Serie P. Julio Alonso Ampuero - Isaías, 40-55. El desierto florecerá
Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tener fe es saber que se es hijo de Dios y que se comprende qué significa eso.
Y, ahora, el artículo de hoy.
Presentación de la serie
El P. Julio Alonso Ampuero, nacido en 1958, formado en el Seminario de Toledo, fue ordenado sacerdote en 1983. Estudia Sagrada Escritura en Roma y Jerusalén entre los años 1984 y 1987. Fue profesor de Introducción a la Sagrada Escritura y Cartas de San Pablo en el Instituto Superior de Estudios Teológicos “San Ildefonso” de Toledo además de formador durante varios años en el Seminario.
Hasta aquí una biografía urgente de este sacerdote que, por cierto, conoció al P. José Rivera, de quien escribió, para el volumen “José Rivera. Sacerdote, testigo y profeta” de BAC Biografías (2002) el artículo titulado “No hay amor más grande” en el que escribe sobre el misterio de la cruz en don José Rivera.
Sin duda alguna que la labor sacerdotal del P. Julio Alonso Ampuero debe ser, actualmente, grande. Sin embargo, aquí vamos a traer, en exclusiva, lo que ha publicado en la Fundación Gratis date y que son, como veremos una serie de libros que nos ayudan a comprender nuestra fe y nos permiten adentrarnos en realidades espirituales dignas de ser tenidas en cuenta.
En concreto, los libros a los que dedicamos esta serie son los siguientes:
-Historia de la salvación
Dice el autor que “Estas páginas intenta ayudar a descubrir de manera sencilla las cosas grandes que el Señor ha realizado en la historia de su pueblo y que quedaron consignadas por escrito en la Biblia”. Y a fe de quien esto escribe que consigue, a la perfección, que nos hagamos una idea más que acertada de lo que, a este respecto, ha sido la historia de salvación de la humanidad.
-Éxodo. El Señor de la historia
Dice el autor de este libro que tiene un objetivo claro al escribirlo y que es “acercar la Palabra de Dios a la gente y acercar la gente a la Palabra de Dios” y, teniendo en cuenta que “todo el comentario está basado en la más exacta fidelidad al texto bíblico”, podemos estar más que seguros de que lo ha conseguido.
-Isaías 40-55. El desierto florecerá
El P. Julio Alonso Ampuero tiene por cierto que el llamado Segundo Isaías (capítulos 44 al 55 del libro de tal profeta) es muy válido para ahora mismo. Si Isaías predicó en tiempos de exilio del pueblo judío, en nuestros días también nos encontramos en una época muy difícil donde el paganismo se está adueñando de multitud de realidades nuestras.
-Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles
Es meridianamente claro que a los Hechos de los Apóstoles corresponde darnos a entender cómo era la Iglesia en los primeros tiempos donde la evangelización empezaba. Es más, sin conocer lo que, entonces, constituyó la Iglesia, sus propios rasgos sin los cuales “ya no sería la Iglesia de Jesucristo”.
-Espiritualidad del apóstol según San Pablo
Aunque, como reconoce el P. Julio Alonso Ampuero, cuando aquel hombre que perseguía a discípulos de Cristo y pasó a ser perseguido por venir a serlo no pretendió plasmar en sus escritos su propio testimonio (ha de querer decir que tal fuera su intención) lo bien cierto es que el mismo ha quedado, precisamente, como ejemplo a seguir por parte de los cristianos a lo largo de los siglos.
-Personajes bíblicos
Dice el autor del libro que lleva tal título que “las siguientes páginas pretenden acercarse a diversos personajes bíblicos precisamente desde esta perspectiva: Este hombre eres tú, esa mujer eres tú. Abraham eres tú, David eres tú, Saulo de Tarso eres tú. María Magdalena eres tu…”. Y de esto trata, exactamente, este texto, digamos, de raíz bíblica pero de destino particular e íntimo para cada uno de sus lectores.
-Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Evidentemente, este libro responde, exactamente, a lo que su título indica. A lo largo de todo el año litúrgico, es decir, desde Adviento y Navidad, pasando por la Cuaresma, el Tiempo Pascual y todo el Tiempo Ordinario, el P. Julio Alonso Ampuero desgrana, en las correspondientes meditaciones, la realidad espiritual que encierran cada uno de los textos que, de la Sagrada Escritura, son puestos para ser llevados a la Santa Misa de cada uno de los domingos. Además, acompaña unas meditaciones dedicadas a algunas celebraciones del Señor, de la Virgen y de los Santos.
Eso sí, recomiendo encarecidamente se dirijan, si pueden de inmediato, a la Fundación Gratis date (www.gratisdate.org), y se hagan con estos libros. No necesitan, siquiera (de aquí el nombre de tal Fundación) hacer desembolso alguno porque pueden bajarse en formato ZIP o leerlos directamente online aunque, claro si los compran (son muy baratos), mucho mejor… Verán que vale, mucho, la pena.
