La Palabra del Domingo .- 13 de mayo de 2012

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Jn 15, 9-17

Biblia

9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. 12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. 17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»

COMENTARIO

La voluntad de Dios es ésta

Quizá Jesús fue enviado del Padre sólo para una cosa, sólo para que comprendiésemos el principal mandato de Dios, el mandato del amor. Y digo mandato aunque esto pueda parecer excesivo. Esta palabra puede parecer, digo, demasiado dura para quien no respeta a quien le dirige una orden pero que, si bien pensamos, y, sobre todo, en este caso, lo mandado y ordenado va, siempre en bien de sus receptores.

Esto, por otra parte, traza un camino a seguir, una senda por la que debemos pasar si, verdaderamente, queremos y ansiamos, el conocimiento de esa voluntad intrínseca de Dios que Jesús trata de que esté al alcance de nuestro corazón. Tal es así que el Mesías nos ama como su Padre lo amó, darle ese mismo amor, sin escatimar nada, como quiere que hagamos nosotros.

Pero, por eso, hemos de cumplir los mandamientos (¡otra vez aparece el mandato se puede pensar!), aquello que recibió Moisés y que Jesús perfecciona con su vida y con su predicación como, por ejemplo, sucede con las Bienaventuranzas. Es decir, ha de haber una correspondencia entre lo que decimos que hacemos, seguir a Jesús, y lo que, en realidad hacemos. Porque Jesús quiere que estemos, como él, en el seno del Padre, para que permanezcamos en su amor.

Y para eso, nada mejor que el ejemplo: predicar y dar trigo, podríamos decir. Jesús dice, en este texto que “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” ya que conocedor de su futuro, sabía que, para empezar, ellos eran sus amigos, no sus siervos, y, por eso, iba a dar su vida para que todos fueran, fuéramos, salvados.

Pero, para eso, para que su amistad tuviera un sentido recepticio, fuera recibida por nosotros y, en consecuencia, fuera correspondida, hay que hacer, y nunca será bastante repetido esto, lo que él mandó.

Cabe decir, con relación a la permanencia en Cristo que, aunque podamos pensar que nosotros, dotados de la libertad dada por Dios, somos los que, libremente, por tanto, escogemos a Dios para que forme parte de nuestra vida esto, esta apreciación, no es adecuada. Sabedores, y creyentes en eso, de que hemos sido creados por Dios, es fácil colegir de ello que es Él el que nos escoge a nosotros y no nosotros los que somos tan “bondadosos” que optamos por formar parte del grupo de los que se consideran hijos de Dios. Cometería, pienso yo, un gran error, quien pensara, seriamente, otra cosa. Así, y sólo así, daremos fruto; y así, sólo así, ese fruto será considerado por el Padre como digno reflejo del amor de Cristo, de Jesús, de su Hijo.

Así, de esa forma, de ese modo, aquello que demandamos a Dios nos será concedido, aunque sea difícil conseguir esa correspondencia a la que antes he hecho referencia.

El amor con amor se paga, como dice el dicho. Y Jesús nos dio amor, graciosamente, nada mejor que corresponderle, de cara a él y a los demás, con ese amor que vino a sembrar al mundo.

PRECES

Por todos aquellos que no quieren tener a Jesús como amigo.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no quieren dar fruto

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a cumplir tu voluntad de amarnos unos a otros.


Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

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