La Palabra del Domingo - 14 de octubre de 2012
Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Mc 10, 17-30
17 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» 18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.19 Ya sabes los mandamientos: = No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, = no seas injusto, = honra a tu padre y a tu madre.» =20 El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» 21 Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» 22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. 23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» 24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.» 26 Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» 27 Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.» 28 Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» 29 Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, 30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.”
COMENTARIO
Seguir, de camino, hacia el otro lado del Reino
Como hombres, como personas, sabedores como somos que hay algo más después de esta vida, anhelamos, si somos conscientes de ese más allá, encontrarnos, allí, algún día.
Por eso, la pregunta que aquel joven rico hace al Maestro Jesús no deja de tener sentido pues, según él, o eso creía, había cumplido todo lo que la ley decía. Así, cuando Jesús le nombra los mandamientos, tan conocidos, del no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, etc., él es consciente, y así lo dice, que esa parte, la de la relación del hombre con Dios, en aras a ese cumplimiento, ya la lleva a cabo. Está, por eso, orgulloso. Y esto, francamente, es así.
Pero, como tantas veces pasa con Jesús, le tenía preparada una sorpresa que le iba a bajar, en aquel momento, de su pedestal de hombre de bien y de su contentura natural.
Otras veces le preguntaron al Maestro que cuáles eran los mandamientos de la Ley de Dios. Él, resumiendo, los reduce a dos: amarás a Dios sobre todas las cosas, el más importante y, por otra parte, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y aquí, en este segundo mandato, digamos que, general, radicaba la cuestión a debatir.
¿Cómo se ama al prójimo? Puede hacerse, seguramente, de muchas formas. Pero para Jesús había una que era esencial: repartir, con el necesitado, lo que tenía, dejar de ser como era. También diría Jesús que a los pobres siempre los tendríamos con nosotros, consciente de esa realidad que es la pobreza y que, por eso, de Él había que aprender eso, dar al que no tiene, ofrecer al que no tiene.
El joven rico, como era eso, joven y rico, encuentra, aquí, un gran problema. Cuando se trata de una relación, digamos, teórica, con Dios: el no matar, el no robar…algo, digamos, de espíritu (aunque eso tenga su objeto en el otro), parece que está dispuesto. Ahora bien, cuando hay que bajar a la realidad misma de la entrega, al prójimo, desprenderse de lo propio, aquí, ahora, eso ya no parece ser de su gusto. En el joven rico ha privado su calidad de hombre, que vive en el siglo, antes que su calidad de hijo de Dios. Por eso se entristece, porque ha vencido el tener sobre el ser.
De ahí que Jesús manifieste eso:”Qué difícil para los ricos entrar en el Reino de Dios”. Pero esa dificultad no lo era por el hecho de tener, sino por el hecho de no dar, de optar por la avaricia cuando había necesidad o por ejercitar esa otra forma de avaricia que es el dar lo que le sobra a uno (recordemos el hecho de aquella viuda que da lo que, seguramente, era lo único que tenía).
Y los discípulos, que también eran hombres, y muchas veces así lo demuestran, también manifiestan esa dificultad de entendimiento. Así, entendían que sería muy difícil salvarse, más aún cuando Jesús les propone esa paradoja de casi imposible imaginación: la del camello que, efectivamente, no puede entrar por el ojo de una aguja. Más difícil será que un rico entre en el Reino de los cielos. Sin embargo, podemos preguntarnos cuál sería el problema para ellos, si ellos no eran ricos y, por lo tanto, no podían temer eso.
Esto, quizá, apunta a lo que Jesús quería dar a entender: rico es quien tiene más que otro, quien ansia más tener, que otro, que el que es, verdaderamente, pobre y, por lo tanto, no eran necesarias tantas riquezas ya que si los discípulos se preguntaban “quien podrá salvarse”, sin hacer excepción de personas, es porque habían entendido lo que, verdaderamente, quería decir Jesús.
