La Palabra del Domingo - 9 de septiembre de 2012

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Mc 7, 31-37

Biblia

31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. 32 Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. 33 El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. 34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: = «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!» 35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. 36 Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. 37 Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

COMENTARIO

En Cristo se cumple la promesa de Dios

Cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron a Jesús si era Él el Mesías, el Hijo de Dios les dio un mensaje para su primo y era que le dijeran que los sordos podía oír y que los mudos podían hablar. Eso era indicación de que se había cumplido la Sagrada Escritura que hacía ver que cuando llegar el Enviado de Dios esas cosas las haría el mismo.

Y, en efecto, las hizo.

Jesús tenía el poder de Dios, era Dios hecho hombre. No era de extrañar que por donde pasara siempre hubiera personas que, ellas mismas o sus conocidos, reclamaran la atención del Maestro. Y así curó a muchos y así su fama de santidad se extendió por toda aquella divina región donde el Creador quiso que Su Hijo viniera para salvarnos.

En este caso particular vemos a unas personas que interceden por otra que era sorda y, por extensión, muda. Les puede el amor que le tienen para acercarse a Aquel que, como saben, hace bien las cosas que tiene que hacer y no teme a nadie que pueda echarle en cara. Al igual que pasa en otros casos, a Jesús le gusta mucho que otros pidan no para ellos mismos sino para quienes, en verdad, necesitan ayuda.

De todo esto, que era normal en manos de Jesucristo, lo más curioso es que el Mesías creyese que iban a cumplir lo que les decía. Quería que no dijeran a nadie que habían perdido la mudez o la sordera. Y eso era pedir demasiado porque cuando una persona se encuentra con Cristo y pierde ciertos defectos que tenía, es, en efecto, pedir demasiado, que no lo vaya diciendo a todo el que quiera, o no quiera, escuchar.

Y, siendo esto muy importante, no lo es menos lo que podemos deducir de lo que supone que Jesús abra los ojos y el oído a los que lo tiene cerrado.

En no pocas ocasiones personas se manifiestan de forma contraria a la voluntad de Dios. No quieren ver nada de lo que hace el Ungido ni tienen en cuenta, para sus vidas lo que podían escuchar acerca de lo que hizo y de las consecuencias que eso tuvo para el resto de la historia de la humanidad.

Sin embargo, no siempre va ser esto así. El encuentro con el Hijo de Dios sana y, como a la persona que le devolvió la vida (aquella de sordo y mudo era una existencia apartada del mundo) o los discípulos de Emaús que luego se verían libres del velo que tenían en sus ojos y en su corazón que no les dejaba reconocer al resucitado, quien recibe a Cristo ve, oye y se reconoce hijo de Dios.

Y decían, además, que todo lo había hecho bien. Y lo que les quedaba por ver…

PRECES

Por todos aquellos que no quieren ser sanados.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no buscan a Cristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a recibir a Tu Hijo en nuestro corazón y que limpie nuestras inmundicias.


Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

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