Serie Fundación GRATIS DATE – El amor humano en el plan divino (Catequesis), del Beato Juan Pablo II
Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.
No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.
Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.
Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.
No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!
Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.
Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.
De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.
Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha des estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.
Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.
Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…
El amor humano en el plan divino (Catequesis), del Beato Juan Pablo II
El 27 de abril de este año de Nuestro Señor de 2014 será canonizado, junto al beato Juan XXIII, el que también es beato y fue Santo Padre, Juan Pablo II.
A lo largo de su extenso y prolífico pontificado impartió catequesis sobre muchos temas. Pues bien, las relativas al amor humano y, en concreto, las que corresponden a la “redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio” están recogidas en este libro de la Fundación Gratis Date. Comprende las que impartió entre el 8 de septiembre de 1979 y el 28 de noviembre de 1984 o, lo que es lo mismo, en un periodo de algo más de cinco años.
En la Introducción de este libro se nos dice que “Este conjunto de catequesis, dadas por el Papa Juan Pablo II entre los años 1979 y 1984, forman un cuerpo doctrinal muy notable, que prolonga un gran tradición de catequesis pastorales, como aquéllas de San Ambrosio, San Agustín o San Juan Crisóstomo".
En la última de estas catequesis (28-XI-1984) dice su autor:
”El conjunto de las catequesis que componen este volúmen puede figurar bajo el título El amor humano en el plan divino o, con mayor precisión, La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio’. Ateniéndonos a esta indicación, hemos elegido el título y el subtítulo de la obra presente.
La versión castellana ha sido tomada de ‘L’Osservatore Romano’, en su edición española. La distribución del conjunto en varias partes sigue el criterio de la edición italiana Uomo e donna lo creò, publicada en 1985 por Città Nuova Editrice - Libreria Editrice Vaticana. Y la formulación de títulos y subtítulos ha sido realizada por nosotros.
El Padre de las luces quiera revelar la belleza y la santidad del matrimonio a cuantos lean estas páginas.”
Además, se nos hace una indicación importante para comprender el sentido de las fechas que, en cada catequesis, se añaden y es que “Debajo del título de cada Catequesis hay dos números: el primero indica la fecha en que se pronunció la Catequesis, y el segundo el día en que fue publicada en la edición española de ‘L’Osservatore Romano’”.
Este tomo está dividido en seis partes el título de los cuales es “Al principio”, “La purificación del corazón”
, “La resurrección de la carne”, “La virginidad cristiana”, “El sacramento del matrimonio” y, como último, “Amor y fecundidad".
A nuestro entender, para que se pueda apreciar la importancia de este tan especial libro, es importante tener presente el contenido total del mismo. Por eso, el Índice es el que sigue:
I PARTE
Al principio
1. Los fundamentos de la familia a la luz de Cristo, 3.
2. Primer relato de la creación del hombre, 4.
3. Segundo relato de la creación del hombre, 5.
4. Inocencia original y redención de Cristo, 7.
5. La soledad original del hombre, 9.
6. El primer hombre, imagen de Dios, 10.
7. Entre la inmortalidad y la muerte, 11.
8. La creación de la mujer, 13.
9. Comunión interpersonal e imagen de Dios, 14.
10. El matrimonio uno e indisoluble, 16.
11. Las experiencias primordiales del hombre, 17.
12. Inocencia y desnudez, 19.
13. El misterio de la creación del hombre: varón y mujer, 20.
14. En el jardín del Edén, 22.
15. Significado «esponsal» del cuerpo humano, 23.
16. Inocencia, felicidad, pureza de corazón, 25.
17. Donación mutua en la felicidad de la inocencia, 26.
18. Vocación original al matrimonio, 28.
19. Llamados a la santidad y a la gloria, 29.
20. El «conocerse» en la convivencia matrimonial, 30.
21. Dignidad de la generación humana, 32.
22. Conocimiento conyugal y procreación, 34.
23. Los problemas del matrimonio en la visión integral del hombre, 35.II PARTE
La purificación del corazón
24. Cristo apela al corazón del hombre, 38.
25. «No cometerás aduleterio», 40.
