de nosotros, pobres siervos inútiles que, incluso en estas situaciones, difícilmente somos capaces de evitar lo extremo del Mal. Y eso es lo que nos salva como fieles hijos suyos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Si odiar nunca nos trae cuenta, hay ocasiones en las que es mejor olvidarlo.
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8 comentarios
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EFG
Estoy totalmente de acuerdo con usted. Lo que digo es que no se puede matar en nombre de Dios aunque sepamos que Allah no sea Dios. No se puede utilizar, mejor, a Dios para matar en su hombre.
"Lo que digo es que no se puede matar en nombre de Dios..."
Añadiría que tampoco se puede encarcelar, prohibir, discriminar, agredir...,en nombre de Dios, de ninguno de los dioses que hay, ha habido o vaya a haber, en las mentes de los que creen en divinidades.
Saludos.
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EFG
Está bien pero Dios sólo hay uno. No hay "dioses" a no ser que consideremos como tales a los baales de hoy: el dinero, el tener sobre el ser, etc. Pero, en todo caso son dioses con minúscula. Y, por cierto, Dios no está en la mente de los creyentes como si fuera una creación suya (de los creyentes) sino, en todo caso, al revés: estamos en la mente y en el corazón de Dios porque somos una creación suya. Pero eso, creo, sería objeto de otra discusión.
Estos días hemos asistido a una profanación tremenda amparada por el estado (el ayuntamiento de Pamplona y el parlamento navarro); ¿esto no es incitar al odio? Bien que tenemos que perdonar al pobre hombre que cometió tal atropello y rezar por él, pero si alguien se "calentase" por este asunto y se liase a mamporros, ¿qué dirían? porque si tenemos fe, esto es peor que una agresión a nuestros padres terrenales. ¿Qué dirían? Que si el fanatismo e intransigencia de la religión.
Hay una "religión" que tiene más fanáticos y que ha cometido ( y sigue cometiendo ) más crímenes que nadie: el ateísmo militante. Van a seguir provocando, hasta que un día tengamos una desgracia, y luego ya nos podemos ir preparando.
Al menos nos queda el consuelo de saber que hasta los más fanáticos necesitan ayuda química para matar a sangre fría a decenas de personas, pues siempre hay una voz en la conciencia que te dice que eso está mal.
Cuando uno lee el Corán y los famosos "versículos de la espada" queda claro que Mahoma solo autorizaba la yihad en defensa propia, y recalcando que en la victoria hay que ser magnánimo.
Un musulmán no puede matar sin piedad a civiles desarmados.
Los terroristas en el fondo lo saben y por eso necesitan drogas y adoctrinamiento fanático para cometer sus crímenes.
El Islam lo inventó Mahoma, y estará de acuerdo que la guerra santa que él predicó y lideró no fue en defensa propia.
No digo que su intención de matar fuera por las drogas. Digo que ellos necesitaron drogarse para poder hacer hacerlo.
Otros por desgracia matan sin necesidad de drogas porque son así de salvajes.
Aunque no es lo mismo matar tú solo a una multitud que pertenecer a una multitud que lapida a una sola mujer. Es más fácil participar en un linchamiento colectivo porque la culpa queda repartida, o aplaudir a un verdugo que mata en nombre del estado.
La guerra de Mahoma con otras tribus árabes no fue en defensa propia.
La de Moisés con los edomitas tampoco.
Ni la de Josué con los cananitas.
Ni la cruzada contra los albigenses.
Pero el islam, el judaísmo y el cristianismo solo permiten como moralmente aceptable la guerra en defensa propia.
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