Un amigo de Lolo - El pecado
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
El Pecado
“El mal es una ganancia negra que se hace para todos. Y la mancha de las culpas actuales emborronan igual que otra caída del Paraíso”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (551)
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.
Por mucho que, actualmente, resulte poco moderno hablar de una realidad tan evidente como es el pecado, lo bien cierto es que Dios, en su inmensa sabiduría, ya sabía, al crear al ser humano y dotarlo de libertad, que era más que posible que la utilizase para hacer de su capa un sayo y romper la relación que le unía con su Creador.
Pecar, por tanto, no es cosa de unos pocos desgraciados seres humanos creyentes que sienten como una especie de imán que les atrae hacia aquello que saben, porque además lo saben, que Dios no estima como bueno y benéfico para sus vidas. Quien crea eso es que, o bien, no tiene un sentido muy claro de la realidad de las cosas y de la vida espiritual del hombre o bien ha venido de otro planeta y no es terrícola. Y como no creemos posible lo segundo, nos hacemos eco, con seguridad de éxito, de lo primero.
Quien, además, tenga por bueno pecar porque, a lo mejor, obtiene algún tipo de beneficio, debería saber que, en todo caso, el único beneficio que va a obtener va a ser el que le entregue el Príncipe de este mundo que, con sus secuaces sobrinos maléficos (como diría C.S. Lewis) siempre procura atraernos hacia su nigérrimo redil.
En realidad, como sabemos, todos somos pecadores. Y esto, que pudiera parecer una expresión descorazonadora, no es más que la plasmación de algo que ya se confirmó con nuestros Primeros Padres, Adán y Eva. Desde entonces, tenemos sobre nuestros corazones una espada de Damocles, la del pecado, que siempre dejamos caer con alborozo e, incluso, con disimulo.
Es posible que muchos crean que cuando pecan sólo se hacen daño a sí mismos (si es que eso creen) y que, de todas formas, nadie más se va a ver afectado. En eso hay gran equivocación pues como miembros de una comunidad eclesial, de la Iglesia fundada por Cristo, al caer en la tentación quien caiga y peque con eso procura para el cuerpo eclesial un efecto malévolo que, aún no teniendo que soportar, soporta pues todos formamos el todo que es la Esposa de Cristo y nada que a uno le pase, suceda o acaezca, deja de perturbar, cuando hablamos de faltar a la fe que tenemos de forma pecaminosa, al resto de piedras vivas que constituye la Iglesia, llamada católica por ser universal.
También es cierto que la consideración acerca de que el pecado puede tener efectos perjudiciales para el común de fieles que sean tan graves como los que produjo el pecado original pudiera parecer exagerado. Sin embargo, si tenemos en cuenta que pecar es pecar y que lo mismo da que da lo mismo lo que hicieron aquellos dos seres privilegiados por vivir en el Paraíso que los que hoy día pisamos el suelo de la tierra, llegaremos a la conclusión de que cuanto menos pequemos mejor que mejor. Y lo otro, el alejarse de Dios mediante acción y omisión que tenga la consideración de pecado, no es un buen negocio ni una buena inversión de cara a nuestra vida eterna. Es más, es, seguramente, lo peor de lo peor dada nuestra propia naturaleza.
Eleuterio Fernández Guzmán
Ha salido el recopilatorio de “El Pensador”
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Alejarse de Dios y, además, hacerlo de forma consentida, no es buena cosa.
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