Un amigo de Lolo – Toda la bondad de Dios para con nosotros

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

Toda la bondad de Dios para con nosotros

“No hay ni una sola persona que pudiera decir que ha pasado por la vida sin haber experimentado la bondad de Dios. Por el contrario, Él sí que podría afirmar lo opuesto de la nuestra”.

(Bien venido, amor, 57)

¿Habrá algo más terrible que un padre constate que algún hijo suyo no lo quiere? Es más, ¿es posible soportar que un hijo odie a un padre hasta querer renunciar a haberlo tenido?

Tales preguntas, ambas terribles, nos ponen en la situación de darnos cuenta de una realidad espiritual que nos toca a cada uno de nosotros pues, como hijos de Dios que somos nada hay más alejado de la Verdad que sentirla fuera de nuestra existencia.

No podemos negar que, en materia espiritual, la ceguera abunda en el mundo y que hay muchas personas que en su vida sólo ven la casualidad por todas partes y que no darían en pensar, siquiera en plantearse, que aquello que les pasa (bueno y malo) tenga que ver con la santa Providencia de Dios.

En realidad, en la vida, a lo largo de nuestra existencia aquí, en la Tierra, pasamos por muchas circunstancias e innumerables son las veces en las que deberíamos darnos cuenta de que hay algo que, superior a nosotros, está interviniendo en la misma.

De todas formas, siempre nos queda la posibilidad de pensar que la tal ceguera es remediable y que, mediando oraciones ajenas (haciendo efectiva la comunión de los santos) el Creador concederá una visión real de la realidad de las cosas que, en demasiadas ocasiones está ocultada por las tinieblas del mundo y sus mundanidades.

Sin embargo, es bien cierto que nos damos cuenta de la bondad de Dios en nuestra vida porque en muchas ocasiones apreciamos que, en tal o cual circunstancia, sólo la mano del Creador ha podido hacer posible esto o lo otro y que, por ejemplo, a través de nuestro Ángel Custodio o las inspiraciones de su Santo Espíritu nuestra realidad ha sido muy distinta a como hubiera sido de no intervenir, ¡intervenir decimos!, la Providencia del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre|)

Nosotros podemos ir acumulando en nuestro corazón certezas acerca de la verdad, de aquello que nos pasa y, como hacía María Inmaculada, meditándolas en nuestro corazón. Y tal es una forma de comportarse más que buena porque nos facilitará un caminar seguro y unos pasos firmes hacia el definitivo Reino de Dios o, lo que es lo mismo, hacia la bienaventuranza o vida eterna.

Nos podemos dar cuenta, además, que apreciar que Dios es bondadoso con nosotros tiene una gran ventaja que tiene mucho que ver con la constancia que deja tal bondad en nuestra vida. Si, además, la llevamos a la relación que mantenemos con nuestro prójimo, miel sobre hojuelas será la cosa. Y si hacemos como si nada tuviera que ver la bondad de Dios con nosotros haremos un flaco favor a nuestra alma que, al fin y al cabo, será la que reciba el premio o el castigo de nuestros merecimientos en vida. 

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

La bondad de Dios muestra a la perfección su gran misericordia.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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