Eppur si muove - ¿Por qué se beatifica a los mártires?
Independientemente de lo que algunos puedan decir acerca de lo que sucederá muy pronto en el orbe católico (lo es porque es universal nuestra fe y todo lo que sucede en su seno pasa para todos los creyentes que en el mundo somos) lo bien cierto es que para nosotros, católicos, es un momento de gran gozo: muerte y fe en un mismo momento unidas; cruz y vida eterna que se dan la mano.
Y es que quedan muy pocos días para que se produzca la beatificación de más de 500 mártires. Proceden tales casos de la persecución habida en España durante el siglo XX. No es, sin embargo, la primera vez que tiene que producirse una ceremonia como la que se llevará a cabo el próximo 13 de octubre. Y no lo es porque no puede negarse que ni Diocleciano fue capaz de hacer lo que hicieron algunos seres humanos con los discípulos de Cristo en tiempos muy recientes.
En el “Mensaje con motivo de la Beatificación del Año de la fe en Tarragona, el 13 de Octubre de 2013” se nos dice algo acerca de las razones por las cuales una serie de personas creyentes católicas, a las que tenemos el honor de conocer por sus biografías, suben a los altares. Así (punto 9) que
“Son verdaderos creyentes que, ya antes de afrontar el martirio, eran personas de fe y oración, particularmente centrados en la Eucaristía y en la devoción a la Virgen. Hicieron todo lo posible, a veces con verdaderos alardes de imaginación, para participar en la Misa, comulgar o rezar el rosario, incluso cuando suponía un gravísimo peligro para ellos o les estaba prohibido, en el cautiverio. Mostraron en todo ello, de un modo muy notable, aquella firmeza en la fe que San Pablo se alegraba tanto de ver en los cristianos de Colosas (cf. Col 2, 5). Los mártires no se dejaron engañar “con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo” (Col 2, 8). Por el contrario, fueron cristianos de fe madura, sólida, firme. Rechazaron, en muchos casos, los halagos o las propuestas que se les hacían para arrancarles un signo de apostasía o simplemente de minusvaloración de su identidad cristiana.”
Lo que caracteriza, pues, a estos hermanos nuestros es que ante la tentación de evitar una muerte segura renunciando a su fe no hicieron ascos a la misma sino que, muy al contrario, no quisieron, para nada, dejar aquella cruz que llevaban encima. Si, como aquellos creyentes del siglo III que dijeron que no podían vivir sin el Domingo y, eso mismo, les costó la vida, estos hermanos de casi ahora mismo, que pronto serán beatificados, tampoco podían vivir sin su fe católica y no les parecía, ni de lejos, lo mejor abandonarla a estas primeras o segundas de cambio. Y, por eso mismo, murieron, para gloria suya y ejemplo, ya, para siempre, siempre, siempre.
Lo que supone, también, que hubiera unas personas que se mantuvieran firmes en su fe por más que se les dijera las consecuencias que eso tendrían para sus vidas, es, una vez más (muchas más lo ha sido a lo largo de la historia, incluso desde el Antiguo Testamento) que, en efecto, la fe puede llenar de tal manera nuestro corazón que no otra cosa es posible aceptar contra ella por ser mejor y no otra realidad es entendible como más gozosa.
En realidad, la cruz ha significado y significa mucho para muchas de las personas que, a lo largo de los tiempos, han querido sostenerse en ella para caminar por el siglo hacia el definitivo Reino de Dios a sabiendas de que en la senda iban a encontrar muchas piedras y que, con más de una se tropezarían. Sin embargo, eso no ha hecho, ni permitido que muchos hayan dado lo mejor de sí mismos como, en este caso, la propia vida.
Es bien cierto que muchos cristianos huyen de la cruz porque la creen carga muy pesada y que se han acostumbrado a esconderla porque el mundo no la aprecia mucho. Han hecho, así, de su vida de cristianos, una falsedad en la que sólo la apariencia mantiene una fe que, en realidad, no es nada de lo que debería ser.
Sin embargo, no todos los creyentes cristianos tienen una actitud ante la vida y ante lo que les pasa simuladora de que son discípulos de Cristo sino que existen personas que dan, literalmente, su vida por aquella cruz en la que pendió el hijo de María y el hijo de José, el carpintero de Nazaret. Y estos más de 500 creyentes que serán beatificados en Tarragona el próximo 13 de este mes de octubre son un buen ejemplo de una forma de proceder, exactamente, santificadora.
Son los mártires de ahora mismo que, con su actitud, dan fe de que ser seguidor de Cristo tiene sus gozos y, uno de ellos, es dar la vida por Quien, antes y en el Calvario, la dio por ellos. No abrazan la cruz por masoquismo ni porque quieran salir pronto en los anales recordatorios de mártires sino, en todo caso, porque se saben partidarios de Alguien que quiso darse a sí mismo y, además, perdonando a quienes lo mataban.