26. La triple concupiscencia, 41.
27. La desnudez original y la vergüenza, 43.
28. El cuerpo rebelde al espíritu, 44.
29. La vergüenza original en la relación hombre-mujer, 46.
30. El dominio del otro como consecuencia del pecado original, 47.
31. La triple concupiscencia altera la significación esponsal del cuerpo, 48.
32. La concupiscencia hace perder la libertad interior de la donación mutua, 50.
33. La donación mutua del hombre y la mujer en el matrimonio, 51.
34. El matrimonio a la luz del sermón de la montaña, 52.
35. Cristo denuncia el pecado de adulterio, 53.
36. El adulterio según la Ley y los profetas, 54.
37. El adulterio falsifica el signo de la alianza conyugal, 56.
38. El adulterio en el cuerpo y en el corazón, 58.
39. Concupiscencia y adulterio según el Sermón de la Montaña, 59.
40. El mal deseo, adulterio del corazón, 61.
41. La concupiscencia rompe la comunión entre hombre y mujer, 62.
42. Relación ética entre lo interior y lo exterior, 63.
43. El adulterio y la concupiscencia de la mirada, 65.
44. Valores evangélicos y deberes del corazón, 66.
45. Dignidad del cuerpo y del sexo según el Evangelio, 68.
46. La fuerza de la creación se hace para el hombre fuerza de redención, 69.
47. «Eros» y «ethos» en el corazón humano, 71.
