San José, maestro de la fe
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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José forma parte del silencio de María como de su secreto, él a quien el Ángel le había dicho grandes cosas y que había visto el milagro de la concepción virginal. Ni el uno ni el otro hablan de lo que ven en su casa, ni sacan provecho alguno de tantas maravillas. Sabia y humilde, María se deja considerar como simple madre y su Hijo como el fruto de un matrimonio ordinario. Las grandes cosas que Dios opera en estas criaturas se dan naturalmente en el silencio; en el sobrecogimiento de no sé qué de divino que suprime toda expresión. (…) Así, permanece guardado bajo sello, el secreto de Dios, si Él mismo no se anima a hablar. Las ventajas humanas no sirven para nada si no son conocidas y si el mundo no las aprecia. Lo que Dios ha hecho tiene en sí un valor insondable, que sólo se quiere compartir con Dios.
Este texto de Jacques-Bénigne Bossuet (1627-1704) nos muestra, ciertamente, el qué del silencio de José y el cómo de su fidelidad a Dios.
¡Qué difícil es ser como José!
Cuando Dios escogió al que sería esposo de María para que custodiara al niño que iba a nacer sabía que no era un hombre como los otros. Conocedor del corazón de José, de sus más íntimos secretos, el Creador puso en sus entrañas la seguridad de que tenía ante sí a un hombre que, en primer lugar, guardaría fielmente el secreto de la Encarnación y que, luego, haría un buen papel como padre putativo de Jesús.
Y no se equivocó en lo más mínimo porque José actuó como se esperaba de él y, sin menoscabo de su fe (más al contrario, afirmándola) cumplió con un deber que no siempre es fácil de cumplir: ser fiel a Dios en lo que a cada cual nos corresponde.
Si ser fiel supone no mirar para otro lado cuando hay que cumplir la voluntad de Dios, José es maestro en fidelidad porque cuando el ángel del Señor le comunicó que el hijo que esperaba era obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1, 18-24), no dudó en llevarse a María a su casa y en llevar una vida de marido que ama a su mujer y al niño que le ha sido encomendado cuidar.
Es, por lo tanto, expresión de fe la fidelidad que José atesora y que lleva a la práctica en tan difícil prueba porque si bien demostró amar a María cuando pensó repudiarla en secreto, obedeció a Dios cuando, descubierto su secreto por Quien todo lo conoce, se le dijo lo que, en fe y amor, debía hacer.
Quizá por eso a nosotros mismos se nos pide la misma fidelidad que, en su momento, se le pidió a José y, por eso, necesitamos ofrecer una que lo sea parecida a la que demostró aquel judío fiel a su Padre del Cielo. Sólo así Dios nos hará entrega, en el corazón, de Su Hijo para que le cuidemos y lo tengamos como a Quien no se puede abandonar ni dejar a su suerte sino, muy al contrario, tener bien cerca de nuestra propia existencia aprendiendo de Él lo que es Amor y Fe.
Sin embargo, la fe de José no es, digamos, nada espectacular, rimbombante o pomposa. Es, al contario, discreta y muy cercana al anonimato y es en los silencios de José donde se aprecia la excelencia del ser fiel y lo que, al fin y al cabo, espera Dios de sus hijos, creados a su imagen de Amor y semejanza de fidelidad esperada.
Y es que es como sigue
San José, casto esposo de la Virgen María intercede para obtenerme el don de la pureza.
Tú que, a pesar de tus inseguridades personales supiste aceptar dócilmente el Plan de Dios tan pronto supiste de él, ayúdame a tener esa misma actitud para responder siempre y en todo lugar, a lo que el Señor me pida.
Varón prudente que no te apegas a las seguridades humanas sino que siempre estuviste abierto a responder a lo inesperado obtenme el auxilio del Divino Espíritu para que viva yo también en prudente desasimiento de las seguridades terrenales.
Modelo de celo, de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de paternal solicitud, obtenme esas bendiciones, para que pueda crecer cada día más en ellas y así asemejarme día a día al modelo de la plena humanidad: EL SEÑOR JESÚS.
San José, varón justo y prudente, de pureza de corazón demostrada y obediencia perfecta, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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3 comentarios
¡Qué reseña más acertada, entrañable y justa nos trae de San José!
Le pedimos también a San José que consuele y de fuerzas a tantos padres de familia y hombres en paro, lo cual es un drama terrible que clama al Cielo justicia y reparación.
Gracias Eleuterio.
Hoy, gracias a Dios, la religion se usa para la promocion humana, para la promocion de nosotros mismos, mas que para la meditacion de seres celestiales.
saludos
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EFG
Para no presumir de ser, siquiera, muy inteligente, le tengo que decir que la cita me la proporcionó un servicio de suscripción, el que aquí pongo¨:
http://www.mariedenazareth.com/7110.0.html?L=3
Se trata de "Un minuto con María".
Sin embargo, sí que le digo que debió ser cosa de la Providencia de Dios porque recibí en el correo electrónico la citada cita cuando iba a escribir este artículo sobre San José.
Si no está suscrito, le animo a hacerlo. Se pueden leer muy buenos textos y conocer muchos autores que, lógicamente, se nos escapan de la vista y del corazón.
En fin... son cosas que pasan.
Un saludo.
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