Un amigo de Lolo - Orar es cosa de todos
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Que no se diga de ti eso de “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra” escrupulosa porque, entonces, ciertamente, serías un animal poco racional y, en lo tocante a la fe, irracional.
Y, ahora, el artículo de hoy.
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Orar es cosa de todos
“La oración es como el pan de cada día: uno no come y se muere; uno no reza y el alma se va desangelando”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (580)
El cristiano sabe que no puede mantener una fe muerta porque si muere lo que le ha pasado es que la dejado de ser, exactamente, cristiano y será otra cosa, cualquier otra cosa menos un hijo de Dios consciente de que lo es y creer, como diría Chesterton, en lo primero que se le ponga por delante y siempre delante del Creador Todopoderoso.
Por eso sabemos que necesitamos un alimento espiritual que no es nada trabajoso de encontrar porque está en nosotros mismos y que tampoco es difícil de poner en práctica si es que no tenemos un espíritu tibio y desangelado.
Orar es como decir a Dios “sí” y es decirlo de una forma muy especial y que consiste, en esencia, en dirigirse a Quien te creó porque sabes, como diría San Agustín, que aunque no necesitó de ti para crearte sí necesita de ti para salvarte. Y también nos salvamos por la oración o, mejor, a través de tal instrumento espiritual.
Podemos imaginarnos, al respecto del alimento, qué pasa con una persona que deja de comer de repente o que, poco a poco deja de ingerir alimento. No hay que ser demasiado sabio ni hijo de profeta para saber que poco a poco o menos poco a poco acabará muriendo. Físicamente es necesario el alimento como cualquiera sabe. Pero, incluso sabiendo eso hay personas que, por causa de alguna enfermedad que les hace ver lo que no son, se dejan morir por causa de no comer nada.
Pues algo parecido pasa con el espíritu y con lo que supone tenerlo a buen recaudo del Mal que puede acecharlo recetándole un apartamiento de Dios que empieza, no por casualidad, por dejar de orar y de dirigirnos al Padre de tal forma.
Debemos, al contrario, tirar hacia arriba para que el mundo no nos atraiga hacia sí y no nos deje tener una relación estrecha con Quien quiso que existiéramos. Y tal medio, y remedio contra la posesión diabólica que la mundanidad pretende ejercer sobre nosotros, es la oración. Sin ella nada de lo que podemos ser, lo seremos y nada de lo que somos podemos seguir siéndolo.
Una especie de hilo nos une con Dios nuestro Padre y Señor. La oración nos sirve, pues, de nexo de unión y de fomento en nosotros de una sana relación a través de la multitud de formas que tenemos de ponerla en práctica.
Así, en cada Padre Nuestro o en cada Credo o en cada distinta forma de decir “Dios no quiero separarme de Ti” se encierra, como un tesoro que no podemos perder, el dulce gozo de saberse cerca de Quien todo lo puede y, sin embargo, espera que nuestro egoísmo ceda ante la necesidad de oración y le diga, directamente, “te necesito, Padre” y sin Ti no soy nada ni seré nunca nada más que vacío y lejanía de la Verdad.
Y eso es orar o, mejor, eso supone orar. Otra cosa o forma de actuar de parte de un cristiano es como cuando se pretende tapar la luna con un dedo. En realidad, puede parecer que lo conseguimos pero, ciertamente, es más grande que nuestro índice o pulgar y no se deja dominar por intentos absurdos de querer conseguir lo que no se puede conseguir. Y algo así nos pasa con la oración.
Somos hijos de Dios y no podemos olvidar que lo somos. Sin oración no hay relación con el Creador; no orar es morir en la fe y a la fe.
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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