48. Lo «ético» y lo «erótico» en el amor humano, 73.
49. La redención del cuerpo, 74.
50. Significado antiguo y nuevo de «la pureza», 76.
51. Tensión entre carne y espíritu en el corazón del hombre, 77.
52. La vida según el Espíritu, 79.
53. La pureza de corazón evangélica, 81.
54. El respeto al cuerpo según San Pablo, 82.
55. La pureza del corazón según San Pablo, 83.
56. La pureza y la vida según el Espíritu, 85.
57. La doctrina paulina sobre la pureza, 86.
58. Función positiva de la pureza del corazón, 87.
59. La dignidad del matrimonio y de la familia, 89.
60. El cuerpo humano en la obra de arte, 91.
61. El respeto al cuerpo en las obras de arte, 92.
62. Límites éticos en la obra de arte, 93.
63. Responsabilidad del artista al tratar del cuerpo humano, 95.III PARTE
La resurrección de la carne
64. La teología del cuerpo, 97.
65. La resurrección de los cuerpos según las palabras de Jesús a los saduceos, 98.
66. La resurrección de los cuerpos y la antropología teológica, 100.
67. Espiritualización y divinización del hombre en la resurrección de los cuerpos, 101.
68. La comunión escatológica del hombre con Dios, 103.
69. Los hijos de la resurrección, 104.
70. La antropología paulina de la resurrección, 105.
71. El «hombre celestial» según San Pablo, 107.
72. La espiritualización del cuerpo según San Pablo, 108.IV PARTE
La virginidad cristiana
73. Virginidad o celibato como signo escatológico, 110.
74. Virginidad o celibato «por el reino de los cielos», 111.
75. Continencia evangélica y fecundidad sobrenatural en el Espíritu Santo, 113.
76. Iluminación mutua entre virginidad y matrimonio, 114.
77. Superioridad de la virginidad por el reino de los cielos, 115.
78. Complementariedad entre virginidad y matrimonio, 116.
79. El celibato es una renuncia hecha por amor, 118.
80. El celibato por el reino y la significación esponsal del cuerpo, 119.
81. El celibato, don de Dios, 121.
82. Doctrina paulina sobre virginidad y matrimonio, 122.
83. Enseñanza paulina sobre la excelencia de la virginidad, 123.
84. El cuidado de «agradar al Señor», 124.
85. La abstinencia en el matrimonio, 126.
86. La redención del cuerpo, objeto de esperanza, 127.V PARTE
El sacramento del matrimonio
87. El sacramento del matrimonio en la carta a los Efesios, 129.
88. Vida cristiana de la familia, 130.
89. Relación de los cónyuges a imagen de la relación de Cristo con la Iglesia, 132.
90. El matrimonio, signo visible del eterno misterio divino, 133.
91. El esposo y la esposa en el misterio de Cristo y de la Iglesia, 134.
92. El amor de cristo a la Iglesia, modelo del amor conyugal, 136.
93. La sacramentalidad del matrimonio, 137.
94. El amor de Dios al pueblo elegido, signo del amor conyugal, 139.
95. El amor de Dios a su pueblo y el amor nupcial en los profetas, 140.
96. El matrimonio como analogía del amor nupcial entre Cristo y la Iglesia, 142.
97. El matrimonio, sacramento primordial, 143.
98. El matrimonio sacramento, restauración del sacramento primordial, 144.
99. El matrimonio y la nueva economía sacramental, 146.
100. La sacramentalidad del matrimonio y la redención del cuerpo, 147.
101. El matrimonio, «ethos» de la redención del cuerpo, 148.
102. Matrimonio sacramental y la vida según el Espíritu, 150.
103. El matrimonio sacramento y la significación esponsal y redentora del amor, 151.
104. El «lenguaje del cuerpo» en la comunión del matrimonio sacramental, 153.
105. La significación esponsal del cuerpo y la condición esponsal de la alianza, 154.
106. El matrimonio como alianza de personas, 156.
107. El signo del matrimonio como sacramento de la Iglesia, 157.
108. La veracidad en el «lenguaje del cuerpo», 158.
109. El amor conyugal en el Cantar de los Cantares, 159.
110. El amor masculino y femenino en el Cantar, 161.
111. La verdad sobre el amor en el Cantar, 162.
112. El amor espiritual en el libro de Tobías, 163.
113. El amor conyugal en la Carta a los Efesios, 164.VI PARTE
Amor y fecundidad
114. La doctrina de la «Humanæ vitæ», 166.
115. El acto conyugal abierto a la vida, 167.
116. «Humanæ vitæ» y «Gaudium et spes», 168.
117. Paternidad y maternidad responsables, 169.
118. La regulación de la natalidad, 170.
119. La transmisión de la vida, 171.
120. La anticoncepción y la continencia periódica, 172.
121. Continencia periódica responsable, 173.
122. Vida espiritual de los esposos, 174.
123. Amor conyugal a imagen del amor divino, 175.
124. La virtud de la continencia, 176.
125. La continencia matrimonial, 178.
126. Continencia periódica y virtud conyugal, 179.
127. La castidad conyugal, 180.
128. El respeto de los esposos por las obras de Dios, 181.
129. El amor humano en el plan divino, 182.”
También se nos dice que “La numeración de este Indice hace referencia a las páginas de la edición impresa”.
Ya pueden imaginar ustedes que el contenido de tantas catequesis sólo puede ser profundo y arraigado en la fe católica. Y también pueden imaginar que no podemos, aquí, analizar lo que en el libro se dice pues, francamente, esto sería en exceso extenso y, hay que decirlo, no estamos en disposición intelectual de abordar empresa tan grande e importante pues Dios a cada uno le da los talentos que le da y tampoco es cuestión de presumir de lo que no se tiene.
Sin embargo, sí podemos destacar, de cada una de las partes, alguna que pueda resultar importante para comprender que el beato, pronto santo, Juan Pablo II tenía de aquello que escribe un conocimiento verdaderamente sobrenatural pues incide en aspectos esenciales del matrimonio y de lo que supone para el ser humano que siente la llamada de tal vocación y a ella se entrega.
