La Palabra del Domingo - 24 de noviembre de 2013
Lc 23, 35-43
“35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: ‘A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.’ 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!’ 38 Había encima de él una inscripción: ‘Este es el Rey de los judíos.’ 39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’ 40 Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.’ 42 Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.’ 43 Jesús le dijo: ‘Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.’”
COMENTARIO
Creer, de verdad, en Cristo
A lo largo de su vida, digamos, pública, Jesús sufrió muchas tentaciones de parte del Maligno. Es más, justo cuando fue al desierto tras ser bautizado por Juan en el Jordán, muy conocidas son las tres a las que tuvo que enfrentarse y de las que salió justo y lógico vencedor.
Pero ahora también le tienden trampas. Está colgado en la cruz, aceptada cruz por su parte, e incluso en tal situación hay poderosos de la época que le pinchan para ver si cae y deja de demostrar que es Dios hecho hombre, el Mesías enviado por el Creador para salvar a la humanidad.
Para Jesús habría sido fácil librarse de aquella cruz. Otras veces se había librado de quienes querían matarlo o despeñarlo. Sin embargo sabía que la voluntad de Dios (“que no se cumpla mi voluntad sino la tuya” había dicho en Gethsemaní horas antes) había que cumplirla y no iba a ser Él, precisamente Él, quien hiciera caso omiso a su propia voluntad.
No cae, pues, Jesús, en aquellas tentaciones. Ni se baja de la cruz ni hace nada para que se retrase el momento de entregar su espíritu en manos de Dios, su Padre.
Incluso aquellos malhechores que habían sido condenados al mismo tipo de cruel e infamante muerte, le miran. Pero cada uno de ellos de una forma diferente: uno no cree en Él y lo tienta pero el otro sí cree en él; el primero sólo busca la salvación humana mientras que el otro busca la salvación eterna porque quiere estar en el Reino de Jesús cuando eso pueda ser posible.
Jesús sabe que aquel ladrón que ha creído en Él ha quedado salvado. Incluso en la situación en la que se encuentra, a punto de morir junto al Maestro, el Hijo de Dios lo salva para siempre y para toda la eternidad lo quiere a su lado.
El primero de los ladrones, quien insulta a Jesús, parece que no ha comprendido lo que está pasando. El otro, sin embargo, tocado por el Espíritu Santo, sabe que está ante el Enviado de Dios y que por eso lo han puesto en aquella situación. Y no duda, entonces, de ninguna manera ante Jesús: es el Cristo y, por eso mismo, quiere estar siempre con Él en su Reino. Pero, como dice Jesús, su Reino ya ha llegado porque Él es el Reino.
Creyó y se salvó. Y esto ha de ser, por fuerza espiritual, lo que Dios quiere de cada uno de nosotros.
PRECES
Por todos aquellos que les gustaría que Jesús bajase de su cruz y no cumpliese con la voluntad de Dios.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no confían en la salvación por mediación de Cristo Jesús.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a creer en Ti a través de Jesús.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
Ha salido el recopilatorio de “El Pensador”
Adquisiciones: [email protected]
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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber, estar seguros, de que la vida eterna depende de Dios, es el camino justo para llegar a ella.
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Para leer Fe y Obras.
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