La Palabra del Domingo - 9 de junio de 2013
Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Si la expresión de amor mayor del mundo es someterse a la voluntad de Dios, no hagamos como si eso no fuera importante para nosotros.
Lc 7, 11-17
“11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre.12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad.13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: ‘No llores.’ 14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: ‘Joven, a ti te digo: Levántate.’ 15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él = se lo dio a su madre. =16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta se ha levantado entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’.17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.”
COMENTARIO
Jesús, el misericordioso
El caso de la viuda de la ciudad de Naím es ejemplo de cómo Jesús, Hijo de Dios y Dios mismo hecho hombre, comprendía mejor que nadie las necesidades de las personas con las que se encontraba.
Cuando pasaba por aquel pueblo es cierto que Jesús podía haber pasado de largo y mirado para otro lado. Eso, seguramente, lo habría hecho alguien sin corazón o alguien que pensara que nada podía hacer en el caso de un muerto que llevan a enterrar. Y eso, ciertamente, es lógico pensarlo.
Pero aquel hombre, que iba por el mundo con la conciencia de saber que era el Mesías y Enviado por Dios para salvar al mundo y que se cumpliese la Ley de su Padre, no podía actuar como un hombre cualquiera. No podía, primero, porque tenía entrañas de misericordia y, segundo, porque Él sí tenía poder para dar solución a lo que allí estaba pasando.
Es bien cierto, por otra parte, que los hombres solemos creer, por lo general, por lo que vemos y, aunque Jesús dijera muchas veces que tener fe es creer sin ver, lo bien cierto es que lo que dijeron aquellos que vieron lo que hizo Jesús con el hijo muerto de aquella viuda, era de esperar.
Dice la Sagrada Escritura que Jesús tuvo compasión de ella. Y tuvo compasión porque sabía perfectamente qué pasaría cuando el hijo muerto fuera enterrado y aquella mujer, que además era viuda, no tuviera a nadie que la pudiera sacar adelante. Sería apartada de la sociedad como lo eran las personas enfermas a las que se les atribuía la comisión de pecados por los que Dios, al parecer, les había castigado o la propia situación de los niños, nada considerados socialmente hablando.
Jesús le manda al joven que se levante. Como no lo hace un hombre cualquiera sino el autor de vida aquel hombre que había muerto y había dejado en la indigencia a su madre, se levante y vuelve a la vida.
Aquellos que vieron lo que había hecho Jesús reaccionaron de la única forma que podían reacción. Se dan cuenta de que no están ante un simple hombre sino que, en todo caso, se trata de un profeta de los mejores pues no es muy común que alguien pueda resucitar a un muerto como lo había hecho el Maestro. Todas las alabanzas, pues, eran de esperar y, lógicamente, se produjeron.
Tampoco es de extrañar, aunque lo decían sin saberlo y, en general, por inspiración del Espíritu Santo, que creyesen que Dios había visitado a su pueblo. Y, en efecto, así era porque Jesús, aquel hombre que había devuelto vivo a un muerto a su desconsolada madre (igual que luego hiciera Dios con el propio Cristo tras su resurrección) era Dios mismo. Ellos, sin embargo, no estaban preparados para entender eso y les bastó con ver aquello. Seguramente, en su corazón se había producido un gran cambio.
Y lo otro, de esperar: su fama se extendió por toda la región. Y no era para menos pues, en efecto, Dios había visitado a su pueblo.
PRECES
Por todos aquellos que no confían en el poder de Dios
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no esperan de Dios lo bueno y mejor.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a confiar en tu voluntad y en tu Amor hacia nosotros.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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