Destaquemos, pues, lo que sigue:
I Parte
En lo relativo a los fundamentos de la familia a la luz de Cristo, nos dice el Papa polaco que (p. 3)
“Jesucristo se refirió dos veces al «principio», durante la conversación con los fariseos, que le presentaban la cuestión sobre la indisolubilidad del matrimonio. La conversación se desarrolló del modo siguiente:
‘Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle, y le preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa? El respondió: ¿No habéis leido que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? Díjole El: Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así’ (Mt 19, 3 ss; cf. Mc 10, 2 ss).
Cristo no acepta la discusión al nivel en que sus interlocutores tratan de introducirla, en cierto sentido no aprueba la dimensión que ellos han intentado dar al problema. Evita enzarzarse en las controversias jurídico casuísticas; y, en cambio, se remite dos veces ‘principio’ Procediendo así, hace clara referencia a las palabras correspondientes del libro del Génesis, que también sus interlocutores sabían de memoria. De esas palabras de la revelación más antigua, Cristo saca la conclusión y se cierra la conversación.”
Principio, pues, como momento en el que Dios crea al hombre y a la mujer del que se deriva la indisolubilidad del matrimonio.
II Parte
Refiriéndose al adulterio, asunto difícil de tratar con aquellos que creían que era sencillo lapidar a quien había caído en tal pecado, nos dice el beato Juan Pablo II que (p. 38)
“El hombre comete adulterio, si se une de ese modo con una mujer que no es su esposa. También comete adulterio la mujer, si se une de ese modo con un hombre que no es su marido. Es necesario deducir de esto que ‘l adulterio en el corazón’ cometido por el hombre cuando ‘ira a una mujer deseándola’ significa un acto interior bien definido. Se trata de un deseo, en este caso, que el hombre dirige hacia una mujer que no es su esposa, para unirse con ella como si lo fuese, esto es -utilizando una vez más las palabras del Gén 2, 24-, de tal manera que «los dos sean una sola carne» Este deseo, como acto interior, se expresa por medio del sentido de la vista, es decir, con la mirada, como en el caso de David y Betsabé, para servirnos de un ejemplo tomado de la Biblia (cf. 2 Sam 11, 2) (3). La relación del deseo con el sentido de la vista ha sido puesto particularmente de relieve en las palabras de Cristo.”
Vemos, pues, la verdadera exigencia puesta en boca de Jesucristo y que tiene poco que ver con el simple no adulterarás en el sentido exacto de, en efecto, haber adulterado físicamente, Y es que el corazón, templo del Espìritu Santo, tampoco puede ser violentado con según qué pensamientos o ideas.
III Parte
Podemos decir que Jesucristo establece, en lo referido a la denominada “teología del cuerpo”, tres aspectos que son esenciales para comprenderla. Así, por ejemplo, el primero de ellas tiene relación con el “principio” en el que todo fue hecho y que se recoge, por ejemplo en Mt 19, 3-9 o en Mac 10, 2-13; el segundo se viene referido a la intimidad del ser humano o, lo que es l mismo, al “corazón” y que se puede apreciar en Mt 5, 27-32. Pues bien, el tercero de ellos tiene que ver con la resurrección.
A este respecto, en la página 95 de este libro se recoge, al respecto de la resurrección, que
“El matrimonio, esa unión en la que, según dice el libro del Génesis, ‘el hombre… se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne’ (2, 24) -unión propia del hombre desde el ‘principio’- pertenece exclusivamente a ‘este siglo’. El matrimonio y la procreación, en cambio, no constituyen el futuro escatológico del hombre. En la resurrección pierden, por decirlo así, su razón de ser. Ese ‘otro siglo’, del que habla Lucas (20, 35), significa la realización definitiva del género humano, la clausura cuantitativa del círculo de seres que fueron creados a imagen y semejanza de Dios, a fin de que multiplicándose a través de la conyugal ‘unidad en el cuerpo’ de hombres y mujeres, sometiesen la tierra. Ese ‘otro siglo’ no es el mundo de la tierra, sino el mundo de Dios, el cual, como sabemos por la primera Carta de Pablo a los Corintios, lo llenará totalmente, viniendo a ser ‘todo en todos’» (1 Cor 15, 28)”.
