Ad pedem litterae-Hermanos en la red - Alfonso V. Carrascosa
Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.
En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.
Ad pedem litterae - Alfonso V. Carrascosa
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
Enlace a Libros y otros textos.
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Presentación del artículo de Alfonso V. Carrascosa
Alfonso V. Carrascosa es el editor del libro (Ed. Vita Brevis) titulado
”Consideraciones sobre la investigación científica” que supone, a su vez, la reedición de un texto del primer Secretario del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José María Albareda, de tal título.
En el artículo que hoy traemos aquí Alfonso V. Carrascosa, católico prácticamente y, para más señas, científico, nos trae un tema que no tiene que ver con la ciencia pero sí con la fe aunque, teniendo en cuenta la importancia que, para un cristiano tiene el fundador de la Iglesia católica, es poco probable que, de una manera o de otra, no tenga que ver con aquella.
Para un discípulo de Cristo anunciar a su Maestro es realidad espiritual de vital importancia. Hacerlo, además, de forma explícita o, lo que es lo mismo, de una forma clara y determinante, es obligación grave de todo hermano del Hijo de Dios.
Nos trae Carrascosa un texto de Pablo VI vital para este caso. La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandii (EN) le sirve para defender al tesis cierta según la cual Jesús anuncia la salvación, “como núcleo de su Buena Nueva”. Por eso el Hijo del hombre anuncia de forma clara e inequívoca el Reino que es, precisamente, Él mismo.
En realidad, si antes hemos dicho que es obligación grave predicar, la verdad es que es, yendo más allá, una necesidad sentida por todo aquel que se sepa hijo de la Esposa de Cristo. Así, se predica y, predicando se lleva a Cristo y llevándolo, se anuncia la misión a cumplir y el por qué de cumplirla.
Por otra parte, si es necesario predicar también lo es no olvidar que no hay nadie que no tenga el derecho a recibir la Buena Nueva de que, según el Beato Juan Pablo II (Redemptoris Missio, RM) todos los hombres “son amados y salvados por Dios (RM, 44)” y que tal salvación se lleva a cabo por “don de la gracia y de la misericordia de Dios (RM, 72)”.
Termina, el autor del artículo, con algo que es importante recordar por si alguien lo ha olvidado y es que “de lo que no cabe duda es de que la Iglesia no ha dejado de confiar en el poder de la predicación. Confiemos también nosotros”.
Pues eso, confiemos y seamos partícipes de la misma.
Y, ahora, el artículo de Alfonso V.Carrascosa
El anuncio explícito de Jesucristo
En principio, el Diccionario de la Real Academia Española dice que explícito/a es un adjetivo que debe calificar algo cuando exprese clara y determinantemente una cosa. Expresiones como Al pan pan y al vino vino, o Se puede decir más alto pero no más claro pueden ser asociadas sin esfuerzo alguno al término explícito/a. La característica fundamental el propio anuncio apostólico es la de su carácter explícito. Sobre posibles dudas al respecto, nada como el Magisterio de la Iglesia para despejarlas.
En la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandii (EN) el Papa Pablo VI, hablando sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, señalaba que como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El. (EN, 9)
A la hora de definir lo que es evangelizar, indicaba que evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad (EN, 17) . Tras reconocer la importancia del testimonio de vida que constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva (EN, 21), podríamos decir que implícita, pasaba a señalar que esto sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado —lo que Pedro llamaba dar “razón de vuestra esperanza” (52)—, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús (EN, 22). A este anuncio inequívoco fue a lo que Pablo VI llamó anuncio explícito. Más adelante explicaba que dicho anuncio debía contener como centro el kerygma, esto es una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 57).
De entre los métodos para practicar este anuncio destacaba el de una predicación viva, indicando que no es superfluo subrayar a continuación la importancia y necesidad de la predicación: “Pero ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán sin haber oído de El? Y ¿cómo oirán si nadie les predica?… Luego, la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra de Cristo” (69). Esta ley enunciada un día por San Pablo conserva hoy todo su vigor (EN, 42), y señalando más adelante que este primer anuncio a los que están lejos debe incluir por supuesto la predicación explícita, que no es excluyente de otros medios, pero que ha de ocupar un papel primordial (EN, 51).
Posteriormente Juan Pablo II en la Redemptoris Missio (RM), hablando del primer anuncio de Cristo Salvador, señalaba que el anuncio tiene la prioridad permanente en la misión: la Iglesia no puede substraerse al mandato explícito de Cristo; no puede privar a los hombres de la « Buena Nueva » de que son amados y salvados por Dios (RM, 44). La evangelización también debe contener siempre —como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo— una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios (RM,72), anuncio que además puede hacerse sólo, como los apóstoles, no necesariamente la comunidad, ya que al hacerse en unión con toda la comunidad eclesial, el anuncio nunca es un hecho personal. El misionero está presente y actúa en virtud de un mandato recibido y, aunque se encuentre solo , está unido por vínculos invisibles, pero profundos, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia (RM, 45), y porque los oyentes, pronto o más tarde, vislumbran a través de él la comunidad que lo ha enviado y lo sostiene (RM, 76).
Todo lo dicho parece esclarecer no poco el significado de las palabras de san Pablo Por tanto la fe viene de la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo (Rom 10, 17), y De hecho, como el mundo en su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación (1 Cor 1, 17-31). De lo que no cabe duda es de que la Iglesia no ha dejado de confiar en el poder de la predicación. Confiemos también nosotros.
Alfonso V. Carrascosa
Publicado originalmente en Revista Arbil y traído a InfoCatólica con permiso de cesión de reproducción de la revista citada.
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