¿Quién, pues, podrá salvarse? Esta pregunta hecha por los discípulos atestigua una dificultad no exenta de problemas. Dado el pecado original con el que todos nacemos, sólo Dios puede salvarnos. Así lo dice Jesús. Para nosotros, su semejanza, esto no es difícil sino imposible. Dependemos, por tanto, de esa misericordia de Dios para ganarnos la vida eterna.
Sin embargo, algo sí que podemos hacer. Al menos Jesús dice que quien haga eso, es decir, dejar casa, hermanos y hermanas, madre y padre… o sea todo con lo que antes se relacionada y le siga, ése ganará la Vida eterna, además de recibir mucho en este mundo.
Particularmente yo entiendo que Jesús iba, como siempre, más allá de lo que sus palabras querían decir. Eso que es de uno, de nuestra propia naturaleza, es tendencia al pecado, a la concupiscencia de los ojos y de la carne, esa forma de ser tantas veces contraria a la voluntad de Dios… eso es lo que hay que dejar para seguirlo. Por eso se gana tanto, por seguirlo y abandonar al hombre viejo y a ese corazón de piedra para devenir un hombre nuevo, el hombre bajo el amor que ha transformado en carne lo que era roca dura, bajo esa ley de la caridad, norma suprema del Reino de Dios.
Aquí tenemos, para nuestra práctica diaria, ordinaria, fuera de teorías y de solas ideas, dos mensajes bastante claros: dar de lo que se tiene al que lo necesita y, por otra parte, abandonar, dejar de, lo que se era para, pecar, para transformarse en alguien que sigue, verdaderamente, a Jesús, a Dios.
PRECES
Por todos aquellos que rehúsan los mandamientos de Dios.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no quieren dejar el ser hombre viejo para seguir a Cristo.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a tener, siempre, presentes en nuestro corazón tus santos Mandamientos.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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1 comentario
De hecho, así lo vine pensando hasta conocer una escena de "La lista de Schindler" en la que el protagonista se pregunta y se recrimina cuántas vidas hubiera podido salvar simplemente con su reloj, pues compraba los judíos que salvaba. "¿Cuántos hubiera salvado con este simple reloj?" es una pregunta desgarrada que podríamos trasladar del cine a nuestras vidas.
¿Quién de nosotros no tiene lo qué sea, coche, piso, viaje, cuadro, joya, capricho... que usada para dar de comer en Etiopía, Somalia... habría salvado vidas de hermanos que mueren de hambre?
Si fuéramos capaces de ver con ojos de Dios nos haríamos la misma pregunta desgarrada contemplando cualquiera de las cosas que son nuestros caprichos.
Jesús, en la línea del "sed perfectos", pone el listón en esa perfección: Vende todo cuanto tienes y dáselo a los pobres... Si retienes, un día Dios nos preguntará, como el protagonista de Spielberg, cuántas vidas hubiéramos podido salvar con lo que hemos retenido.
Pero ahí vienen palabras de gran misericordia de Jesús: Es más difícil que un rico (cualquiera de nosotros que retiene lo que podría compartir) entre en el Reino que el camello... Entonces ¿quién podrá salvarse?... Para Dios todo es posible. Jesús nos llama a ser perfectos al tiempo que nos regala su Misericordia si humildemente se la aceptamos.
Así pues, luchemos contra nuestra avaricia, esto es, luchemos por aceptar la gracia de Dios para abrirnos a la caridad y en lo que nos quedemos cortos (porque nunca vendemos todos nuestros bienes), pidamos humildemente perdón a Dios. Pero pidamos perdón luchando por abrirnos a la gracia de vencer avaricia con caridad.
Por cierto: seguramente estos versículos serán profusamente comentados en blogs y portales como el "auténtico" Evangelio de Jesús. Como si el "auténtico" Evangelio empezara y acabara en la riqueza y la pobreza. Si lo leemos completo, Jesús no se olvida de ningún mandamiento. No los olvidemos nosotros tampoco.
Un saludo.
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