Eppur si muove - Los católicos tenemos que ser antisistema

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Cuando alguien utiliza la palabra “antisistema” refiriéndose a ciertos grupos de, por lo general, jóvenes, lo que quiere decir es que se hace referencia a las personas que no están de acuerdo con el sistema capitalista y con lo que el mismo representa. Tampoco lo está, por cierto, la Iglesia católica cuando el que lo es así, se ejercita de forma salvaje (“dentro de esta práctica de por sí aceptable se producen abusos -diferentes formas de injusticia, de explotación, de violencia y de prepotencia-, y entonces se llega a las formas del capitalismo salvaje. Son los abusos del capitalismo lo que hay que condenar", dijo, en una ocasión, el beato Juan Pablo II).

Pero, además de tal consideración, existe otra más general que determina que la Iglesia católica tenga que estar, siempre, fuera del sistema.

El sistema que tiene impuesto la sociedad mundana y en el que vivimos los católicos tiene muchos componentes que no coinciden, precisamente, con el ser del hijo de Dios que, reconociéndose miembro de la Esposa de Cristo, camina hacia el definitivo Reino del Padre con la seguridad de encontrarse en el camino correcto para cumplir el fin anhelado de la vida eterna.

Digo que el sistema no es muy propio para el cristianismo. Así, ni la moral que está impuesta por poderes económicos y políticos u otras diversas instancias de poder ni aquello que se considera el actuar “normal y esperable” dentro del mundo que nos ha tocado vivir, están de acuerdo ni con la doctrina católica ni con el ser católico ni con nada de nada que tenga que ver con una fe profunda y bien asentada en el corazón del católico.

Digo, por eso, que los católicos tenemos que ser antisistema. Pero de un comportamiento no vandálico como hacen algunos que dicen estar contra el sistema cuando están bien dentro de él apoyando los imposibles matrimonios entre homosexuales, estando de acuerdo con el aborto como derecho o entendiendo posible cualquier tipo de aberración adoctrinadora con tal de que sea la “nuestra” particular. Así, todos aquellos que tanto se han manifestado contra lo que llaman el sistema están, muy al contrario de lo que pueda parecer, bien dentro de él.

Pero los católicos no somos partidarios de un sistema que ataca la dignidad de la mujer cuando se propone, sin vergüenza alguna, que, por ejemplo, se legalice la prostitución o cuando se permite el avance de ideas que sostienen la eutanasia o asesinatos parecidos. Ni somos partidarios de esto ni de nada que tenga que ver con las manipulaciones genéticas.

En realidad, los católicos, si de verdad lo somos y lo somos con franqueza, sabemos que somos de este mundo y que nos espera uno mucho mejor en el que no habrá ni dolor ni llanto sino sólo el gozo de saberse en el definitivo Reino de Dios. No queremos, sin embargo, pasar por este mundo dejando que el mismo haga lo que bien le parezca con la vida de sus habitantes (entre los que nos encontramos) sino que aspiramos a la conversión total de todo ser humano que esté alejado de Dios y que repudie a Cristo e, incluso, de aquellos que demuestran con sus actos que tienen poco de discípulos del Hijo de Dios.

Por eso debemos estar contra el sistema que se impone con una fuerza a veces irresistible y que nos propone alejarnos de Dios como si fuera un apestado y alguien (con minúscula lo entienden) que pretende quitar la libertad al ser humano para someterlo a una tiranía que no tiene límite ni fin como sin límite y sin fin es Su Reino.

Nos sostenemos, para proponer tal forma de ser y de actuar en una doctrina y en una moral que entendemos verdadera por ser propia de Dios y de su Hijo Jesucristo. Por eso a nada tememos porque sabemos, además, que la muerte no es el final sino, al contrario, el principio de todo lo bueno y mejor para nuestro espíritu, para nuestra alma y, así, para nosotros.

A lo mejor me llaman paranoico pero, qué quieren que les diga, la verdad tiene estas cosas.

Eleuterio Fernández Guzmán

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