Un amigo de Lolo - Buscar a Dios

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Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Buscar a Dios

“Me callo y en el silencio de mi corazón siempre escucho a un ciervo que galopa hacia el murmullo de una fuente lejana”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (199)

Como suele ser común en la vida del creyente lo que quedó escrito en las Sagradas Escrituras en muchas ocasiones le sirve de motivación para existir, da respuesta a sus dudas o, simplemente, es lo que alimenta su alma.

Sucede que, al igual que la cierva que “busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío”, cada uno de nosotros, hijos del Creador que no niegan la creación de Quien la llevó a cabo, queremos volver al Padre.

Esto lo dejó escrito el salmista en el que hace 41 de este divino y esclarecedor libro. Y es que, como aquello que ha sido inspirado por Dios, el resultado del mismo vale entonces y vale ahora.

Buscamos a Dios, en primer lugar, porque sabemos que es la salvación eterna y que sólo encontrándolo podremos estar seguros de que la misma, como anhelo de cada cual y ansia de los hijos del Creador, calmara nuestra necesidad de bondad y de misericordia.

También buscamos a Dios porque es obligación de cada hijo ir tras el Padre y seguirlo en su voluntad y querer encontrarse con Quien le dio la vida. Y aquí podemos decir que es como una especie de búsqueda mutua porque el Todopoderoso nos busca para que nosotros le encontremos y nosotros le debemos buscar para dar con su Amor y con su Misericordia.

Si somos hijos, que lo somos como bien dice el apóstol Juan, lo que más nos debería traer y llevar por la vida es anhelar la vida eterna que el ser humano creyente, desde que lo es, quiere y, claro, necesita. Por eso ir al encuentro de Dios en lo que cada día nos pasa, en lo que hacemos o dejamos de hacer y en lo que creemos que es una vida acorde a Su voluntad, no es algo extraño ni que deba ir contra nuestro ser sino, muy al contrario, la manifestación de asentimiento con lo que queremos que no es distinto, en nada, con lo que necesitamos.

Pero es que, además, sencillamente dicho y para que se entienda incluso por aquellos que no creen en Dios o que lo tienen como un Padre lejano, la fuente de Vida que nos llena por dentro está en el Creador y es lo que aquella mujer samaritana sintió cuando habló con Jesús junto al pozo de Sicar. Ella comprendió, al instante, algo que ni los más sabios, en demasiadas ocasiones, alcanzan a comprender y que no es otra cosa que la salvación viene de Dios y que en Cristo tenemos a su Enviado y a su Hijo. Cristo es, por eso, la mejor imagen y semejanza de Dios porque es Dios mismo. Encontrando a Jesús hacemos lo mismo con su Padre y nuestro Padre, común hilo conductor de la esperanza en la vida eterna.

Y es que el mismo salmo aquí traído termina calmando al alma entristecida. Y es que dice “¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo”. Y nada mejor, en determinados casos, se puede decir y seguir.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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