Un amigo de Lolo - Decálogo del periodista -2-
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Por otra parte, el Decálogo del periodista que escribió Lolo nos informa, a todas aquellas personas que, de una u otra forma, nos dirigimos a los lectores, que hay una forma cristiana de comportarse y aunque a veces podamos incurrir en ciertas extralimitaciones, la intención final ha de ser la que refiere el beato Manuel Lozano Garrido.
Decálogo del periodista según Manuel Lozano Garrido, Lolo
2.- Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.
Cuando quien tiene que transmitir a los demás algún mensaje, un determinado pensamiento o, en fin, lo que cree pueda tener algún tipo de influencia en la vida del prójimo, lo hace desde la franqueza, es más que posible que lo escrito le produzca algún tipo de malestar no sólo espiritual.
Dice el beato Lolo que lo que se dice ha de salir del corazón de quien lo dice como si se tratara de un parto y, por eso mismo, se hace, como hemos dicho arriba, con cierto dolor pero también sabiendo que una vez nacida la idea y transmitida es grande el gozo porque se sabe que una nueva criatura ha nacido a la luz del presente, desde la luz de nuestro presente y para la luz del presente.
El mensaje, nuestro mensaje, nos lo tiene más que especificado Nuestro Señor y nos lo concreta San Pablo en la Primera Epístola a Timoteo (6, 12): “Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos.”
Y la fe también se combate, a favor de la misma, con la palabra que, a veces con dificultad, se abre paso entre el enmarañado presente que, con sus obstáculos de mundo, oprime muchas veces el corazón de quien algo tiene que decir, Y, sin embargo, “Dios me libre de gloriarme sino es en la cruz de Cristo” (Gal 6, 14) porque del dolor de nuestra o nuestras cruces aquellos que, de una manera o de otra, las conocen, pueden darse cuenta de las mismas a través de las palabras que se echan al viento del mundo.
En realidad, la dificultad de la verdad es que basta con tenerla como tal para querer hacerla propia de los demás. Quema, por lo tanto, en el corazón si no se transmite y quema, también, en el alma si, al hacerlo, se puede dañar la de algún prójimo que, a lo mejor, no la espera como es sino que le gustaría fuera de otra forma más acogedora, más gozosa, más… falsa. Pero es como es.
Por lo demás, no nos está permitido callar aquello que sabemos puede hacer bien a quien pueda leerlo. Ante el avasallador pisotear del mundo no podemos quedar mudos porque sería un grave pecado a la verdad. Y poner, entonces, sobre las vocales que correspondan, los acentos necesarios, es prioridad del Hijo de Dios que sabe que la voluntad del Creador es que así sea y nada puede hacer en contrario.
Somos, en cierto sentido, como aquel viento que nos trae allende nuestra vida alguna doctrina santa que debemos tomar como propia y aceptarla para hacerla también ajena de la mejor forma posible. Otros corazones esperan, a lo mejor desconociéndola, renovar la sangre del Espíritu del que son Templo. Y es que Dios, por decirlo así, hila más fino y espera de nosotros una limpieza del corazón que muestre que, en verdad, hemos sido capaces de comprender qué es lo que quiere de nosotros. De otra forma, no podremos decir que somos odres nuevos que llevan el vino nuevo de la Palabra de Dios y de su Reino que es lo que, al fin y al cabo, se hace, en diversas formas, con lo que pasa .
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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