Serie Huellas de Dios .-4.- Cortar con nuestro pasado de increencia

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

4.-Cortar con nuestro pasado de increencia

Aunque hay muchas personas que, a lo largo de su vida, no han caído en la tentación de alejarse de Dios porque siempre lo han tenido como Padre y, por eso, pueden no entender esto que ahora se va a escribir, lo bien cierto es que otras muchas, por diversas razones, han pasado por momentos en los cuales ser personas les parecía la forma más clara de no tener sentido religioso.

Por eso, en más ocasiones de las que podemos pensar, nos vemos en la obligación, ineludible como cristianos, de hacer borrón y cuenta nueva con aquel periodo de nuestra vida en el que nos pudo la mundanidad y en el que nos alejamos, seguramente, de Dios y olvidamos que nos creó y que aún mantiene a quien y lo que creó.

Seguramente, las causas de nuestro alejamiento de Dios se encuentran, como dijera el cardenal Poupard, “en lo profundo del corazón humano”. Ahí, seguramente, encerradas con llaves que nunca debieran utilizarse, se encuentran las causas de un comportamiento que es, como poco, bastante contraproducente porque atenta, por decirlo así, contra el gran negocio que tenemos y que nunca deberíamos olvidar: ganar la vida eterna.

También juega un papel muy importante (propio de la mundanidad citada arriba) la adoración de los ídolos, de los nuevos dioses Baales que nos atraen hasta hacernos perder el sentido religioso que nunca nos debe abandonar (tener, acaparar, ser egoísta, etc.)

Por tanto, cortar por lo sano nos ha de salvar, con toda seguridad.

¿Por qué hemos de acercarnos a Dios?

Algunas razones pueden ser, por ejemplo:

1.-Dios es Amor.
2.-Dios nos ama a pesar de ser pecadores.
3.-Dios quiere que nos relacionemos con Él y que no le abandonemos.

Así, reconociendo a Dios como parte inseparable de nuestra vida habremos cortado con nuestro pasado (o presente) de increencia porque el Padre será cauce de una relación amorosa con el prójimo porque nos hará recordar Sus principios y valores.

Para eso, las huellas de Dios (por todas partes apreciables, no obstante es el Creador de todo lo visible e invisible) acortan nuestro camino hacia Quién, en su misericordia, nos dio la vida.

Es posible que, como dice el Libro de los Proverbios Los hombres eran necios por naturaleza al faltarles el conocimiento de Dios, ya que no hallaban su existencia a través de las realidades visibles y no encontraban al artesano en la contemplación de sus obras“.

Por eso, cuando san Pablo escribió, en su Epístola a los Romanos (1, 19-20) que “Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad son visibles para la mente que penetra en sus obras“, nos descubrió que Dios no es incomprensible sino accesible a nuestro corazón y que, precisamente por serlo no podemos dejar que la increencia se adueñe de nuestra existencia y la echemos a perder por algún respeto humano que no nos permita ver a Dios.

Pero, sobre todo, lo que sí que tenemos que hacer es tener confianza en el Padre; o sea, creer, tener fe.

Eleuterio Fernández Guzmán

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