La Palabra del Domingo .- 17 de junio de 2012
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Mc 4, 26-34
26 También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.» 30 Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? 31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; 32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.» 33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; 34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
COMENTARIO
Parábolas de Dios
Jesús se dirigía a los que le escuchaban de muchas formas. Sin embargo, había una forma que era, seguramente, la predilecta del Señor por lo que suponía de facilidad de ser entendida: la parábola. Y haciendo uso de tal forma de enseñar nos confirmó que la sabiduría de Dios estaba con Él en su corazón y en sus palabras.
A Jesús le gusta mucho hablar del Reino de Dios. Lo hace, en primer lugar, porque es la misión que tiene encomendada pero, en segundo lugar, porque sabe que los que le escuchan necesitan tener en su corazón la certeza de que la vida eterna es bien real y no producto de la imaginación de unos profetas y otros escritores de las Sagradas Escrituras.
Compara, muchas veces, el Reino de Dios con realidades para que sea fácilmente entendido por todos. En este caso, además, podemos creer que lo hace para que el mismo esté en nuestro corazón… y de cómo puede llegar a crecer.
Todos entendían aquello relacionado con la agricultura porque era una realidad que podían vivir en sus propias vidas. Por eso cuando Jesús habla del grano, supongamos que de trigo o el de mostaza, todos saben, antes de que lo diga, qué va a pasar.
Por una parte, el grano es poca cosa. En realidad, muy pequeña materia natural es para que pase lo que luego pasa con ella. Sin embargo, sin saber cómo (sólo Dios lo sabe) va creciendo hasta que se convierte bien en grano que es segado y llevado a almacén bien en arbusto grande donde las aves pueden anidar.
¡Qué gran misterio el que nos presenta Cristo! Pues más grande es cuando viene referido, seguramente, nosotros mismos.
Jesús no habla a humo de pajas o, por decirlo de otra forma, sin consistencia, sin sustancia o por discursear. Muy al contrario es la verdad. Por eso las parábolas que recoge el evangelista San Marcos en esta parte de su evangelio, bien las podemos aplicar a nuestra actitud al respecto de la fe.
Dios planta en nosotros la semilla de la fe. La misma puede crecer en nuestro corazón o no crecer. Depende del tratamiento que le demos a la misma, del Agua Viva que utilicemos para regarla o, en fin, con la intensidad de nuestra oración. Así, el Reino de Dios, que está en nosotros, puede llegar a dar fruto que es recogido en el granero de Dios o bien puede ser puesto en auxilio del prójimo que, como las aves de la segunda parábola, pueden querer refugiarse, de la manera que eso pueda ser, en nosotros.
Por otra parte, nosotros, a diferencia de los discípulos más cercanos a los que explicaba todo con más profundidad (ellos mismos le pregunta en más de una ocasión qué quería decir con una u otra parábola) tenemos un conocimiento mayor que ellos mismos antes de preguntar. Ya habido personas que nos han explicado el significado de las mismas y lo único que tenemos que apreciar es cómo nos aplicamos las parábolas a nuestras vidas en la seguridad de que, reconocida la importancia de las mismas, somos herederos de todo lo que se ha dicho sobre tales formas de explicar de Cristo.
PRECES
Por todos aquellos que no quieren llevar a su corazón las parábolas de Cristo
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no admiten el Reino de Dios en sus corazones.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a sabernos parte de Tu Reino y a aceptarlo en nuestra vida ordinaria.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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