Eppur si muove - ¿Qué significa estar hechos a imagen y semejanza de Dios?
Hoy es Santa Lucía.
-Me parece que usted se está metiendo en camisa de once varas.
-Bueno, bueno, a ver cómo salimos de ésta….
En el principio del principio o, lo que es lo mismo, en el libro del Génesis, y en un momento determinado, a Dios le plugo, según ahí se dice, esto (1, 26-28):
“Y dijo Dios: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra’. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.”
Quiso Dios, pues, que la criatura suya llamada hombre (macho y hembra los creó) fuésemos hechos a su imagen y a semejanza suya. Pero eso, en realidad, ¿qué quiere decir?
Sabemos que no hay imagen de Dios, digamos real, hecha por mano del hombre, por la sencilla razón de que sólo Cristo conoce al Padre y nosotros, como mucho, en caso de tener la visión beatífica, podremos conocerlo tal como es. Sin embargo sí que se representa a Dios de muchas formas.
En general, podemos decir que, como la imagen que ilustra, supra, este artículo, a Dios se le suele representar, somos así los humanos y así lo vemos, como ser humano de edad avanzada (seguramente por lo que de sabio tiene ser anciano) y así lo vemos en muchas representaciones. Que tiene barba y todo eso y que en muchos sitios y lugares así se le puede ver aún sin haberlo visto.
Y, sin embargo, la verdad es, ha de ser muy otra, porque, según lo dicho arriba, nadie salvo Cristo conoce al Padre de manera real y efectiva.
Dice, a tal respecto, el Catecismo de la Iglesia católica, lo siguiente:
“356 De todas las criaturas visibles sólo el hombre es ‘capaz de conocer y amar a su Creador’ (GS 12,3); es la ‘única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma’ (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad:
‘¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno’ (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza, 13).
357 Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.
358 Dios creó todo para el hombre (cf. GS 12,1; 24,3; 39,1), pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación:
‘¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta él y se sentara a su derecha’ (San Juan Crisóstomo, Sermones in Genesim, 2,1: PG 54, 587D - 588A).
359 ‘Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado’ (GS 22,1):
‘San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género humano, a saber, Adán y Cristo […] El primer hombre, Adán, fue un ser animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir […] El segundo Adán es aquel que, cuando creó al primero, colocó en él su divina imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo nombre, para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es, realmente, el primero, como él mismo afirma: ‘Yo soy el primero y yo soy el último’. (San Pedro Crisólogo, Sermones, 117: PL 52, 520B).
360 Debido a la comunidad de origen, el género humano forma una unidad. Porque Dios ‘creó […] de un solo principio, todo el linaje humano’ (Hch 17,26; cf. Tb 8,6):
‘Maravillosa visión que nos hace contemplar el género humano en la unidad de su origen en Dios […]; en la unidad de su naturaleza, compuesta de igual modo en todos de un cuerpo material y de un alma espiritual; en la unidad de su fin inmediato y de su misión en el mundo; en la unidad de su morada: la tierra, cuyos bienes todos los hombres, por derecho natural, pueden usar para sostener y desarrollar la vida; en la unidad de su fin sobrenatural: Dios mismo a quien todos deben tender; en la unidad de los medios para alcanzar este fin; […] en la unidad de su Redención realizada para todos por Cristo (Pío XII, Enc. Summi Pontificatus, 3; cf. Concilio Vaticano II, Nostra aetate, 1).
361 ‘Esta ley de solidaridad humana y de caridad (ibíd.), sin excluir la rica variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos asegura que todos los hombres son verdaderamente hermanos.’
También, la Constitución Pastoral Gaudium et spes (Concilio Vaticano II), y en concreto, en su número 12 dice que
“La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado ‘a imagen de Dios’, con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Ps 8, 5-7).”
Estar hecho, pues, a imagen de Dios, tiene muchas implicaciones para el ser humano. No es, por lo tanto, que el Creador sea igual que nosotros físicamente porque seamos semejanza suya sino que debemos tratar de ser, de llevar a cabo, una forma de ser que tenga lo más que ver con la suya. Y somos, también, por eso mismo, depositarios de la mismísima Creación.
Por eso, seremos imagen de Dios si
Amamos a los demás sin tasa ni cuenta.
Tenemos en cuenta los derechos ajenos sin hacer imponer los nuestros.
Tenemos en cuenta la libertad del otro.
Sabemos perdonar tanto como Dios nos perdona a nosotros.
Sabemos contemplar al prójimo como creación, también, de Dios.
Valoramos lo que el otro haga o diga por tan válido como lo nuestro.
Miramos al prójimo con ternura y no con desconfianza.
Sabemos esperar del otro lo mejor y no siempre lo peor.
No perdemos la esperanza al respecto del comportamiento del prójimo.
Somos capaces de ver la viga en nuestro ojo antes que la paja en el ajeno.
No miramos al prójimo por encima del hombre.
Somos misericordiosos como Dios lo es con nuestras caídas y nuestros pecados.
Somos capaces de no ofender sin necesidad y gratuitamente al otro.
Y todo esto porque, en realidad, es el alma lo que nos hace semejantes a Dios, imagen suya y la Parábola del hijo pródigo (imagen que aquí traemos en la del hijo que se abraza al padre) el ejemplo más evidente del Amor de Dios por sus criaturas.
Así, y de muchas otras maneras, podremos ser imagen de Dios y semejanza suya. Habremos, de tal forma, contemplado en nuestro corazón algo del de Dios que siempre está abierto al Amor y siempre es Amor, pese a lo que nos pueda pesar a nosotros, díscolos hijos suyos más preocupados por nuestras mundanidades que por la voluntad del Creador.
Es bien cierto, por lo tanto, que si bien no “conocemos” el rostro de Dios como tal sí podemos verlo en cada ser humano pues desde que Cristo nació al mundo de los seres mortales aquello que, mediando amor, hacemos al prójimo, se lo hacemos a Él como muy bien recoge el evangelista san Mateo cuando, en 25, 40 dice el Hijo de Dios, al respecto de tales acciones que “a mi me lo hicisteis”.
¡Hechos, pues, a imagen y semejanza de Dios! ¿Podrá haber algo mejor para nosotros y, así, para la humanidad toda?, ¿algo mejor que conocer y amar a Dios?
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Ya dijo Jesús que quería que fuésemos perfectos como su Padre es perfecto.
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2 comentarios
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-De Dios no se puede hacer imagen real, simplemente, porque Dios es la infinita dimensión cúbico-esférico de infinita Luz iluminando y de infinita Vida poblando el infinito Espacio su morada.
-Al infinito Dios, el limitado ser ángel u hombre, le puede ver y comprender en su ilimitada dimensión como Luz y Vida que es; pero nunca le podrá puede medir ni definir en ésta su infinita dimensión.
Siendo el Dios Espíritu Santo, un todo de infinitas partes perfectamente jerarquizadas -ángeles-. Cada ángel ve a Dios, cara a cara, como en lo que es su inmediato superior.
1º Es una herejia decir que los creó macho y hembra.
La escritura dice ish e issha "varon y varona" o dicho de otro modo "hombre y mujer" (a ver si nos enteramos de que no somos animales racionales ni venimos del mono)
2º Somos a imagen de Dios porque Dios es Tres personas distintas y el Hombre es Dos personas distintas (varon y mujer) es decir: proyectamos 3 dimensiones sobre 2.
algo parecido a dibujar un volumen sobre un plano.
por eso cada matrimonio expresa una realidad divina.
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