Theotokos

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

La Madre de Dios es, también, Madre nuestra. Muestra, por eso mismo, un amor digno de un hijo digno hacia ella.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Theotokos

María es Madre de Dios.

Decir que aquella joven que aceptó, de parte del Ángel Gabriel, lo que le proponía Dios de ser quien trajera al mundo al Salvador, es la Madre del Creador, es algo que tenemos por verdad y por realidad espiritual misteriosa que conforma nuestra fe y que nos sirve para llevar a nuestro mundo lo que el Todopoderoso quiere que tengamos como bueno y benéfico para nuestra existencia.

En el año 2008, Benedicto XVI, al respecto del título de Madre de Dios, dejó dicho lo siguiente:

“El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.

Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca. En efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de “Madre de la Iglesia".

Precisamente por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 27). Así es la traducción española del texto griego: εiς tά íδια; la acogió en su propia realidad, en su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida (εiς tά íδια) es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María.”


Por otra parte, San Cirilo de Alejandría - (370-444), le sorprendía que

“Haya personas que se hagan esta pregunta: ¿hay que llamar a María Madre de Dios? Ya que si nuestro Señor Jesucristo es Dios ¿cómo la Virgen que lo trajo al mundo no sería la Madre de Dios? Es la creencia que nos han transmitido los santos Apóstoles, aun cuando ellos no hayan usado este término. Es la enseñanza que hemos recibido de los santos Padres?

La Virgen es verdaderamente Madre de Dios pues ella concibió de forma sobrenatural a Cristo, el Salvador, que participa también de su carne y sangre y que, en el plano humano, procede de la misma sustancia que su Madre y que nosotros mismos.

Al mismo tiempo, El es, en el plan divino, consustancial a Dios su Padre, es decir que su sustancia es del Padre y no «como» la del Padre.

Y, también, San Máximo de Turín - ( 380 - 465 )

Theotokos

Nace Cristo, salvador de todos, aquél a quien todos los profetas proclaman Rey de las naciones. Nace de la Virgen, como afirma Isaías diciendo: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo …". Concibió una virgen sin concurso humano… y un seno casto recibió al Espíritu Santo. Ved qué milagro es la Madre de Dios: virgen cuando concibe, virgen cuando da a luz, virgen después del parto. ¡Gloriosa virginidad y preclara fecundidad! Nace el Poderoso que sostiene al mundo y no gime la que lo da a luz; el niño deja el seno y sin embargo no es violada la virginidad.

En efecto, era digno de Dios que al nacer acrecentara el mérito de la castidad; y que quien había venido a sanar a la corrompida, conservara intacta a la íntegra; y que la pureza del cuerpo no fuese lesionada por aquel que en el bautismo da la virginidad a los impuros.

Nace pues, el Niño y es recostado en un pesebre. No desprecia esta estrechez el que reina en el cielo y el que tuvo como morada el seno virginal. Estas son las primeras cunas de Dios.

Ciertamente fue apta para Cristo la morada de María, no por su amplitud sino por la gracia virginal. Después de haber dado a luz, María feliz se reconoce como madre y a la vez como virgen; y se gloría de su prole la que no conoce marido; y se admira de haber engendrado a un niño por obra del Espíritu Santo… No se asusta de haber dado a luz porque la divinidad da testimonio del parto virginal.

Para concebir a Cristo, según el anuncio evangélico, es colmada con la gracia del Espíritu Santo y el poder del Altísimo la cubre con su sombra, según lo anunció el Ángel:

“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.”

Digno es que le Salvador a quien engendró la virginidad inmaculada sea amado con un amor virginal; y así como María lo llevó en su seno sin mancha, también nosotros debemos guardarlo en un alma pura. María era, por decirlo así, tipo de nuestra alma, ya que Cristo que buscó la virginidad en su Madre reclama la integridad de nuestro afecto.

El alma virgen, por la ausencia de pecados, concibe al Salvador; lo da a luz cuando lo predica; lo guarda cuando obedece sus mandamientos. La fe custodia el germen concebido, la confesión de la fe lo da a luz, la solicitud del amor guarda lo que ha nacido.

A este respecto, dice San Proclo de Constantinopla - ( +446 ) que

“La presente solemnidad de la Virgen nos impulsa a cantar sus alabanzas … Esta festividad es una gloria para todo el sexo femenino, ya que nos habla de aquélla que es a un tiempo madre y virgen. Amable y admirable conjunción.

Hoy nos ha reunido aquí la santa Virgen y Madre de Dios, tesoro no violado de la virginidad, paraíso del segundo Adán, taller donde se unieron las naturalezas, tálamo en que el verbo se desposó con la carne, zarza viviente a la que no consumió el fuego del parto divino, nube en verdad ligera que llevó, humanado, al que se sienta sobre los Querubines, purísimo vellocino del rocío celestial gracias al cual el Pastor se hizo cordero; María, repito, sierva y madre, virgen y cielo, único puente de Dios hacia los hombres.”

O la siguiente oración de San Efrén - (306-372)

Theotokos

Santísima Señora, Madre de Dios, Vos que sois la más pura de alma y cuerpo, que vivís más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepasáis incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y de cuerpo, vedme culpable, impuro, manchado en mi alma y cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purificad mi espíritu de sus pasiones; santificad y encaminad mis pensamientos errantes y ciegos; regulad y dirigid mis sentidos; libradme de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anulad en mí el imperio del pecado, dad la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificaros; de cantaros libremente, verdadera Madre de la verdadera luz, Cristo Dios nuestro; pues sólo con El y por El sois bendita y glorificada por toda Criatura, invisible y visible, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Es, pues, María, Madre de Dios, la llamada Theotokos y, para nosotros, por lo tanto, Madre nuestra, pues Cristo, en la cruz, la entregó como tal a su discípulo Juan. Y, frente a la tesis de Nestorio que sostenía que María era, en realidad, la Cristotokos o Madre de Cristo pero no la Madre de Dios, el Concilio de Éfeso (431) dejó claramente establecido que “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios” terminando, así, con la tesis de Nestorio.

De todas formas, bien pronto quedó dicho quién era la Virgen María. Lo recoge el evangelio de san Lucas (1,43) y no es más que la pregunta que Isabel, prima de María, le hace cuando va a visitarla. Es ésta: “¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?

La “madre de mi Señor”. Dijo que María era la Madre de su Señor o, lo que es lo mismo, la Madre de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

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2 comentarios

  
kantabriko
No creo que pueda ser debatible por nadie la existencia y pre existencia de los angeles en nuestro mundo y anterior al Genesis humano que nos antecede , hay pruebas mas que demostrables de la existencia de los angeles obrando en milagros y caridades por los demas ,una Feliz Navidad.
01/01/13 6:00 PM
  
MARTHA NELLY ARENALES DEL CID
DUDAR ES FALTA DE RESPETO, DEBEMOS CREER POR NUESTRA FE, Y MUCHOS DE NUESTROS HERMANOS ANTECESORES HICIERON SU TRABAJO, CONCILIOS. ETC. DOGMAS. VIVA LA INMACULADA VIRGEN MARIA.


06/03/15 9:39 PM

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