Por tanto, no debemos mirar la resurección como un momento más de la vida del ser humano como la entendemos en nuestro ahora y en nuestro aquí mismo. Al contrario es la verdad porque lo que ha de ser no tiene nada que ver con lo que es ahora.
IV Parte
En lo relativo al celibato, recogido, entre otros temas, en esta parte del libro de catequesis del beato Juan Pablo II, nos dice, el Papa que viniese del otro lado del telón de acero, que (p. 116)
“Permaneciendo en el ámbito de las palabras de Cristo según Mateo (19, 11-12), es preciso concluir nuestras reflexiones, afirmando lo siguiente. Primero: Si la continencia ‘por el reino de los cielos’ significa indudablemente una renuncia, esta renuncia es al mismo tiempo una afirmación: la que se deriva del descubrimiento del ‘don’, esto es, el descubrimiento, a la vez, de una perspectiva de la realización personal de sí mismo «a través de un don sincero de sí» (Gaudium et spes, 24); este descubrimiento está, pues, en una profunda armonía interior con el sentido del significado nupcial del cuerpo, vinculado «desde el principio» a la masculinidad o feminidad del hombre como sujeto personal. Segundo: Aunque la continencia «por el reino de los cielos» se identifique con la renuncia al matrimonio -el cual en la vida de un hombre y de una mujer da origen a la familia-, no se puede en modo alguno ver en ella una negación del valor esencial del matrimonio; más bien, por el contrario, la continencia sirve directamente a poner de relieve lo que en la vocación conyugal es perenne y más profundamente personal, lo que en las dimensiones de la temporalidad (y a la vez en la perspectiva del «otro mundo») corresponde a la dignidad del don personal, vinculado con el significado nupcial del cuerpo en su masculinidad y feminidad.
De este modo, la llamada de Cristo a la continencia ‘por el reino de los cielos, justamente asociada a la evocación de la resurrección futura (cfr. Mt 21, 24-30; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-40), tiene un significado capital no sólo para el ethos y la espiritualidad cristiana, sino también para la antropología y para toda la teología del cuerpo, que descubrimos en sus bases. Recordemos que Cristo, al refirirse a la resurrección del cuerpo en el ‘otro mundo’, dijo, según la versión de los tres Evangélicos sinópticos. ‘Cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio…’ (Mc 12, 25). Estas palabras, que ya hemos analizado antes, forman parte del conjunto de nuestras consideraciones sobre la teología del cuerpo y contribuyen a su elaboración.”
Tal es así, según lo dicho por el beato polaco, que el celibato sacerdotal se entiende como una entrega tan especial que, con franqueza lo decimos, supone un aliciente para quien quiere entregarse por Dios y por el ser humano en alma y, también, en cuerpo.
V Parte
No resulta nada extraño que el beato Juan Pablo II dedicara una parte muy importante de sus Catequesis, al sacramento del matrimonio pues en el mismo tiene mucho, todo, que ver con aquello que refiere al amor humano al concretarse, de una forma muy especial y esencial, el mismo en aquel.
Refiriéndose a tal sacramento, nos dice que (pp 137-138)
“La institución del matrimonio, según las palabras del Génesis 2, 24, expresa no sólo el comienzo de la fundamental comunidad humana que, mediante la fuerza ‘procreadora’ que le es propia (’procread y multiplicaos’: Gén 1, 28) sirve para continuar la obra de la creación, pero, al mismo tiempo, expresa la iniciativa salvífica del Creador que corresponde a la elección eterna del hombre, de la que habla la Carta a los Efesios. Esa iniciativa salvífica proviene de Dios Creador y su eficacia sobrenatural se identifica con el acto mismo de la creación del hombre en el estado de la inocencia originaria. En este estado, ya desde el acto de la creación del hombre, fructificó su eterna elección en Cristo. De este modo hay que reconocer que el sacramento originario de la creación toma su eficacia del ‘Hijo amado’ (cf. Ef 1, 6, donde se habla de la ‘gracia que nos otorgó en su Hijo amado’. Si luego se trata del matrimonio, se puede deducir que -instituido en el contexto del sacramento de la creación en su globalidad, o sea, en el estado de la inocencia originaria- debía servir no sólo para prolongar la obra de la creación, o sea, de la procreación, sino también para extender sobre las posteriores generaciones de los hombres el mismo sacramento de la creación, es decir, los frutos sobrenaturales de la elección eterna del hombre por parte del Padre en el Hijo eterno: esos frutos con los que el hombre ha sido gratificado por Dios en el acto mismo de la creación.”
