Un amigo de Lolo - Sembrar y no esperar la cosecha
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Sembrar y no esperar la cosecha
Es muy común, entre los seres humanos espirituales (es decir, los que no se dejan llevar por la carne o el mundo sino que tienen por Dios un respeto profundo que llevan a sus vidas) que, llevados de la misión que les encomienda el Creador, siembren en las mieses del Señor con las semillas de la Palabra y con el Agua Viva las rieguen.
Hacer tal cosa, hoy día, no es nada fácil porque los ambientes sociales tienden a todo lo contrario y, por ejemplo, son especialistas en sembrar cizaña entre la buena semilla. Por eso es especialmente importante que lo que se siembra no esté caducado (por sostenerse en una fe infantil) o esté fuera de lugar (expresando disidencia con la doctrina ortodoxa católica).
Esperan, tales personas (esperamos) que la semilla que se plantó en la fértil tierra del corazón, llegue a ser espiga y que sirva para sustento espiritual de quien así actuó con su misma vida que, aún sin saber que así sería, recibiría de la Luz de Dios la necesaria iluminación para huir de la tiniebla en la que, a veces, entra.
Tal es la meta de quien siembra: que fructifique, que dé fruto lo sembrado.
Pero Dios puede tener otra voluntad o, también, que la fructificación sea cuando Él crea que puede o debe ser. Eso, es bien cierto, llega a causar una no menospreciable desesperación en quien no confía expresamente en el Creador y en lo quiere para nosotros. Se piensa que nada de lo que se hace vale la pena porque no se aprecia el resultado inmediato (sociedad de lo rápido que nos ha tocado vivir) de la semilla que, si bien pequeña (según las disposiciones de cada cual a sembrar) no es por eso menos cierto que viniendo de Dios creemos dará lo que tenga que dar a ojos vista.
Decimos, sin embargo, que lo que conviene el pueblo de Dios, mies por santificar en cada una de sus piedras vivas, es que haya abundante siembra porque, de hacerlo así, algunos de sus destinatarios darán el treinta, otros el sesenta u otros el cien por cien de fruto. Todo ello según sea, cada cual, capaz de discernir lo que le está sucediendo en materia espiritual y, sobre todo, lo que pueda llegar a sucederle de responder con un sí a lo que se ha sembrado en su corazón.
Dios es paciente y es más que capaz de esperar toda la eternidad para que sus criaturas den de sí lo que tengan que dar de sí según se les haya sembrado el alma. Nosotros, sin embargo, no solemos tener tanta paciencia y queremos, para mañana mismo, lo que a lo mejor no se recoge hasta después de mucho, mucho tiempo cuando, por ejemplo, aquel joven que recibía algunos conocimientos del amor de Dios se dé cuenta de que iban dirigidos a su persona y que el Creador le hablaba a través de aquel impaciente catequista. Entonces, sólo entonces, Dios se habrá colmado con el fruto obtenido de quien, es esto también cierto, poco esperaba de su siembra. Y otro tanto sucede en otros campos de evangelización.
Y nosotros, a lo mejor, sólo lo vemos desde la eternidad donde, con toda seguridad, todos daremos fruto.
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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