Eppur si muove ¿Se puede ser fiel a la Iglesia católica?
Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Los hijos sabemos que nuestros padres lo han dado todo por nosotros. Lo que, al parecer, no tenemos tan claro, es que Dios hace lo mismo.
Y, ahora, el artículo de hoy.
Hay una frase que, con relación a lo que económicamente está pasando, dice que “sí se puede” y viene a querer decir que, al fin y al cabo, si se quieren cambiar las cosas, se pueden cambiar y que está en manos de los poderosos que así sea.
Pues un sentido similar podemos dar al caso de la Iglesia católica y a lo que algunos creen y piensan acerca de ella: ¿se puede ser fiel a la Esposa de Cristo?
Esto lo digo porque pudiera parecer que es imposible…
Ser fiel a una doctrina.
Ser fiel a unos dogmas.
Ser fiel a unas normas.
Ser fiel a una Tradición.
Ser fiel a un Magisterio.
Ser fiel a la jerarquía.
Ser fiel,
Ser fiel y ser fiel.
En realidad, lo que se pide no es nada del otro mundo ni nada que sea imposible de llevar a cabo. Es cierto que hay espíritus que se sienten más libres que otros. Sin embargo, entienden la libertad como la forma directa de expresarse contra la Madre Iglesia católica que los acoge y, a diestro y a siniestro, llevan una existencia que consiste, esencialmente, en zaherir todo lo que pueden no ya la estructura (cosa muy difícil después de 2000 años desde que se constituyó) sino los mismos cimientos de la fe católica.
Creen, por ejemplo, que emitiendo opiniones (más o menos formadas y más o menos demostrables) unas veces exóticas y otras, directamente, extravagantes, por vagar fuera de la doctrina o de los dogmas o de las normas eclesiales, van a cosechar algún tipo de éxito entre los creyentes poco formados en su fe y, sobre todo, van a sembrar cizaña y que, si algún día fructifica, pueda dañar la buena cosecha.
En muchos casos, eso es bien cierto, hay creyentes que, al parecer, no tienen solución y se ven abocados a vagar por los campos espirituales cercanos a la Iglesia católica pero sin poder entrar, del todo, en su seno. No con capaces de liberarse de las ataduras del mundo y eso, por mucho que quieren, no les deja volver al redil de Dios.
En otros casos, hay creyentes que, estando bien dentro de la Esposa de Cristo, creen que pueden seguir, sin problema alguno, a los que se oponen frontalmente a la misma. No se dan cuenta, o a lo mejor sí, del hecho incontrovertible según el cual no se puede estar en misa y repicando y ellos prefieren repicar lo malo, llamar a lo malo, antes que estarse en la Casa de Dios siendo hijos de Dios y no hijastros.
En realidad, lo que aquí pasa es que los espíritus libres (así considerados por quienes así se consideran) no pueden soportar, ni quieren soportar ni les parece bien soportar, la idea según la cual haya habido, y haya, en el seno de la Iglesia católica peregrinante, personas que estén por encima de otras personas. Y estar por encima no ha de querer decir estar sometiendo sino que, aunque sea por simple necesidad de funcionamiento de la misma organización eclesiástica, han de tomar decisiones y las tomen. A lo mejor les gustaría ser a ellos los que dijesen esto y lo otro pero, se diga lo que se diga, Cristo entregó a Pedro las llaves de la Iglesia y, que se sepa, no entregó copias de llaves a los demás apóstoles ni las dejó por ahí colgadas para que las cogiera cualquiera. Y eso deberían comprenderlo aunque, por la experiencia habida desde entonces, va a resultar difícil su conversión.
De todas formas, como la esperanza es lo único que se pierde (y nunca debe perderla un cristiano porque supone, ni más ni menos, que desentenderse de Dios y de su Providencia) esperemos que las cosas cambien y un día podamos decir, sin temor a equivocarnos, que ser fiel a la Iglesia católica es posible para algunos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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2 comentarios
Por supuesto que serle fiel a la esposa es posible, pero ser infalible no. Por mucho esfuerzo que uno haga, ocasionalmente la tentación le hace voltear hacia otro lado y con eso ya falló. ¿Falló lo suficiente para considerarse infiel? No. Ni siquiera tiene que confesarlo, quizás ni alcanza a pecado venial, pero no fue perfecto.
Lo mismo pasa con la Iglesia. Los fieles fallamos. Más de lo que quisiéramos. Los que están fuera ven esos fallos como infidelidades. Los honestos creen que es imposible ser fiel y no siendo fiel, prefieren estar fuera, y los otros creen que todos los fieles somos unos farsantes.
Creo que nunca será suficiente insistir que la Iglesia es santa aunque esté formada por pecadores. Que todos podemos ser fieles, aunque no seamos perfectos. Habremos algunos con defectos más graves y otros con defectos menores, pero todos podemos ser fieles, no perfectos pero perfectibles, y más fácilmente perfectibles DENTRO de la Iglesia que fuera de ella, no por nuestros méritos, sino por la Gracia de Dios.
Los complementos de la entrega de las llaves a San Pedro, me causaron mucha risa; pero muy ciertos.
Una última observación. Yo sabía el refrán como: La esperanza es lo 'último' que....
México Semper fidelis, como dijera (casi) San Juan Pablo II.
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