Vemos, por lo tanto, que el matrimonio, en cuanto sacramento tiene que ver de forma absoluta con el designio de Dios para el hombre y para la mujer en cuanto seres humanos que juegan un papel muy importante en la misma Creación del Todopoderoso pues de la procreación depende que lo que era “muy bueno” en palabras del Padre en el Génesis al referirse al hombre y a la mujer, siga teniendo virtualidad.
VI Parte
Sobre el amor y la fecundidad como expresión del mismo en el seno del matrimonio, era de esperar que el que fuera Papa tratara el tema de una encíclica que provocó muchos quebraderos de cabeza a su autor Pablo VI, Humanae vitae, porque cuando se dice la verdad sobre algo, y en este caso sobre un algo muy particular como es la realidad misma de la procreación y de los obstáculos que se le ponen a la misma, es de esperar que el eje del Mal actúe cuanto pueda para ponerse enfrente de quien eso diga y mantenga.
Pues bien, en esta última parte del libro catequizador se nos dice (p. 159) que
“Las reflexiones que hasta ahora hemos expuesto acerca del amor humano en el plano divino, quedarían, de algún modo, incompletas si no tratásemos de ver su aplicación concreta en el ámbito de la moral conyugal y familiar. Deseamos dar este nuevo paso, que nos llevará a concluir nuestro ya largo camino, bajo la guía de una importante declaración del Magisterio reciente: la Encíclica ‘Humanæ vitæ, que publicó el Papa Pablo VI, en julio de 1968. Vamos a releer este significativo documento a la luz de los resultados a que hemos llegado, examinando el designio inicial de Dios y las palabras de Cristo, que nos remiten a él.
‘La Iglesia… enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida…’ (Humanæ vitæ, 11). ‘Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador’ (Humanæ vitæ 12).”
Quizá esto, aún siendo muy poco de lo que escribe el beato polaco, sea más que suficiente como para entender la oposición que hubo, y hay, a la encíclica de Pablo VI, verdadera luz en este tema en la tiniebla en la que, en este aspecto, se encuentra el ser humano pues, es más que sabido que a muchas personas no les parece nada bien que se les recuerde su obligación, no ya como católicos sino, simplemente, como especie animal racional de sustancia individual (como muy bien diría, aunque en latín, Boecio).
Decimos, ya para finalizar, que hemos podido ver y comprobar como el beato Juan Pablo II entendía a la perfección lo oque supone el amor humano y la importancia que tiene en el devenir del matrimonio. Y, también, muchos otros aspectos que se relacionan tanto con uno como con otro.
Parafraseando a san Juan en su evangelio, podemos decir que muchas otras cosas dice el beato polaco en este su libro, pero las aquí recogidas lo han sido para que se comprenda la importancia del amor humano y de su mucha relación con la redención del ser creado por Dios a su imagen y semejanza.
Adelantémonos al momento establecido para decir, con gozo y sabiendo que seremos escuchados, San Juan Pablo II, ruega por nosotros, para que sepamos entender lo que contienen tus catequesis sobre estos temas tan importantes y lo apliquemos, quien corresponda, a nuestra vida.
Eleuterio Fernández Guzmán
Ha salido el recopilatorio de “El Pensador”
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Dios, que nos ama, tiene un plan para cada uno de nosotros que decidimos seguir o no seguir. Así es su amor.
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