Isaías 40-55. El desierto florecerá
Al igual que el libro “Éxodo” lleva un subtítulo que es “El Señor de la historia” que dice mucho del contenido del mismo, el que responde al título de “Isaías 40-55” también lleva otro que es “El desierto florecerá” y que da muchas pistas acerca de lo que quiere expresar, en el texto del mismo, el P. Julio Alonso Ampuero.
Antes de empezar, tengo que decir que este libro es, fundamentalmente, optimista pues prevalece, sobre la desazón de determinados momentos de la historia del pueblo elegido por Dios, la seguridad de que el Creador es Todopoderoso y que sus hijos pueden estar más que tranquilos con su Providencia. Además, como lo aquí traído sobre la obra del P. Julio Alonso Ampuero es eminentemente didáctico pues, seguramente pretendiéndolo, nos sirve de enseñanza sobre los fundamentos profundos, raíces, de nuestra fe.
De aquí que, ya en la Introducción (p.3) apunte con claridad hacia lo que pretende. Lo hace cuando escribe que “Hace algún tiempo se me ocurrió que los capítulos 40-55 del libro del profeta Isaías -que se suele conocer como Deuteroisaías o Segundo Isaías- podían ser particularmente iluminadores para nuestros días. Aunque median muchos siglos entre él y nosotros, hay una situación bastante común: A él le tocó predicar en tiempo del exilio, en medio del decaimiento general y la desesperanza más absoluta, anunciando al pueblo elegido la liberación del destierro y su renovación como pueblo de la alianza; a nosotros nos toca vivir en una época difícil, de ‘exilio espiritual’ -en medio de un paganismo cada vez más avasallador-, en que somos llamados a una nueva evangelización que tropieza sobre todo con el escollo del desencanto y la desesperanza de los propios creyentes. En este sentido, el Segundo Isaías puede ofrecernos las claves más profundas para una renovación personal y comunitaria con vistas a poder cumplir la difícil misión que tenemos encomendada en este final del segundo milenio y comienzo del tercero”.
Por eso, técnica que también utiliza en otros de sus libros publicados en Gratis Date, actualiza y aplica al hoy mismo lo que escribió hace muchos siglos el denominado Segundo Isaías aun reconociendo (p. 5) que “En todo caso, estos comentarios no agotan la riqueza insondable de la Palabra de Dios. La lectura personal y en grupo, la oración, la reflexión, la confrontación de la Palabra con la situación de nuestro mundo… harán que los diversos creyentes extraigan más y más luz y fuerza de estos capítulos maravillosos”.
De todas formas, siempre nos recomienda el uso, digamos, paralelo, de la Santa Biblia pues es muy conveniente tenerla a mano para comprobar, in situ, todo lo que refiere el P. Julio Alonso Ampuero y para cerciorarnos de que aquello que comenta el autor de este libro responde a la más exacta realidad pero acercándonosla.
El Segundo Isaías escribe en lo que aún era el exilio del pueblo judío. Aunque fuera, digamos, el final del mismo (Ciro favorecería que llegara tal momento) el pueblo escogido por Dios necesitaba de una esperanza que aquel profeta presentaba y representaba.
Este libro del P. Julio Alonso Ampuero comienza de la mejor posible: Dios quiere que su pueblo sea consolado pues el exilio ha sido un tiempo difícil de sobrellevar. Aunque, en realidad (p. 6) “El motivo del desconsuelo es el destierro, pero más al fondo es el pecado de Israel, que estaba en la causa del destierro”.
Sin embargo Dios entiende que (p. 6) “La culpa de Israel está pagada y se le anuncia el consuelo” aunque no todo va ser recibir sin hacer nada. Más bien al contrario, el propio profeta le hace ver al pueblo elegido que no pueden permanecer paralizados sino que han de actuar.
En realidad (p. 7) “Todo pasa: todos los imperios y poderes de este mundo. Con como humo que se disipa y como un vestido que se gasta y consume la polilla (51, 6-8)”. Por eso el pueblo debe saber que su desconsuelo va a terminar y el profeta está ahí, precisamente, para anunciarlo y hacer que lo crean.
Y todo esto, la liberación del pueblo judío y todo lo que le va a pasar sólo es posible porque Dios es (p. 11) “El Señor de la historia” y guiará a Ciro para que (p. 11) “derrote a los babilonios y dé a su pueblo la carta de libertad”.
