¡Qué triste es esto!
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Es mala cosa acabar el mes dedicado especialmente a María, Madre de Dios y Madre nuestra, con un tema como el que hoy traigo y que es, seguramente, conocido por muchos o por todos los lectores. Sin embargo, me ha parecido tan terrible que no puedo, por menos, que escribir algo acerca de lo que puede llegar a ser el ser humano. María, que es Madre y que lo es como ejemplo de fidelidad a la voluntad de Dios, sabrá entender lo que ha podido pasar en este caso.
A mí, con franqueza, me parece irrelevante (con ser grave) lo que ha dicho la sentencia acerca de tener que indemnizar a la madre por el hijo que ha tenido por, digamos, fallo del médico. Eso, para mí, no es tanta importancia porque aún siendo una aberración que se tenga que pagar a una madre por no haber podido matar a su hijo lo que hay detrás del caso es aún peor.
De las pocas veces que veo la televisión en lo que a noticias se refiere fue, precisamente, este caso, el que me hizo ponerme ante la antiguamente llamada “caja tonta”. En un plano no muy fácil de distinguir y, me parece recordar que de espaldas la madre en grado de frustración exponía su caso.
Lo que dijo fue, realmente, espeluznante.
La buena mujer estaba segura, ella misma, que en la ocasión que fue a abortar lo había hecho y ahora volvía otra vez o, lo que es lo mismo, reincidía en el aborto como método anticonceptivo porque creía que se había vuelto a quedar embarazar. Ella, por lo tanto, no era consciente de que cuando fue a abortar salió de allí sin hacerlo y esto, lo que quiere decir es que volvía a hacer lo mismo que antes había hecho.
Pero lo más terrible fue, sin duda alguna, la expresión que utilizó para decir que había ido a abortar (al menos por segunda vez). Cualquiera diría, simplemente, que había acudido a la clínica, al hospital o a donde diantre fuera que acudió a eso, a abortar. Pero no dijo eso, no.
Dijo lo siguiente: “yo iba a quitarme”. Dijo que ella iba a quitarse.
Se refería, seguro, a la criatura que llevaba dentro y que, en la primera ocasión, no mató por haberse producido una “negligencia” legal de parte del médico que, Dios sabe bien, hizo (si así fue de forma consciente) lo mejor que pudo hacer.
Sin embargo, aquella mujer, a la que Dios ha dado la posibilidad de dar vidas al mundo para que sean hijos del Todopoderoso, desprecia de una forma así de terrible al ser humano al que puede hacer ver la luz del día. Y lo desprecia porque ella quería quitarse de en medio a su propio hijo al que para nada quería ni anhelaba ver crecer ni nada de nada de lo que es propio en un (en este caso una) individuo de la especia humana que tiene (o debería de tener) el instinto de conservación bien desarrollado.
Ella, aquella mujer, ha mostrado hasta dónde puede llegar el inhumano comportamiento humano y hasta dónde quien no ama puede demostrar que no ama ni quiere porque una de las acepciones de “quitar” es “Libertar o desembarazar a alguien de una obligación” y, en efecto, aquella mujer quería quedar liberada de ser responsable de ser madre para lo que, sin duda, no estaba preparada pero para lo que sí lo están muchas otras mujeres que, con gozo, habrían acogido al hijo al que, ahora, tiene que mantener un médico hasta que tenga, por cierto, ¡25 años!.
Otra cosa: ¿Qué sensaciones recorrerán el corazón del hijo cuando sepa lo que quiso hacer su madre con él? Como es seguro que un día lo sabrá traten de imaginar qué les pasaría a ustedes en tal caso y llegarán a la conclusión de lo que le sucederá a tal hijo.
Convendría, de todas formas, rezar mucho por esta mujer que ha demostrado, con lo hecho, estar tan terrible, aunque no irremisiblemente, perdida.
Y que Dios la perdone después de que María, Madre Suya, haya intercedido por ella.
Eleuterio Fernández Guzmán
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4 comentarios
"¿Puedes mirarme a la cara y decirme como cualquier madre a su hijo que me quieres?"
Tanto si la respuesta de la madre es "sí te quiero" o "no te quiero", los efectos en el alma del niño serán devastadores. En el segundo caso, por obvio. En el primer caso, porque el niño jamás podrá creer la sinceridad de su madre.
¿Hay algo que podamos hacer? Sí.
Cada vez que veamos a un joven o una señorita, en especial si es "un poco problemático" o "algo extraña", démosle una sonrisa y ojalá un abrazo. Según mi experiencia, al menos uno de cada dos jamás han recibido ni lo uno, ni lo otro.
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