San José, esposo y padre
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay ejemplos de fe a lo largo de la historia de la revelación que nos sirven para seguir adelante y para saber que no es imposible tenerla.
Y, ahora, el artículo de hoy.
Aquel joven que iba a casarse con María, José, seguramente tenía sus ilusiones puestas en un futuro junto a su esposa, tener hijos y morir, cuando fuese llamado por Dios, rodeado de su familia.
A José, sin embargo, el Creador le tenía reservada una sorpresa que le iba a cambiar toda su vida pues ya sabemos que los caminos de Dios son como son: iba a ser esposo, en efecto, de María y también iba a tener un hijo pero no como él pensaba. Sin embargo, ante aquella prueba difícil de superar sólo la fe y la fidelidad a Dios de aquel joven carpintero, iba a sostenerlo. Tuvo fe y creyó; fue fiel y entregó su vida al cometido que le había sido asignado por el Todopoderoso.
José fue esposo y, también, padre.
Sabemos que San José, santo por convicción en lo que hizo y llevó a cabo y santo porque Dios quería que lo fuera y lo fue, es ejemplo de muchas realidades espirituales que siempre le adornan y, a nosotros, nos sirven de luz en el camino. Así, decimos que es patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores (San José Obrero), de muchas comunidades religiosas y de la buena muerte; además, y sobre todo, es considerado hombre justo.
Mucho de lo dicho lo demostró a lo largo de su vida. Por eso es tan importante que en su vida ordinaria mostrara dotes muy buenas tanto para ser esposo de María como para ser padre adoptivo de Jesús.
Era padre. Lo era, como sabemos, de una forma muy especial y con un cometido poco común: cuidar al hijo de Dios, educarlo y llevarlo por el mundo llenando su corazón de fe y de fidelidad al Creador. Llevado por la gracia de Dios San José tener el corazón preparado para ser un padre digno de ser así llamado e igual que si lo hubiera engendrado tuvo para él sentimientos de amor que debieron servir a Jesús para conducirse por la vida de una forma misericordiosa. Por eso imaginamos a San José tomando en brazos a Jesús-niño, abrazándole y cubriéndole de besos porque para todos era su hijo y para él mismo el Hijo de Dios que era una doble razón para amarlo.
También podemos acercarnos a la vida de San José y ver cómo enseñaba a Jesús el oficio de carpintero, para el que se requería mucha paciencia y mucho saber hacer bien las cosas. En el taller, siendo un trabajador más de Nazaret, Jesús debió aprender lo importante que es hacer bien el trabajo y que el esfuerzo diario tiene la recompensa asegurada. Amor de padre y amor de maestro, a la vez, que enseña lo que sabe y sabe a quién enseña.
Pero San José, como ya hemos dicho y se comprende bien, era esposo. Todo o, al menos, la causa de todo su futuro, lo recoge el evangelista San Mateo (1,19-20. 24): “Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo’. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer”.
Y, así, fue fiel esposo de María, guardián de su virginidad y purísimo corazón en manos de Dios tomado.
Y, luego, su obligado viaje a Belén donde nacería, muy a pesar del intento de San José de encontrar una posada, en una gruta ejemplo de la pobreza de quien venía al mundo, el Hijo de Dios. Adorado, luego, por los magos venidos de lejanas tierras.
Pero, enseguida, otra prueba para la personalidad y fidelidad de José: han de abandonar tierra judía y huir a Egipto. Otra vez San Mateo (2,13): “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle”. Y otra vez, San José hace lo que tiene que hacer; otra vez es esposo y es padre cabal y de criterio.
También podemos imaginarnos cómo sería la vida de la Sagrada Familia en Egipto: lugar donde no conocen a nadie, ni el idioma siquiera y donde no tienen la ayuda de la familia… Sin embargo, el hombre-padre-esposo cumple bien con aquella muy especial misión hasta que es llamado por Dios a volver a su tierra. También ahora es el evangelio de quien fuera recaudador de impuestos (Mt 2, 20): “Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.” Y se levantó y se fue, con María y Jesús, ya niño crecido, de vuelta a Israel.
Y así toda su vida.
San José, padre y esposo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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2 comentarios
Si María Santísima ya había hecho voto de virginidad, y habiendo desposado ya a José, forzosamente éste debía estar de acuerdo en tal voto. ¿Cómo? Siendo el también casto.Ergo, sin pensar en tener hijos.
Saludos
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EFG
Se supone que, como no se dice nada de él en el momento de la Pasión de Nuestro Señor (como sí se dice, por ejemplo, y después, de María, su Madre) había fallecido para aquel entonces. Hay que tener en cuenta que si la Virgen María trajo al mundo al hijo de Dios a los 14 años su marido José seguramente sería algo mayor que ella y pasados más de 30 años el padre putativo de Jesús sería bastante mayor (para aquella época, claro) y no es de descartar que muriera de alguna enfermedad para las que entonces no había curación o, simplemente, de vejez.
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