Había, sin embargo, una gran desesperanza en el pueblo. Lógicamente, después de mucho tiempo de exilio y de sometimiento a Babilonia, era de esperar que no pensaran que todo se iba a solucionar de un día para otro sino que se sentían abocados a vivir siempre, ya siempre, de tal guisa. Entonces (p. 14) “La batalla que el profeta debe liberar es contra la desesperan que llega a ser tentación de apostasía”. Pero el pueblo es ciego…
Por otra parte, el P. Julio Alonso Ampuero dice, en muchas ocasiones, que este Isaías, al que dedica su libro, es (p.18) “una auténtica catarata de motivos para la esperanza”. Pero, para poder enfrentarse a una situación nueva, el pueblo exiliado debe no acordarse de lo que pasó en otros tiempos. ¿Por qué esto? Pues porque es muy importante que se den cuenta de que (p. 20) “la esperanza está esencialmente proyectada hacia el futuro. Hay que mirar hacia atrás, sí, pero lo justo para aprender del pasado, alimentar la esperanza y proyectarse hacia el porvenir”. Y, para eso, la labor de aquel profeta era fundamental y ha de convencer a sus hermanos. Lo hace con unos versículos que son como(p. 21) “una llamada a la conversión” que resultaba absolutamente necesaria para venir a ser otro pueblo llevado por una circunstancia mucho mejor que la que le proporcionaba el exilio.
Aquel pueblo, que tanto sufría por su situación material e, incluso, espiritual, sabía que debían construir su futuro sobre una Roca fuerte. Y aquella era, sin duda alguna, Dios que, a pesar de la (p.23) “vergüenza y el bochorno” siempre les perdona y les guía hacia la salvación eterna.
Poco a poco el imperio babilónico va cayendo en desgracia para él mismo en beneficio del pueblo judío. Ha sido así porque (p. 29) “el gran pecado de Babilonia ha sido el orgullo y la autosuficiencia, más aún, la blasfemia de pretender erigirse a sí misma al nivel de Dios y hasta ponerse en su lugar”. Y, aunque, de todas formas (p. 32) “De hecho, ni Babilonia ha caído aún ni Israel ha sido liberado” pero no es poco cierto que Dios nunca olvida ni a su pueblo ni una promesa hecha. Debían, pues, desprenderse de su desesperanza y esperar la mano fuerte del Creador.
Por otra parte, a lo largo de estos capítulos de Isaías el llamado “Siervo” aparece como (p. 37) “portador de una ‘palabra de aliento’ para el abatido”. Además, (p. 37) “como el que está a la escucha de Señor, atento para secundar su iniciativa” siendo, además, dócil hasta el extremo al Creador.
Necesita el pueblo elegido por Dios una acción del Todopoderoso que sea, digamos, contundente. Es más (p.39) “Incluso los elementos más estables de la creación –cielos y tierra- resultarán efímeros –serán como humareda y un vestido gastado- en comparación con lo definitivo e inconmovible de la salvación aportada por el Señor”.
Todo, pues, parece preparado porque (p. 41) “El Señor se dispone a cambiar la suerte de su pueblo. Por eso es necesario que este pueblo reaccione y salga de su postración” pues sin su colaboración difícilmente podrá producirse la liberación definitiva del mismo. Y, así, por ejemplo, Babilonia (p. 44) “ha de ser rechazada por el pueblo santo en cuanto sede de la idolatría y del pecado: ‘¡apartaos, apartaos!’. El pueblo de Dios ha de evitar contaminarse con ese mundo caduco y viciado, condenado a la destrucción y al fracaso”.
Es ahora (capítulo 53 de Isaías) cuando (p. 44) “El 4º canto del Siervo de Yahveh, el más largo y el más conocido”, digamos, que (p. 44) “penetra de lleno en el Nuevo Testamento”.
La relación o, mejor, el reflejo de este texto en la Nueva Alianza se expresa, por ejemplo, en todo lo que se refiere a citado Siervo. Así, Dios apoya a su Siervo que será (p. 44) “enaltecido” y “ensalzado sobremanera”. Además, aún siendo un (p. 45) “retoño insignificante y miserable” gozará del amor de Dios y aunque sea despreciado nunca cesará la especial relación que le une con el Padre y por eso mismo, “toda esa cadena de sufrimientos y humillaciones era en realidad el designio de Dios. Por eso tiene valor y eficacia”.
En realidad, todo lo que aquí se ha traído y que refleja el P. Julio Alonso Ampuero en su libro manifiesta que Dios, a pesar de las infidelidades del pueblo elegido por Él mismo o mejor, que han sido las mismas las que han servido (p. 47) “para conocer mejor el amor del Señor por su pueblo”.
Y por eso mismo (p. 51) “El profeta termina recalcando lo que ha anunciado desde el principio: ‘Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos’. Ante la presencia del Señor que actúa en favor de su pueblo y camina con él (52, 12), la creación entera exulta y aclama. Más aún, ante la presencia del Señor todo se transforma: ‘en lugar del espino crecerá el ciprés’”.
Y es que, al fin y al cabo, el desierto florecerá por voluntad de Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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