Y por eso, por ser consecuentes con su fe, es por lo que se beatifica a unos creyentes que están, ya para siempre, en el corazón de la Iglesia que fundó Cristo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Amar a Dios sobre todas las cosas… Algunos hermanos bien lo han entendido.
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3 comentarios
Las 10.000 personas que yacen sepultadas por las cunetas de este país,...
a.- ¿Son Hijos de Dios? ¿Lo son sus familiares?
b.- ¿Merecían la muerte?
c.- ¿Ninguno de ellos era cristiano?
d.- Las personas que "acortaron" su vida, ¿Pueden considerarse buenos católicos? ¿Estaban en comunión con Dios para poder comulgar?
e.- ¿Pueden considerarse como tales aquellos que los señalaron, denunciaron o que no hicieron nada por evitar su muerte?
f.- ¿Merecería ser beatificado alguno de ellos?
a) Si, todos somos hijos de Dios.
b) Los cristianos tenemos la plena seguridad que todos tenemos le derecho a la vida, incluyendo los no nacidos y los ya nacidos. No nos consideramos con derecho a tomar una vida.
c)Ignoro su condición, pero casi seguramente no.
d) Ignoro las condiciones de cada una de las muertes, pero seguramente muchas de ellas fueron en defensa propia.
e) Si fueron en defensa propia, a pesar del dolor por tomar una vida, si estaban en comunión, aunque seguramente están arrepentidos.
f) Misma respuesta que e.
g)Si murieron en defensa de su fe, su fe los beatifica. Si murieron defendiendo al cristianismo la Iglesia católica lo hará, si murieron defendiendo otra fe (el comunismo por ejemplo), su iglesia ya lo hizo.
b.- Si los cristianos no nos consideramos con derecho a tomar una vida, ¿Qué derecho, divino o humano, asistía a aquellos que acabaron con las vidas de esas más de 10.000 personas? ¿Les asistía algún designio divino?
c.- ¿Posee vd. actas que demuestren la no pertenencia de esas personas asesinadas a la Iglesia?
d.- No parece que ejecutar a alguien en un pelotón de fusilamiento, con las manos atadas, en algunos casos tras sufrir cárcel, torturas y vejaciones, faculte a nadie a invocar el derecho a legítima defensa que reconoce el Código Penal. No hay necesidad racional del medio empleado ni proporcionalidad. Tampoco cabe ningún estado de necesidad: asesinar a una persona a sangre fría no se justifica ante la invocación de un bien jurídico superior.
Por tanto, aquellas personas que empuñaron sus fusiles contra esos represaliados violaron flagrantemente el 5º Mandamiento, aquél que dice "No matarás", y por tanto, estuvieron en pecado mortal. Como no se arrepintieron de sus crímenes, murieron con él. Ya se sabe cuál es la consecuencia.
e.- No hacer en defensa de un hermano es tanto como permitir su muerte, ser colaborador necesario para la misma y, en muchos casos, inductor. No puede haber comunión con Dios al destrozar parte de Su creación.
f.- Muchos de esos asesinados jamás empuñaron un fusil. Fueron muertos por ser maestros de escuela, homosexuales (García Lorca), tener ideologías distintas al fascismo (le recomiendo "La Lista de Schlinder" para que vea las similitudes) o simplemente por saldar viejas cuentas o en venganza de otras muertes. Eso no los excluye de haber sido buenos cristianos, incluso mejores, que aquéllos que con escapulario se dedicaron a aniquilarlos.
Y ahora dicho todo esto, lo malo de las beatificaciones son dos cosas: la primera, que lo que se entiende como "martirio", en muchos casos no fue tal, porque aquellos sacerdotes, religiosas o gentes de Iglesia que fueron asesinados por otros miserables por su condición de creyentes, sino por motivos políticos: la pertenencia a un supuesto bando contrario. En aquellos casos en que así fuere procede por supuesto la beatificación.
La segunda, porque no hacer justicia con esas decenas de miles de muertos que aún no han recibido siquiera un entierro digno jamás puede ser conducta de un cristiano, que debe amar a todos sus hermanos por igual, incluso a aquellos que (presuntamente) le odian. Satanizar a un bando y ensalzar a otro (cuando en muchos casos el reclutamiento era forzado y te tocaba un bando simplemente por caer en una zona u otra) hace que las beatificaciones pierdan parte de su propósito original y que sean vistas con muchos recelos, por lo que tienen de político. Y con ello yo no digo que me parezcan mal: sólo me parecen incompletas.
Nada justifica el daño a otro hermano. Y si todos somos hijos de Dios todos somos hermanos. No hay caminos intermedios ni atajos ideológicos que puedan obviar esta realidad.
¿O sí los hay?
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